Archivo por días: 29 de julio de 2009


Nostalgia y humor sanferminero 2

Para que vayamos pasando mejor los calores y podamos seguir disfrutando de los Sanfermines fuera de fecha según marca el calendario, os dejo un par de microrrelatos no publicados hasta la fecha. No quiero desvelar nada de ninguno de ellos para que podáis descubrirlos y disfrutarlos por vosotros mismos. Ahí van:

ALMA SANFERMINERA, de Patricia Carballo

Salió del portal vestido de pamplonica. En el último año había adelgazado y los pantalones se le caían, pero la faja le sujetaba bien la cintura. Tenía el pañuelico rojo atado a su muñeca. El ambiente de la calle le ponía los pelos de punta. La gente sonreía, gritaba, cantaba, todos vestían de blanco… Javier andaba alegremente por la Calle Carlos III. Esperaba encontrar a sus amigos en el Café Iruña, donde siempre almorzaban antes del chupinazo.

Al entrar a la Plaza del Castillo, el olor era bien distinto. Una mezcla de champán, kétchup, mostaza y harina invadía la plaza. Javier buscó un banco para descansar. Todos estaban llenos, pero buscó un hueco y se sentó con unos jóvenes. Sus camisetas estaban mojadas y sucias. Abrieron una botella de champán y a Javier le cayeron algunas gotas. A lo lejos, oyó una voz que le resultaba familiar. Una persona se le acercó: “abuelo, los de la quimio te mandaron reposo. Deberías irte a casa”. Y la nieta le dio un beso, después le ayudó a levantarse cogiéndole del brazo mojado de champán, y le acompañó a su abuelo para que pudiera ver el chupinazo desde su casa.

VOY BIEN, de Angel Félix Urío

Era de noche y se veía borroso. Había estado engatusando a una pelirroja australiana, o Texana o de las Highlands, en un fluido y pronunciadísimo inglés, pero, inexplicablemente, la moza se había esfumado. Miré en derredor… Ni la cuadrilla estaba. Así que cogí mi vaso de la barra y lo liquidé. Qué coño hacía yo bebiendo ginkás, o destornillador, o champán, si iba a cervezas. Tiré aquella porquería al suelo y agarré mi katxi. Conseguí sacarlo indemne a la calle, a pesar de la conjura del bar por impedírmelo, y me quedé allí, viendo pasar a la peña. Una morena se detuvo cerca. Llevaba una impecable blusa blanca sin mangas, o chaleco, o camiseta de tirantes, y tenía los brazos muy bien torneados. Escote no: aquí no se lleva. La subyugué con la mirada.

-¿Nos conocemos?

-¿Tú qué crees?- respondió

Bien, la cosa iba bien. Proseguí audazmente,  con astucia.

-¿Cómo te llamas?

La moza resopló. Se veía que tenía ganas de conversación.

Soy Marta.

Mi cabecita trabajaba con frenesí: la había visto seguro, en la villavesa, o en la Uni, o en los fuegos…

-Marta… Como mi hermana…

-Anda, Alberto, deja de hacer el bobo y vámonos para casa.