Archivo por días: 9 de junio de 2008


Agonía y muerte del Encierrillo 9

Uno de los actos más bellos y taurinos de nuestras fiestas es el Encierrillo. Cada noche, del 6 al 13 de julio, los toros que correrán el Encierro y serán lidiados al día siguiente son trasladados a pie desde los Corrales del Gas, en el barrio de la Rotxapea, hasta los Corrales de Santo Domingo, en el Casco Viejo. Esta carrera, romántica, misteriosa y mágica, tiene lugar en la actualidad entorno a las 10 de la noche, cuando oscurece, y para observarla a pie de calle es preciso solicitar un pase en el Ayuntamiento. El silencio es absoluto entre el público, y apenas pasa un minuto desde que el sonido de un cuerno anuncia que la manada sale a la calle hasta que es encerrada en los corrales de destino. Son unos 400 metros de cencerros y pezuñas y varas de pastor golpeando el asfalto. Este acto, de crío, me fascinaba, y bien mi padre o un vecino me llevaban casi todas las noches.

Hoy en día está muy herido y posiblemente este año reciba la puntilla. Hace unos pocos años, el recorrido fue mutilado, tras el derribo de los viejos Corrales del Gas, para permitir el lógico desarrollo urbanístico de la Rotxapea, eliminando cierta vía, que era la más taurina de Pamplona: la Calleja de los Toros. Para los que no la hayan conocido, se trataba de una calle encerrada entre dos muretes de piedra, con burladeros de madera fijos todo el año a ambos lados y que cruzaba el solar de los actuales Corrales del Gas.

Y, en 2008, a mi juicio, la instalación a cien metros de las Barracas acabará con este sencillo acto (ni siquiera aparece en el programa de fiestas), al menos tal y como se ha conocido en los últimos cien años. Desconozco si la algarabía de la Feria afectará al rendimiento de los toros en el encierro o la corrida. Tampoco voy a juzgar sobre si es preferible incordiar a toros y cabestros o a los mayores de la Casa de Misericordia. Sí me metería con el destrozo del parque fluvial del Arga, aunque es otro tema.

Lo que me apena es que nunca más se podrá volver a escuchar el cuerno, las pezuñas, los cencerros, las varas o los gritos de los pastores.

Algún día te contaré cómo era, hijo mío.