Archivo por días: 29 de enero de 2010


Pío Baroja y los Sanfermines 13

[simage=203,160,y,right] En este blog ya hemos hablado más de una vez sobre Ernest Hemingway y su relación con nuestra ciudad y sus fiestas.
Un escritor por el que el americano mostró su admiración (y con el que mantenía cierta amistad) fue el insigne Pío Baroja.
Ambos escritores compartían puntos de vista sobre algunos temas, pero en lo que nos atañe, sus pareceres eran diametralmente opuestos.

Don Pío pasó unos pocos años de su vida (los de adolescente como estudiante) por motivos familiares en Pamplona.
El caso es que aparte del ya conocido carácter más bien huraño y radical del escritor, no le debió convencer mucho la estancia en nuestra ciudad, ya que en algunos textos se despacha bien a gusto contra Pamplona y sus fiestas.
Así por ejemplo en su libro ‘Juventud, egolatría’ de 1917, en el apartado Sarasate (de quién ya hablamos la semana pasada) suelta algunas puyas como:

» Entonces y después, una de las cosas que me parecieron ridículas fueron las fiestas de Pamplona.
En Pamplona había una mezcla de brutalidad y de refinamiento verdaderamente absurda. Durante unos días se iba a las corridas, y después, de anochecer, se recibía con luces de bengala a Sarasate.
Un pueblo rudo y fanático olvidaba una fiesta de sangre para aclamar a un violinista. ¡Y qué violinista !. Uno de los hombres más amadamados y grotescos del mundo. Lo estoy viendo pasear. con sus melenas, su trasero redondo y unos zapatos con unos taconcillos de a cuarta, que le daban el aire de una cocinera gorda, de esas que se disfrazan de hombre en Carnaval.
Sarasate dejó al morir unas cuantas chucherías que le habían regalado en su vida artística: fosforeras, petacas, etc, que el Ayuntamiento de Pamplona las exhibe en vitrinas y que debía venderlas en pública subasta. »

¡Toma del frasco, Carrasco!
En otros libros del autor, como ‘Silvestre Paradox’, ‘Las figuras de cera’, ‘La sensualidad pervertida’ y ‘La otra vuelta del camino’, también se pueden encontrar menciones a una Pamplona rancia de finales del siglo XIX (por cierto, ésta información se la he de agredecer a un amigo muy barojiano).

En fin, yo por lo menos sigo admirando la obra de don Pío, aunque no comparta en absoluto su visión sobre nuestras fiestas.