OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS DE SAN FERMIN 2
MIS AMIGOS PAMPLONICAS – Carmen Portillo Garcia de las Bayonas (Leioa, Euskadi)
Cuatro amigos estábamos en un pueblo de Burgos a las dos de la tarde en un bar. Entró un amigo con cara triste porque tenía dos entradas para ir a los toros en San Fermín ese mismo día y no podía ir. En cuanto dijo si las queríamos, ya no las tenía en la mano. A suertes dos entrarían y dos no. Aún así nos arriesgamos. Tuve suerte y mi amiga también. Nos pusimos en marcha en ese mismo momento con lo puesto. ¡A Pamplona por San Fermín! Con dos entradas de toros al festín. En punto estábamos delante de la plaza. En un puesto nos compramos los pañuelos rojos, y nos fuimos corriendo a los toros. Los menos agraciados, se quedaron viviendo el ambiente del exterior durante el tiempo que duró la corrida de toros. La fiesta había comenzado ya en las gradas y nosotras no tardamos un segundo en estar imbuidas en ella. En nuestras manos cayó una invitación de bota de vino y trozo de bocata de las peñas que estaban junto a nosotras. Entre ole y ole, la alegría y los cánticos de la gente, nuestra voluntad ya estaba rendida a la gente pamplonica.
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La muerte en el espejo – Elena Marqués Núñez; (Sevilla, Andalucía)
Desde el café Iruña se oye el griterío. Ante el espejo de marcos dorados y el mármol impasible de la barra, imagino la carrera en Mercaderes, la exagerada curva de Estafeta, el vallado con los mozos empinados, el balcón sobre Gutiérrez, donde lo vi hace un rato, desgraciado, sin saber lo que le espera.
Lleva su uniforme blanco inmaculado, su pañuelo rojo, su faja bien ceñida, su aire de hombre. Antes de salir, serían las seis y media, tomó un café ligero con los demás de LaVeleta, y bromearon como siempre, dándose golpecitos en el hombro y disputándose el puesto en el encierro. Alguno le dice que su sitio es con los cabestros, pastoreando, que ya está viejo para correr, y que a dónde va con esas alpargatas que le quedan grandes.
Él se habrá sonreído, pero la mueca no lo acompañaba justo en el momento en que me vio y entendió, y le falló el calzado, y, sintiéndose el resuello de la res a la altura de los riñones, no tuvo tiempo de rectificar y tomar la curva por la derecha, y allá va ensartado y corneado mientras la gente grita y se descompone.
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LA INMENSIDAD DE LAS NUBES – Jose Emilio Casbas Jimenez (Sarriguren, Navarra)
Se asomó por la ventana, parecía que las nubes más blancas del cielo habían descendido a las calles de
su barrio -vaticinando lo que estaba a punto de llegar-. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Eran
las 10 de la mañana de un 6 de Julio de un año cualquiera. Sentimientos de alegría, amistad, libertad
e incertidumbre le invadían. Un paréntesis de 8 días en su previsible vida. Se acerco al armario y buscó esa ropa para unirse a la sorprendente marea de nubes que habían bajado a la tierra. Se unió y, con
precisión geométrica, se dirigieron al mismo destino, con el mismo objetivo. Se preguntó qué habría más allá de las 12 del mediodía.