Archivo por meses: agosto 2010


OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS DE SAN FERMIN 2

EL GUIRI EN LOS SANFERMINES – María del Carmen Guzmán Ortega (Málaga,, Andalucía)

A mí gustaa mucho San Feemines. Yo vengo todos años a coguee delante de los touros. Soy de la N.B.A, mido dous metros treinta. ¡Oh boy! Esto see mucho divertido. Españoles see baguitos y poo eso cogue touro. Yo, como soy alto, abro mis pieenas y touros pasan poo debago y no hieren mí.

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RESPETO – Miguel Ángel Giral de Lamo (Paracuellos de Jarama, Madrid)

Había amanecido en Pamplona. Eran las ocho de la mañana y Jorge se encontraba algo mareado por el exceso de alcohol de la noche anterior. Se oyó el chupinazo y él corrió hacia la calle Estafeta. Quería ver pasar a los astados. Se asomó por entre las maderas que daban acceso a la calzada. Lo vió venir, era grande y negro y le miraba fijamente. Jorge se sintió atraído por esa bestia, retado por ese monstruo de más de quinientos kilos que bajaba desafiante. Un instinto ancestral de competencia con el animal le arrojó a la calle. Corrió y corrió hasta que no le quedó aliento, hasta que sus venas se hincharon por el esfuerzo y sus músculos se tensaron haciendo que le dolieran las piernas. Pero el animal era más rapido y le alcanzó en unos pocos segundos. Se mirarón durante unas décimas de segundo. Jorge comprendió, el animal pareció también comprender. Y Jorge por un instante, antes de buscar refugio en un portal de la calle entendió perfectamente cuál era esa realción arraigada en el naturaleza, genética, entre el hombre y la bestia. Empezó a respetar al animal

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CARTA AL EDITOR – Mª Amaya Carro Alzueta (Pamplona, Navarra)

Desde la habitación de un hotel de una pequeña ciudad, un americano de barba canosa escribía:
“Querido editor:
Ya sé que prefieres que centre la novela en mis experiencias, sobre todo con las mujeres y el vino; pero debes saber que estas fiestas son mucho más. No podrías imaginar como en unos segundos, la ciudad tranquila se transforma en un espectáculo de alegría, de pasión, de amor por la vida y duelo a la muerte. Las mujeres recatadas del día anterior, son ahora jovencitas traviesas que se dejan cortejar por los mozos. Aquí hay sitio para todos, niños, jóvenes y viejos; de aquí o de allá. Hay momentos en el día para el regocijo, la buena mesa y el buen vino; pero también para la devoción. Hay reyes de tamaño colosal que bailan girando sobre su eje y monstruos de enormes cabezas que persiguen a niños regocijados a la par que asustados.
Sé que quieres que mi relato llegue al público americano y que tendré que omitir vivencias que no sería capaz de entenderlas quien no pudiera vivirlas por sí mismo. Quizá invitarles a venir sea nuestra labor.
Se despide desde Pamplona, a 13 de julio de 1925,
Ernest”


OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS DE SAN FERMIN

Pobre de mí – Alejandro Megías Nardoni (Rosario, Argentina)

Poco antes de medianoche la vi, hermosa, en el medio de la multitud pero sola, como en una nube. Miraba hacia arriba esperando la salida del alcalde, entre todos solo a ella escuche gritar. ¡Gora San Fermín! Baje la vista un momento para sacarme el pañuelo de la muñeca y desapareció. Durante todos los Sanfermines su sombra me persiguió y yo a ella, me pareció verla y perderla muchas veces. Fui feliz allí en Pamplona, pero ni por un segundo olvide sus ojos negros. Mientras bebíamos con amigos y extraños su recuerdo venia a mí. Silencioso y fatal como una flecha.
El ultimo día llego, la tristeza del fin acaso fue menor que la certeza de no volver a verla jamás. Como una señal la cera caliente de una vela quemo mi mano y cuando alce la cabeza, allí estaba, entre la gente, igual que antes. Algo irreal había en su rostro, pensé en acércame y decírselo todo. De mis días si ella, de su imagen acechándome por la calles como un fantasma. Ella me miro y comprendí todo. Me detuve, a lo lejos sus labios susurraron “pobre de mí”. La multitud se la llevo, esta ves para siempre.

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Rojo y Blanco – Marianela Blanco Werner (Temuco; Chile)

Las tres de la madrugada me descubre por el rabillo del ojo, y me reprocha con cansancio. Mis pupilas brillantes se esconden y aparecen detrás de unos párpados pintados de color azul.
Al interior de la curva, el suelo resbaladizo te juega una mala pasada y sales disparado como el chupinazo, golpeando con toda tu masa contra el vallado, mientras la manada se dispersa agitada en medio de tan confusa situación. No se sabe si fue dolor, jolgorio o aturdimiento, sólo sé que un grito me sacudió… y ahora estoy aquí con tu rabo entre las manos.
Revientan mis pensamientos… y bebo del fondo hasta el éxtasis profundo de la inconsciencia, descargando mi rabia contra el vaso, donde rebota en recuerdos una lágrima, mientras en los locales de las peñas la juerga sigue hasta el alba.

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Una copa de San Fermín – Giovanni Anticona Alegre (Lima, Perú)

Dominica no concebía a la fiesta de Pamplona sin un San Fermín en las copas. Por ello, fiel a la exigencia de su paladar, salió de casa y enfiló por la calle Cervantes rumbo la tienda de Rodrigo Villas. Al entrar, lo encontró detrás del mostrador, en su postura enhiesta de siempre, leyendo un libro de páginas amarillentas. Antes de que Dominica abriera la boca, Rodrigo ya había adivinado lo que iba a decir: como todos los años, ella quería comprar su San Fermín, ese delicioso brebaje que a él también le fascinaba.
De inmediato, se desplazó hasta la despensa y, segundos después, regresó con la anhelada botella entre manos. Acto seguido, destapó el vino con un sacacorchos añejo y sirvió el fino líquido en dos copitas que sacó de un cajón del mostrador.
Rodrigo depositó una copa en la mano derecha de Dominica y dijo:
– Salud por nuestro amor, mi Dominiquita.
– Salud, mi Rodriguito.
– Y por los toros también.
– Claro, aunque no hay mejor toro que tú.
Mientras se regalaban miradas cómplices, bebieron de las copas, felices como en cada inicio de la fiesta de Pamplona.


OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS DE SAN FERMIN 2

MIS AMIGOS PAMPLONICAS  – Carmen Portillo Garcia de las Bayonas (Leioa, Euskadi)

Cuatro amigos estábamos en un pueblo de Burgos a las dos de la tarde en un bar. Entró un amigo con cara triste porque tenía dos entradas para ir a los toros en San Fermín ese mismo día y no podía ir. En cuanto dijo si las queríamos, ya no las tenía en la mano. A suertes dos entrarían y dos no. Aún así nos arriesgamos. Tuve suerte y mi amiga también. Nos pusimos en marcha en ese mismo momento con lo puesto. ¡A Pamplona por San Fermín! Con dos entradas de toros al festín. En punto estábamos delante de la plaza. En un puesto nos compramos los pañuelos rojos, y nos fuimos corriendo a los toros. Los menos agraciados, se quedaron viviendo el ambiente del exterior durante el tiempo que duró la corrida de toros. La fiesta había comenzado ya en las gradas y nosotras no tardamos un segundo en estar imbuidas en ella. En nuestras manos cayó una invitación de bota de vino y trozo de bocata de las peñas que estaban junto a nosotras. Entre ole y ole, la alegría y los cánticos de la gente, nuestra voluntad ya estaba rendida a la gente pamplonica.

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La muerte en el espejo – Elena Marqués Núñez; (Sevilla, Andalucía)

Desde el café Iruña se oye el griterío. Ante el espejo de marcos dorados y el mármol impasible de la barra, imagino la carrera en Mercaderes, la exagerada curva de Estafeta, el vallado con los mozos empinados, el balcón sobre Gutiérrez, donde lo vi hace un rato, desgraciado, sin saber lo que le espera.
Lleva su uniforme blanco inmaculado, su pañuelo rojo, su faja bien ceñida, su aire de hombre. Antes de salir, serían las seis y media, tomó un café ligero con los demás de LaVeleta, y bromearon como siempre, dándose golpecitos en el hombro y disputándose el puesto en el encierro. Alguno le dice que su sitio es con los cabestros, pastoreando, que ya está viejo para correr, y que a dónde va con esas alpargatas que le quedan grandes.
Él se habrá sonreído, pero la mueca no lo acompañaba justo en el momento en que me vio y entendió, y le falló el calzado, y, sintiéndose el resuello de la res a la altura de los riñones, no tuvo tiempo de rectificar y tomar la curva por la derecha, y allá va ensartado y corneado mientras la gente grita y se descompone.

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LA INMENSIDAD DE LAS NUBES – Jose Emilio Casbas Jimenez (Sarriguren, Navarra)

Se asomó por la ventana, parecía que las nubes más blancas del cielo habían descendido a las calles de
su barrio -vaticinando lo que estaba a punto de llegar-. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Eran
las 10 de la mañana de un 6 de Julio de un año cualquiera. Sentimientos de alegría, amistad, libertad
e incertidumbre le invadían. Un paréntesis de 8 días en su previsible vida. Se acerco al armario y buscó esa ropa para unirse a la sorprendente marea de nubes que habían bajado a la tierra. Se unió y, con
precisión geométrica, se dirigieron al mismo destino, con el mismo objetivo. Se preguntó qué habría más allá de las 12 del mediodía.


OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS DE SAN FERMIN 3

Todos mienten – Gabriela Daroca da Costa ( Pamplona, Navarra)

-¿Vas a llamar ahora a tus padres?- le pregunta Nils a Niklas mientras le pasa una lata de cerveza.

–No, hay demasiado jolgorio, notarían que no estamos en una tranquila terraza en París-. Están sentados en un tablón del vallado contemplando la salida de las peñas de la plaza de toros. La alegre música y la gente cantando hacen que tengan que hablar casi a gritos para entenderse.

–Ellos están en New York, en el congreso de medicina al que van todos los años por estas fechas. No entiendo por qué no querían que viniésemos a las fiestas de sanfermín, nunca vi nada parecido en Suecia- prosigue Niklas.

Pero Nils ya no le escucha, una preciosa chica morena vestida de blanco y con un pañuelo rojo anudado al cuello, como van vestidos la mayoría en la ciudad, le ha sacado a bailar y se unen a la animada multitud. No es difícil seguirlo con la vista, su cabeza rubia sobresale entre las demás. Ahora se acercan a un grupo con blusones color azul oscuro y con los puños y el cuello amarillos, que salta al ritmo del bombo. Pero, ¿no son sus padres los que están hablando con Nils?

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Pon, pon, pon – Emma Perez Mendez ( Miranda de Ebro, Castilla y León)

Pon, pon, pon, martillean los latidos de mi corazón.
La respiración se me acelera un punto a cada minuto. Trato de relajar mis brazos y mis piernas, de la evidente tensión a la que están sometidos.
Pon, pon, pon, retumban incansables en mis oídos.
Siento el rubor de la emoción ascender hasta mis mejillas ilusionadas. Mis ojos se cierran para tratar de moderar mi nerviosismo.
Pon, pon, pon, temo que el corazón no aguante tanta presión.
La impoluta blancura de mi atuendo contrasta con el rojo pasión del pañuelo, que reposa entre mis manos. Lo anudo entorno a mi cuello. Tomo el periódico enrollado y lo estrecho con fuerza.
Pon, pon, pon, ya se acerca mi momento.
El bullicio y la alegría me golpean en la cara al pisar las calles de Pamplona, donde cada año me siento en casa.
Pon, pon, pon, mi voz en un himno emocionada se quiebra, pues hoy vuelvo, tras trescientos sesenta y cinco días, a cantarle a San Fermín.

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A PAMPLONA HEMOS DE IR – Alberto Chara Rosenber (Buenos Aires, Argentina)

Dice Ignacio Baleztena Azcárate: \»Uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril… cinco de mayo, seis de junio, siete de julio… San Fermín… A Pamplona hemos de ir…\» Y a Pamplona fueron Isabel y Pedro un siete de julio de mil novecientos setenta a pasar la luna de miel y ahora, cuarenta años después y desde la Argentina volverían a Pamplona, para renovar sus votos matrimoniales en la Catedral de Santa María.
Aún recordaban con emoción las caminatas por Calderería, los Gigantes, el chupinazo, las corridas de toros, las ferias y las promesas de unión eterna. Isabel y Pedro tenían todo planeado, incluso lo que cenarían para festejar el acontecimiento… Cazuelicas de magras con tomate, Cordero al chilindrón, un exquisito vino clarete y de postre, los sabrosos canutillos.
Solo faltaban cinco días para subirse a ese inmenso avión que los llevaría a vivir la magia idealizada durante tantos años, solo faltaban cuatro días… solo faltaban tres días… solo faltaban dos días, solo faltaba uno… \»uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril… cinco de mayo, seis de junio, siete de julio… San Fermín… A Pamplona hemos de ir…\»


OBRAS DEL II CERTAMEN MICRORRELATOS DE SAN FERMIN 5

Parecía una pesadilla – Nora Susana Astudillo- Zamponi (Santa Rosa-La Pampa, Argentina)

Se acercaba la fiesta de San Fermín, con sus esperadas corridas de toros.
No era necesario que se lo recordara a Mauricio, en la misa de los domingos.
Este año, prefirió no hacerse ilusiones, pues pasó a convertirse en un desocupado más.
Juan, su amigo llegaba para ofrecerle un tarea temporaria: controlar el tránsito en la calles en la corrida de toros.
Camino a la reunión para organizar la celebración, le cerró el paso una manifestación,que solicitaba trabajo. Entre tironeo y tironeo para poder avanzar, busco su celular para avisar de la tardanza; más no lo hallo. Revisó su bolsillo, pero su billetera había desaparecido.
¡La suerte no parecía estar de su lado, desde hacía tiempo!
A esta altura, no sabía que hacer, si radicar la denuncia o posponer la reunión. Rumiando su bronca, regresó a su hogar. Sin embargo, no todo estaba perdido.En el trayecto, se cruzó al sacerdote de su congregación, quien llegó como camino del cielo, ofreciéndole algunas tareas; entre las que se encontraba trasladar la imagen de San Fermín por las calles de la ciudad.

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EN LA MANADA – Carlos Eduardo Castro Pérez ( Floridablanca, Colombia)

 

Corrí… corrí… desaforadamente por las calles adoquinadas, como un verdadero demente, rodeado por el encierro y al lado de mucha gente, sintiendo el viento silbar y el sudor rodando por mi cuerpo, sin poder detenerme hasta llegar a la plaza, resultando afortunadamente ileso. Lástima tener que abandonar la fiesta y no seguir disfrutándola… ¡Qué pesar! No volver a escuchar los pasodobles que me emocionan tanto… Lástima al final de cuentas ser solamente un noble toro bocinero, jadeante e inquieto, de nombre “Conversador” para más señas y no un humano, ágil e intrépido como todos esos ataviados de blanco y rojo, que van entonando a voz en cuello: ¡Viva San Fermín! ¡Viva! ¡Gora San Fermín! ¡Gora!

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MERCADERES Y ESTAFETA – Carlos Abraham Amasino ( La Plata, Argentina)

Éramos sólo él y yo. No había nadie más en el mundo. Y el duelo era a muerte. Ambos lo sabíamos (él, de forma oscura y brutal; yo, de un modo al que el pensamiento no ayudaba a suavizar). El pecho se me hundía a cada inhalación y mis piernas eran un único latido de dolor y de fatiga. Ante mis ojos pasaban imágenes borrosas: la cuesta de Santo Domingo, la plaza, la calle Mercaderes… Pero eran sólo siluetas difusas, como las volutas que el humo del cigarrillo teje en la noche. Lo único vívido y concreto era él, respirando tras de mí en broncos espasmos de su pecho poderoso.

Como un trueno, como un antiguo dios pagano, el toro pasó retumbando a mi lado, perdonando mi vida en un inocente capricho de gran bestia oscura. Y un gozo profundo y visceral, de deber cumplido y de sabor a vida, inundó mi alma.