Archivo por días: 1 de febrero de 2010


Weapon agent 6

Cuando miras a tu alrededor en el tendido, normalmente ves alegría, disfrute, cachondeo. Sin embargo, donde menos lo esperas puede estar produciéndose un verdadero drama, y todo el mundo es ajeno a ello.

Eso me ocurrió hace unos años.

En la noche del día 6 al 7, estábamos apurando nuestras opciones en la calle Descalzos. Un amigo se me acercó y me dijo que teníamos una nueva misión. Encontrar a Lindsay Huckabee. Mientras me lo decía me entregaba unos cuantos carnets de la tal Lindsay. Enseguida nos dimos cuenta de  que se trataba de una diosa aussie que estaba esperándonos en algún lugar cercano. Evidentemente, había perdido la documentación para atraernos hacia ella.

Así que iniciamos la búsqueda con la consabida solemnidad. Ni que decir tiene que el castañazo que llevábamos era considerable, y mis siguientes recuerdos me sitúan duchándome en casa a las 9 y media de la mañana del 7. Había vuelto a cambiarme de ropa para honrar al patrón, almorzar con la cuadrilla y estirar el poteo hasta los toros.

Al sacar del pantalón las cosas de los bolsillos para echarlo a lavar, aparecieron los documentos. Primera apreciación: Lindsay no era australiana, sino norteamericana.  Segunda: efectivamente, era una diosa. Tercera: teníamos un problema.

Entre las tarjetas de plástico se deslizó una tarjeta de visita que rezaba así:

«Wallace Huckabee – Weapon Agent – Federal Bureau of Investigation – Special Agent-In-Charge».

Esos sanfermines los pasamos con un nudo en la garganta. Fue el año que más horas metí en el ambigú de la plaza de toros. Trataba de evitar ser un blanco fácil. Cuando estaba en el tendido procuraba estar sentado y exponerme lo mínimo. La cuadrilla, consciente de la situación, me rodeaba a modo de parapeto. En cualquier momento se podía producir un fugaz fogonazo imperceptible en el fragor del ambiente, y para cuando alguien quisiera darse cuenta yo estaría fiambre con un tiro entre ceja y ceja y un hilillo de sangre en la comisura de los labios.

Enlazando con el inicio del artículo, nadie en el tendido podía ser consciente de que detrás de esa fachada de juerga, etilismo y desenfreno se escondía una tragedia en potencia; nadie percibía el sufrimiento provocado por el miedo a una muerte más que probable.

Afortunadamente, de forma totalmente inexplicable, no pasó nada, y aquí estoy, pudiendo contar una anécdota que, la verdad sea dicha, dio mucho juego en esos sanfermines, y en los siguientes.

Únicamente me falta añadir que los nombres mencionados son ficticios por motivos de seguridad. Con los años, gracias a Google, pude saber que Wallace Huckabee (cuyo verdadero nombre responde a las iniciales R.H.) no era un simple agente del FBI. Era un mando bajo cuya dirección se produjeros oscuros episodios de guerra sucia contra bandas latinoamericanas y contra activistas verdes, incluyendo asesinatos con los que se le vincula directamente. Glups.