Acerca del noble arte de la sangría en los toros (y IV) 3


Pues ya llegamos en la última entrega hasta nuestra localidad de tendido.
Te sientas como buenamente puedes (ya que en sol suele haber algo así como un 50% más de personal del que en teoría debiera haber) y procuras acomodarte el cubo de la mejor manera posible entre las piernas.
Lo peor que te puede pasar es que a la persona que tengas sentada en la fila de detrás tuya también le haya tocado cubo ese día, si es así estás de enhorabuena, ya que tienes que echarte para adelante e inclinarte unos 45º sobre tu propio cubo para que la vasija de tu vecino trasero no se te clave en el lomo, mientras que simultáneamente tienes que abrir bien las patas para que tu propio pozal te quepa.
sumo1.jpgTotal que en esa posición más propia de un luchador de sumo al inicio del combate, tienes que empezar a repartir la sangría entre la cuadrilla.
Abres la tapa, y empiezas a rellenar vasos y a distribuirlos entre tus colegas. Si el día es caluroso y estás a principios de fiestas, te los quitarán de las manos (no importa cual sea el sabor, con tal de que el líquido esté fresco y sea dulce), mientras que si la temperatura es fresca y te acercas al día 14, se los tendrás que meter en los labios con palanqueta.
Como te quieres quitar el cubo de encima lo antes posible, procuras repartir el líquido a buen ritmo, vigilando que tus compañeros reciban un nuevo vaso lleno, justo en el momento en que estén acabando el último sorbo del anterior.
Eso por supuesto hace que no veas nada de la corrida, aunque la verdad es que tampoco te importa un huevo, porque los toros en sí te aburren y vas a la plaza no por lo que pasa en el ruedo, sino por lo que pasa alrededor.
Normalmente si eres hábil te las apañas para haber colocado la mayoría de la sangría para cuando matan el tercero, aunque, como digo, dependerá de cómo anden de tripas la gente de tu cuadrilla.
Entonces con el cuarto llega la merienda (momento cumbre de la suerte taurina), te pasan tu plato de condumio y utilizando el pozal como mesa improvisada te pones a comer. Normalmente tus compadres no te molestan pidiéndote que les pases más vasos, ya que los has inflado a beber y están ya aborrecidos.
Ya todo es cuesta abajo, conforme acabas de merendar te sales al ambigú a echarte un carajillo y dejas el pozal a cargo de los que se quedan allí.
Te echas un carajillo y dos cubatas y para cuando te enteras, resulta que ya han matado al sexto y tienes que entrar de nuevo al tendido porque se acabó lo que se daba.
Allí está tu cubo, triste y sucio con solo unos restos de líquido y frutas dentro.
¡Qué satisfacción te embarga en el momento en que lo despachas de una coz al contenedor de basura más cercano! (y no como algunos tarugos de andana o tendido que los tiran sobre el público en general).
¡A cascarla! ahí se queda el cubo y tus cuitas hasta el año que viene.


3 ideas sobre “Acerca del noble arte de la sangría en los toros (y IV)

  • Sanferman

    Quisiera aprovechar la ocasión para honrar la memoria de cuantos pozales, neveras y similares han sucumbido al fragor de la solanera, y muy especialmente la de aquella nevera que me encargué personalmente de certificar cuando lo que me estaban pidiendo era que la recogiera.

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