Archivo por días: 6 de agosto de 2009


De auditores y otros personajes 6

Me temo que este año San Fermín no habría pasado la auditoría a que le sometieron sus compañeros, los Santos de Julio, tal y como se describe en el primer relato. En el segundo nos encontramos con las vivencias de un curioso personaje en el que casi nadie repara pero que es imprescindible para el buen desarrollo de la fiesta y que a su vez sirve como señal de la proximidad de los Sanfermines.

Auditoría al Santo, de José Luis González Martínez

Ocurrió un trece de Julio. Cuentan que aquel día, alrededor del órgano barroco de San Nicolás, hubo mucho movimiento. Desde Simeón hasta Ignacio, acudieron todos los santos de Julio. No hubo misas ni comuniones; acaso algún rosario sin misterios. San Fermín, sobre el altar central, aguantaba estoicamente las acusaciones. Los heridos del encierro habían sido demasiados. Hasta San Procopio increpaba a San Fermín.

— No mereces llevar el pañuelito —le espetó con ronquera paladina.

—Tienes que evitar que resbalen en Mercaderes—corregía Santa Brígida.

—O evitas el tapón de la entrada a la plaza o habrá suplencia—advertía Santiago hijo de Zebedeo y patrón de España.

San Fermín sudaba. Pensó que la competencia era excesiva. No quería salir de su capilla en San Lorenzo; azorado, admitía algunos dislates.

Salieron bajo una luna enigmática. Sus blancas casullas se perdieron inadvertidas en el jolgorio.

Sin dar las ocho cantaron al santo en la hornacina. Minutos después un toro bizco rasgaba limpiamente un pantalón blanco, soslayando el escroto. Ya en estafeta, alguien hacía un quite misterioso a Serafín el de Arguedas, entre exclamaciones de ¡¡milagro!!

Momentos después, cálices y copones sobrados de grueso vino de la Ribera, entronizaban nuevamente a San Fermín.

Un trozo de madera, de Iñaki Garralda Bidaurre

No soy libre, trascurro el año en la oscuridad de un frontón, preso, apilado, en una palabra, ignorado, pero con la compañía de los míos, que no es poco. Estoy manipulado, tratado y hasta numerado.

Todos los años, por estas fechas, me incrustan, entre adoquines, junto a otros postes y tablones, creando una curiosa tela de araña. Soy testigo de un sinfín de anécdotas, alegrías y momentos de gozo que se viven en las fiestas de San Fermín. Me observan con curiosidad, admiración y provoco más de un comentario simpático.

Todo eso es muy bonito, y me llena de agrado, pero mi momento de satisfacción plena se produce cuando una bella señorita se sienta sobre mí, a contemplar durante varias horas, el ir y venir de personas, mientras aguarda, con impaciencia, el estallido del cohete que anuncia el comienzo de la carrera del encierro.