Archivo por días: 20 de marzo de 2008


Acerca del noble arte de la sangría en los toros (II) 1

Nos habíamos quedado en que ya teníamos nuestro cubo del todo a 100, lleno de un fluido rojizo de dudosa salubridad; ahora hay que llevarlo a su punto de consumo.
Si tienes suerte de vivir justo al lado de la plaza, no habría mayor problema, de lo contrario tienes que pensar en el medio de transporte más adecuado para acercar el pozal de matarratas líquido al coso taurino.
Del coche mejor olvidarse, ya que el tráfico antes de la corrida se pone imposible, no hay sitio para aparcar y además si después de los toros tienes la osadía de volver a coger el troncomóvil, lo más seguro es que te paren los municipales, te hagan soplar y revientes el chirulo porque tu aliento es 110% puro alcohol.
De motos y bicicletas, huelga decir que mejor olvidarse.
En cuanto a patines y patinetes están muy bien si te quieres romper todos los huesos, hace mucho que dejaste de ser un chaval y conviene considerar otras alternativas.
Por lo tanto concluimos que lo mejor es usar el transporte público, así bajas todo ufano a la parada más próxima de la villavesa y piensas que ya está todo hecho.
Lamentablemente no es así. Lo primero que ves es que no hay un mísero sitio para sentarse, ya que el autobús va lleno hasta las cartolas. Armándote de paciencia te abres paso entre la gente procurando llegar hasta el final y encontrar un sitio donde puedas dejar el cubo relativamente protegido de empujones y vuelcos.
Se pone en marcha el autobús y con el traqueteo te das cuenta de que esa tapa tan bonita que tiene tu pozal es una verdadera mierda y de que a cada frenazo se te está sobrando todo el caldo por el resquicio que hay entre cubo y tapa.
Te haces el longuis y procuras esparcir disimuladamente con la zapatilla el líquido derramado para que se note menos, aunque consigues el efecto contrario ya que lo que logras es que se haga un gran manchón negruzco por todo el suelo.
Finalmente llegas a tu destino, levantas tú cubo y bajas por las escaleras con sensación de alivio (¡mucho ojo! no bajes la guardia en este breve momento de relajo o te pasará como a un amigo al que se le enganchó el asa en la puerta y se le volcó absolutamente todo el contenido por las escaleras).
Ya estás fuera, te secas el sudor de las manos, resoplas, coges con decisión el cubo y echas a andar hacia la plaza. Ya falta menos…..