Maria Nilsson – The Chicago Tribune 2
La dramática y peligrosa carrera dura habitualmente unos tres minutos, y es tan sólo una pequeña parte de la fiesta que en Pamplona dura nueve días, veinticuatro horas al día.
La mezcla de actos de comedia espontáneos y ritos religiosos solemnes da a la fiesta una nota surrealista. Cualquier cosa puede ocurrir durante los sanfermines, y, por una vez, casi todo está permitido.
Durante los sanfermines, Pamplona no duerme. En su lugar, se dan cabezadas, robando pequeños momentos de descanso a los acontecimientos que se suceden.
Los veteranos saben que es cuestión de controlarse, de saber qué ver y qué dejar de lado para conservar toda la energía durante la duración de la fiesta.
Es la única vez del año en la que a los ciudadanos de Pamplona se les puede ver bailando salvajemente en las calles.
Tras el encierro, muchos se reúnen para comer un desayuno navarro compuesto por huevos con jamón y tomate, regado con vino rosado de la tierra.
A la solemne procesión se le da un toque pagano con la aparición de la comparsa de Gigantes, figuras que representan a la realeza.
Desde el amanecer al anochecer pasan bandas entre la multitud tocando enérgicas músicas. De vez en cuando se puede oír una jota navarra, una canción tradicional, apasionada, que encoge el corazón.
La bonita plaza del Castillo funciona como comedor, pista de baile y, a menudo, dormitorio para jóvenes visitantes exhaustos que dan cabezadas allí donde se quedan sin energías.
Al día siguiente del Pobre de Mí, Pamplona está dormida, con resaca y exhausta.
Todo esto son fragmentos del artículo que el 27 de marzo de 1994 (hace 15 años) publicó Maria Nilsson en la Chicago Tribune Travel Magazine. Como habéis podido ver, acertadísimos sus comentarios, describen como lo haríamos cualquiera de nosotros las fiestas, o parte de ellas. Pocas veces un forastero que aspire a algo más que a transcribir el programa, atina tan de lleno con sus pinceladas.
¿O no? En el mismo artículo, Maria también sorprende con afirmaciones erradas, y con apreciaciones cuando menos curiosas:
Es la única vez de año en la que a los ciudadanos de Pamplona se les puede ver bailando salvajemente en las calles vestidos con disfraces.
Hay muchos otros que celebran los sanfermines. Los americanos, por supuesto; los europeos, los australianos, y en los últimos años, los jóvenes japoneses que llegan a Pamplona por miles.
…una carrera de media milla, productora de adrenalina, a través de calles estrechas, donde el objeto es correr con los toros, no delante de ellos.
Los Gigantes, de 13 pies de alto, interpretan números que recuerdan minuetos.
Personajes raros llamados Cabezudos con la cabeza grande, corren por las calles y pegan a los niños con suaves globos esponjosos.
Las peñas son sociedades cuyo principal objetivo parece ser hacer ruido. Por las tardes, los miembros de estos clubes marchan juntos con vestidos escandalosos en su camino hacia la plaza de toros. Durante la corrida compiten en ser desagradables manchándose entre ellos y mojando a los espectadores con comida y bebida.
Enfín, el artículo es bastante bueno, y recoge en tiempo record lo más granado de las fiestas. Lo del encierro tiene que ser un error, porque a Maria se le ve muy bien informada en el resto de asuntos. Lamento no poder enlazar al artículo, del que tengo constancia porque el Diario de Navarra lo transcribió el 3 de julio de ese mismo año.