Preocupación en Zahariche 5
Existe preocupación en el seno de la ganadería Miura, e incluso hartazgo, debido al innegable encasillamiento al que se ven sometidos allá donde van. Y es que, es innegable, a los miureños les toca lidiar siempre con la más fea. Los empresarios siempre les colocan en las corridas denominadas «duras».
Sabido es que las ganaderías que, con las artes que sean, han conseguido auparse a lo más alto del escalafón, no sólo cobran más, sino que pueden permitirse el lujo de imponer qué coletudos darán cuenta de sus reses. Así, las Jandillas, Torrestrellas, Fuente Ymbros y demás, suelen condicionar su presencia en las ferias a que sus toros sean lidiados por los toreros más comerciales.
Y todas se inclinan por imberbes como el Juli, pasmados como Tomás, tranquilos como Morante, o suaves como Ponce.
En cambio, ganaderías legendarias como la sevillana deben apechugar con dos tipos de matarifes: los de mayor cara y trapío, que sólo verlos acojona, y si no a las pruebas me remito con la foto del final, y los torerillos que buscan abrirse hueco en este mundo, dinámicos, nerviosos, guindillas, precipitados, ratoneros. Y claro, el lucimiento es prácticamente imposible ante estos ejemplares de matador.
En uno de sus artículos de la pasada Feria del Toro, concretamente en el publicado en el Diario de Navarra el 9 de julio, Mariano Pascal comentaba uno de los hechos más llamativos que ocurrieron en torno al certamen de microrrelatos que convocamos antes de fiestas, y era el de que alrededor de ochenta participantes se habían puesto en la piel del toro para reflejar sus sensaciones ante el encierro, la corrida, o la vida misma. Pues bien, no debe resultar difícil entender el miedo, la desazón y el desasosiego que debe producir salir por el toril y toparse con figuras como la que aquí podéis ver (recomendamos vivamente no ampliar mucho la foto).
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La foto es de Susana Vera, y está tomada de la web boston.com.