Fernando Moreno se retira. Bueno, por mejor decir, se retiró el año pasado, cuando seguramente le quedaba alguna esperanza de volver al ruedo en 2009. Su rodilla ha dicho basta. Como ha dicho basta la rodilla de Cruchaga, o en su día dijo basta la de Andorinho.
Dos décadas de doblador, con la responsabilidad de rematar los encierros. De él y sus compañeros dependía la tranquilidad de miles de pamploneses que esperaban con el alma en vilo a que sonara el cuarto cohete del encierro.
Cuando yo era pequeño los dobladores me parecían superhombres que se metían con los toros por un túnel, y encima venía un capullo y les cerraba la puerta. No contaba con las gateras y los burladeros del patio de chiqueros.
Todo son limitaciones en su labor. El ababol que no se ha abierto «en abanico» y viene recto hacia los corrales presa del pánico con los bureles resoplando detrás. El borracho que repite esa jugada pero sin ser presa del pánico. El macarra que viene detrás de algún toro a citarlo o a agarrarle el rabo, como si fueran las añojas de Paracuellos de Jiloca. El divináceo que no se ha dado cuenta de que ya le han hecho la foto…
Ojo, y que no se les ocurra dar una verónica a la locomotora bovina que se les viene encima, no vaya a ser que desarrolle sentido y por la tarde el Platanito de turno diga que no ha podido hacer nada. Capote a tierra, a una mano y al trán trán.
Aunque su nombre viene del hecho de que su misión inicial era la de estar al quite y «doblar» al toro, girarlo para evitar que embista o persiga a alguien. Los dobladores eran unos protagonistas más en las corridas de toros, aunque no participaban en la lidia. Estaban repartidos por los burladeros para estar al quite (en las grandes plazas, que habría que ver qué pasaría en la portátil de Burlada si hubiese existido hace 100 años…).
En Pamplona se aprovechó la idea en los años 30 para el encierro, y así debutó el «Chico de Olite» en estas faenas.
Sólo un pero: con lo dados que somos aquí a la parafernalia y a la ortodoxia folclórica localista, creo que un simple brazalete verde es poca distinción. Uniforme, y bonito, ¡ya!
El otro día, para calentar motores, estuvimos viendo en la Peña vídeos de encierros de los años 80. Y vi al pobre Ciriaco en muchos de ellos. Sin más, quería tener un recuerdo para él.
Ponerles un uniforme seria darles una repercusion que ellos o quieren,aunque se la merecen.Hacen un trabajo importante y evitan mas de una desgracia en el coso.Tambien suele usar la frase el ligon autoctono que antes de arriesgar su fisico intentando tener algun tipo de contacto con una moza,que es objeto de deseo de mas de uno,larga aquello de :!Dejen trabajar a los dobladores !
Lo que había que ponerles eran unas varas todavía más duras, para darles bien fuerte en el cogote a todos esos tarugos que dificultan su trabajo.
¡Que paciencia tienen que tener los pobres!
ya no falta naddaaaaa