Archivo por días: 8 de febrero de 2010


Donan Pher y otros recuerdos de la infancia 17

Hace poco hablando de cuando eramos unos tiernos infantes, me vinieron a la mente algunos de los recuerdos sanfermineros de aquellos tiempos.

Entre las imágenes de entonces aparecen, como no, gigantes y kilikis, también como es lógico las barracas con sus atracciones, aquellos martillos de caramelo de fresa (que por cierto eran más malos que »arrancaos») y esas bolas de algodón dulce rosadas que por más que les pedí a mis padres, no consintieron en comprarme, porque según ellos »eran una marranada» (me quede con las ganas de probarlas, aunque según me han comentado los afortunados que si lo hicieron, no me perdí nada, ya que resultaban muy empalagosas y tenían una rara tendencia a pegarse al pelo).

También me vienen a la mente los puestos del Paseo de Sarasate con sus carritos de barquillos y como no, el inefable Donan Pher, autoproclamado »Emperador del bolígrafo»
Este último ejercía una especial atracción entre la chiquillería y tengo su imagen grabada de forma indeleble.
Su puesto, si no me falla la memoria, solía estar a la altura de la Óptica Alforja.
Siempre llevaba puesto un salacot de explorador, un chalequillo con múltiples bolsillos y unos pantaloncillos cortos de color caqui a juego, que dejaban a la vista sus no muy atléticas canillas. Por cierto, un amigo lo recuerda con sahariana, pantalones de montar y botas caladas; no sé, quizás a veces la memoria deforma los recuerdos (en lo que si coincidimos es en que el hombre tenía bastante mala gaita).
En el tenderete tenía una foto suya con un león y algunos otros animales exóticos, supuestamente de sus exploraciones por África, pero que según tengo entendido habían sido tomadas en realidad en el zoo de Madrid.
Con la ayuda de un megáfono forrado de piel, voceaba sus inolvidables consignas como por ejemplo: “ Sigo con la enfermedad de vender barato “, “ Imposible dar más por tan poco dinero “ o también “ Con este bolígrafo podrá realizar 1.000 Km de escritura “.
Destacaban especialmente aquellos bolis de muchos colores y sobre todo el hecho de que por unas pocas pesetas, te daba una bolsa llena a reventar de todo tipo de bolígrafos y rotuladores.

Creo que estuvo viniendo hasta bien entrados los ochenta, hasta que dejó de acudir a nuestras fiestas (supongo que por la edad).
Ciertamente, a su modo, un personaje singular.