Archivo por días: 29 de junio de 2010


Resto de finalistas 3

Hoy os dejamos con los últimos microrrelatos que nos faltaban de publicar de entre los veinte finalistas. Como siempre, que los disfrutéis.

El sueño de San Fermín, por Igor García Cueva (Barañain – Navarra)

Heme aquí nuevamente, velando por vosotros, fieles incondicionales.

¡Que envidia sana os guardo, mozos pamplonicas! Si pudiera codearme con vosotros…

Recorrer a placer las calles de Pamplona. ¿Qué puedo hacer desde aquí?

Atender vuestras plegarias. ¡Ah incautos! ¿Acaso no conocéis su instinto primario?

El toro embiste, implacable, con denuedo.

Cuanto me gustaría dejarme caer por la atestada Jarauta. Visitar sus peñas, fundirme con las charangas.

Acudir al chupinazo. Jugar a la tómbola, pisar la Plaza del Castillo. Desfilar entre gigantes eludiendo cabezudos. Alternar con dantzaris y txistularis. Personarme en La Procesión, con La Pamplonesa. Pasar desapercibido en la misa solemne celebrada en mi honor. Regatear en los puestos de la polvorienta Taconera. Almorzar en Antoniutti. Cantar joticas. Sentir el tacto de un pañuelico.

Degustar un ajoarriero en el tendido al sol. Probar fortuna en el endemoniado juego del clavo y el tarugo. Deleitarme en la batalla de luminiscencias, pisándose entre ellas; después aspirar el tufillo a pólvora. Dormitar sobre un colchón de hierba pisoteada y despertarme aturdido con la rosada encima.

Y en Las Barracas, compartir sonrisas con niños entusiastas.

¡Ojalá pudiera unirme al ambiente si Dios me concediese el permiso!

Casi está convencido.

Sea como fuere, tenéis mi bendición.

PamPlona, por Mª Jesús Gama Rodríguez (Valencia)

Pregón. Petardazo.Pañuelos. Pitidos. Patadas. Pasión. Posteriormente, procesión. Personalidades, parias. Pisotones, plegarias…

Prolongación:

Polifónicos para patrón. Pitones. Persecución. Pedregosos, pavimentos ¡precaución! Prestezas, pedestres proezas.  Pelotones. Primitivas pasiones…

Placentera pitanza. Pinchos, piquillos, panceta, pacharán… ¡Pobre panza!

Paseíllo. Plaza.  Polvoroso platillo. Pajizos, peceños, perlinos, paletos… Palitroques, paleo. Pantagruélico papeo. Pases, picadores, palmas…Pingües pedigüeños pastan.

Pasacalles. Peñas. Populares pancartas.

Pública parranda. Pasodobles. Pachanga. Parejas, pandillas, punkis, poperos, poligoneros, pibes, pijos, pandas…pernoctan por parquins, por parques, por plazas.  Poliglóticos parlantes-porfa, pliis, pues, pardón.

Pirotecnia proyecta perennes poemas por partes.

Póstuma posición:

Penas paseantes. Pábilos pendulantes. Partidas,promesas, petates, portantes.

Pamplona. ¡P’alante!

Pánico, por Agustín de las Heras Martínez (Madrid)

Sabía que no debía parar de correr. Los que me rodeaban me empujaban, me avisaban de su llegada. Buscaba a mis padres, pero el terror no me dejaba mirar atrás. Había cambiado de calle al menos en dos ocasiones pero eso no impedía que dejara de formar parte de esa marea humana que corría aterrorizada. Notaba como la sangre fluía por mi cuerpo. El sudor me empapaba la camiseta a la vez que el pánico me abrazaba. Un “barbas” empujó al que estaba a mi derecha. Le vi perder sus gafas. Otro con cara de patata casi me tira contra un bordillo. Sentía que me estaba quedando atrás y me dieron ganas de llorar. Fue entonces cuando me encontré en medio de aquellos turistas de ojos rasgados ¡Qué miedo! ¡Ahora sí que estaba perdido! Caí al suelo. Advertí como varios individuos me rodeaban: el “barbas” de antes que empujaba, el de la cara de patata, uno con cara de loco con un sombrero como el de Napoleón, otro con cara de vinagre junto a otro dos a los que llamaban Verrugón y Coletas. En ese momento me despertó mi madre. Había amanecido y mi cama estaba muy revuelta.

Por tí, por Mari Carmen Apezteguía García (Zizur Mayor –  Navarra)

Sujeto con fuerza y una tibia mezcla de gozo y rabia, el pañuelo rojo.

Rojo, como la pasión que llenaba tu cuerpo ribero.

Tantos recuerdos, intensos momentos que acuden a mi mente…

El chupinazo transformaba tu vida… y tú transformabas la nuestra.

Juerga, marcha, cantar, bailar, tus risas, tus chascarrillos, los almuercicos de huevos fritos con chistorra, bien regados con el tinto de la casa, recio, como tu corazón.

El maldito cáncer te llevó, como a tantos otros, cuando la ilusión y las ganas de vivir suplicaban a gritos una prórroga a tu maltrecho cuerpo.

Son las 12.

La explosión de júbilo me rodea, pero yo solo escucho, con lágrimas en los ojos, el roce del pañuelo mientras lo anudas a mi cuello…