Primerizos en la Monumental (II) 1
Sale el segundo toro y, efectivamente, no lo ven, ya que no se sabe de donde ha aparecido un bote con encurtidos taurinos (toreras) al que no les queda otro remedio que echar mano y mezclar el vinagre con el nuevo vaso de sangría que sin saber muy bien como ha aparecido de nuevo entre sus dedos. Tras hacer aprecio escuchan un barullo que va «in crescendo» y dirigen su vista hacia la zona del albero donde el picador está haciendo su particular «sangría». No pasa nada, ya están banderilleando y algún alma caritativa ha sustituido el vaso de sangría vacío por uno lleno para que estos dos amigos no pasen penurias por mor del calor. Entre tanto continúan en cada vez más animada tertulia con los vecinos de localidad. El matador ya ha cumplido y ha despachado al toro. Siguen sin ver nada pero les comienza a importar poco.
Sale el tercero y reparan que trasegar tan ricos caldos pasa factura y que tienen que acudir al servicio. Dicho y hecho, se levantan para realizar tan necesaria acción y se encuentran con que están atrapados, no ven la forma de salir y, lo que es peor, ven imposible recuperar los sitios que tanto le ha costado conseguir. Así que deciden aguantar hasta que maten al toro que, por cierto, ¿en cual van? preguntan inocentemente. Ahora se encuentran con que les llega el aperitivo, ni más ni menos que marisco, langostinos que degustan con ganas aunque conseguir comerlos supone un verdadero ejercicio de habilidad, ya que hay que pelarlos mientras mantienen en equilibrio, que casualmente se encuentra de nuevo lleno, procurando que no se derrame el delicioso néctar cargado por el diablo en el que, por cierto, se encuentra nadando un langostino entero. Comienza a haber movimiento por toda la plaza ya que el respetable comienza a preparar la merienda, y ven la ocasión de fugarse al baño. ¿Será que han matado ya al toro?. Toro ¿Qué toro?. Y mientras aclaran esta disquisición logran su objetivo y se alivian.
… Continuará …