Los otros guiris 6
A lo largo de los nueve meses de vida de este blog, la figura del guiri ha sido elemento recurrente: americano que corre el encierro en dirección contraria y con chancletas, australianas tirándose de la fuente o enseñando las tetas o franceses en pantalón corto meándose por todas las esquinas.
Son personajes que conocen los Sanfermines a través de la tele o internet (lo de haber leído a Hemingway me suena a milonga intelectualoide) y cometen todos los excesos que les apetece, pues creen que la fiesta va precisamente de eso.
Pero existe otro tipo de guiri, que lleva visitando esta ciudad durante los últimos diez, veinte o treinta años. Un guiri que chapurrea castellano y te felicita las Navidades en euskera, un guiri que ha hecho aquí amigos, que cuenta los días para el seis de julio o que sufre (eso dice) con las desventuras de Osasuna.
Resulta emocionante, en la tarde del cinco de julio, observar los reencuentros de esta gente entre sí o con sus amigos indígenas. Abrazos, primeras bromas y la sensación de que un año ha pasado en diez minutos. Muchos incluso acuden a la novillada, ávidos de toro. Anglosajones que se concentran en el Windsor intentando cantar pseudojotas, alemanes planchando su pancarta de la peña Borussia o suecos desempolvando sus inconfundibles pañuelos rojos. Son personas que aman nuestra tierra, nuestra gente y nuestra fiesta y que, aunque aún les cuesta atinar a la hora de atarse bien el pañuelo, tienen un paladar apatxaranizadamente navarro.
¡Ya falta menos! ¡Justo siete meses!
Y a ver si recordamos a qué lado se anuda la faja…