A finales del siglo pasado, un amigo de Sanferman encontró su primer trabajo. La alegría fue imaginable. Y encima de lo suyo. Una oficina situada en un piso cualquiera de una calle cualquiera de un moderno barrio de Pamplona.
¡Su primer sueldo! Casi totalmente biengastado en invitaciones a amigos y familia… y en una discreta renovación de su fondo de armario. Las camisetas de manga corta y las camisas de cuadros, estilo leñador, no son lo más apropiado para presentarse ante jefes, compañeros y clientes.
El amigo de Sanferman aprendía rápido, y los días se le hacían cortos. El tiempo pasaba rápido, y el verano se echaba encima. No había tenido valor hasta última hora de preguntar qué pasaba en Sanfermines. Recibió como un jarro de agua fría la noticia de que en el mes de julio era imposible hacer vacaciones. Ser el último mono es lo que tiene, último en entrar, último en elegir fechas.
El amigo de Sanferman, resignado, se levantó taciturno el día 6 de julio. Como cada año, lo primero que hizo fue asomarse a la ventana. Y como cada año, apostó a que no se movería de ahí hasta ver al primer pamplonica vestido de pamplonica. Era muy pronto, y tuvo que aguantar más que otros años.
Se dio la vuelta hacia el armario, y de pronto se quedó bloqueado. ¡Hostias! Y ahora… ¿qué me pongo?
No había caído. ¿Sería apropiado presentarse en el despacho de blanco y rojo, playeras en ristre? No lo parecía.
La autoridad de su casa -su madre- consideraba descabellado el sólo hecho de pensarlo. Y ahí estaba el amigo de Sanferman, debatiéndose entre el uniforme del 6 de julio y un conjunto de camisa, jersey y pantalón de tonos verdosos francamente olvidable.
ATENCIÓN PREGUNTA:
¿Qué hizo finalmente el amigo de Sanferman?
¿Qué creéis que hizo? ¿Qué hubierais hecho vosotros?
Si te pasas de nuevo por el blog a partir de las 3 de la tarde, conocerás la decisión que tomó el amigo de Sanferman, y las consecuencias que se derivaron.
Mientras tanto, se admiten apuestas… ¡hagan juego señores!
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...