Archivo por días: 24 de agosto de 2009


San Fermín es mucho más… y más 2

Como comentaba Joseba el otro día en su post, San Fermín es mucho más… en el que nos presentaba microrrelatos que nos muestran otros aspectos de la fiesta menos conocidos que el encierro, aunque no menos importantes para quienes los vivimos con el corazón. Hoy os presentamos otros dos que inciden en esos otros aspectos sin los cuales los Sanfermines serían otra cosa.

LA CUENTA ATRÁS, de Cantive.

Nueve y media. Comienza el ritual. Un café rápido  y ya con la música de las peñas que alguien ha puesto en el aparato de música, me dispongo a vestirme. Un hormigueo me recorre el estómago, ¡tantos años y siempre pasa lo mismo!. La ropa ya estaba preparada,  blanca e impoluta, aunque sólo sea por un rato, hasta las 12.

Diez. Pañuelico en mano, cierro la puerta de casa. Toco un timbre:”¿Bajas?”. Nos juntamos con el resto para almorzar, un vinito y txistorra para animar el cuerpo. Hablamos, reímos ilusionados, exactamente igual que todos los años anteriores.

El tiempo pasa rápido y ya vamos, acompañados de una multitud uniformada hacia el txupinazo.

Doce menos cuarto, todo está ya abarrotado. Doce menos diez el hormigueo del estómago no para , doce menos cinco…Pañuelos en alto, esperan ansiosos el pistoletazo de salida; el principio de esos días llenos de risas, encuentros y sorpresas, esos días en los que el mundo parece pararse …¡las doce!.

EL JOVEN ANCIANO, de Francisco Labiano Jáuregui.

Cientos de surcos recorren su curtida piel. Testimonios de años y experiencias vividas, de alegrías y de penas, de ilusiones y decepciones.

Se mira ante el espejo y una leve sonrisa se dibuja en su rostro al recordar sus tiempos mozos, de blanco y rojo, con su faja de un nudo y toda una vida por delante. Cuanto ha llovido desde entonces, se dice así mismo el joven anciano.

La música de las peñas le devuelve al mundo real y al tiempo que mira su reloj de agujas aprieta con fuerza su pañuelico con el escudo bordado. Sin mas tiempo que perder baja a la calle, a esa calle que le vio crecer.

Se para a contemplar el mundo que le rodea, las cuadrillas con prisa, los jóvenes con la bebida y el almuerzo a cuestas, incluso alguno algo bebido ya, pero lo que a él le embriaga no es el alcohol sino el olor, ese olor que no huele a nada y que huele a todo, un olor a fiesta, a gente, a felicidad, un olor a Sanfermines, un olor que le hace ser cada año un anciano más joven.