Archivo por meses: marzo 2011


Para Ella, Ella-rentzat 10

Tras doce años de barcinato, este año será el primero sin ELLA como alcaldesa, y no cabe duda que esto hará que los Sanfermines sean cuando menos, diferentes. Así que en honor a este personaje que tanto juego ha dado a este blog, especialmente a Estafetakoa, voy a contar una anécdota que le pasó a un conocido. Hemos tenido que hacer una ardua labor de investigación con numerosos testigos y maratonianos interrogatorios para tener acceso con todo lujo de detalles a esta historia real. Se han podido cambiar nombres y fechas por la gravedad de los hechos acaecidos.

Por esas circunstancias tan especiales que se dan en nuestras fiestas, aparecieron cuando la noche hacía tiempo que se había ido, tres jóvenes, uno de Lekeitio, otro pamplonés y una moza de Lizarra cuando ésta última dijo:

-Vamos al baile de la alpargata, que tengo unas invitaciones.

En esos momentos en que el cuerpo sabe que es buena hora para ir a casa, pero la cabeza cree que no, se espera que a alguien se le ocurra alguna idea mínimamente brillante y esta superaba con creces las expectativas del momento.

Salieron del último bar camino a la plaza del Castillo, hasta el lugar donde se celebraba. Cuando llegaron a la puerta el guardia jurado les miró con altanería. ¿A dónde pretendían ir estos gaupaseros, en una fiesta preparada para el glamour? Pss eh!! Qué tenemos invitaciones!. En efecto, la moza estellica no iba de farol. Así que enfilaron las escaleras rojas, mientras el segurata se echaba las manos a la cabeza, y suplicaba que no le metiesen en ningún lío. Tras subir las glamurosas escaleras rojas, llegaron arriba donde estaba lo más granado de la sociedad pamplonesa de la época. Por ahí desfilaban Javier Miranda, por aquel entonces presidente de Osasuna, o Pérez Prados, rector de la Upna, entre otras gentes, vestidas de blanco, pero con elegancia, muchos de los cuales probablemente se habían despertado para el evento. Todo esto contrastaba con las pintas de nuestros protagonistas, sin dormir, con las típicas manchas de la noche, y varias pegatinas reivindicativas. Así que tras una visita a la barra del bar, fueron en busca de ELLA, su objetivo. Preguntaron y el ahora ex-rector, les indicó donde estaba. El joven pamplonés se acercó a una mesa en la esquina donde ELLA leía la prensa, y cuando estaba al lado, le dijo:

-¿Yoli, bailas?

La alcaldesa dejó todo y salió despavorida a bailar con el mozo pamplonés. Quizás se arrepintió al instante, sobre todo al ver que las pegatinas no reivindicaban nada de su ideario político precisamente, pero ya no se pudo echar atrás, y fueron a mitad de la pista, donde la orquesta tocó para ellos el famoso “No te vayas de Navarra”, bailaron acaramelados y mientras ELLA le hacía preguntas del tipo ¿has dormido algo? (¡y esta tía va para presidenta!!!!!!!!!), el joven lekeitiarra buscó una máquina de fotos para inmortalizar el momento que le prestó una glamurosa joven.

Nos aseguran que la excesiva presencia de guardaespaldas impidió a nuestro protagonista lo que se conoce como “arrimar cebolleta”, es decir, que en todo momento corrió el aire. Tras la canción, cada cual se retiró a sus puestos, mientras el otro mozo, intentaba convencer a la chica que les prestó la cámara que le enviase las fotos. Por fortuna para el protagonista de esta espeluznante historia, las fotos nunca aparecieron.


Triana, remo y exilio 12

Siempre me he preguntado qué le puede ocurrir a una persona fanática de los Sanfermines cuando éstos le pillan lejos de casa, sobre todo si sufre esta desgracia por obligación. La anécdota que voy a contar es verídica, según afirma su protagonista, amigo del amigo de un amigo, mozopeña, corredor de encierros en aquella época y, siempre, gran amante del patxaran.

Este muchacho residió en Sevilla durante un par de años, por motivos de trabajo. Sabedor de que en su primer año de exilio laboral el txupinazo le iba a pillar a 1.000 kms de la plaza del Ayutamiento decidió compartir su nostalgia con un grupo de navarros y navarras que cada año lanzan su propio cohete en el Bar El Templete, sede de la peña osasunista del mismo nombre de la capital andaluza.

Una amiga suya sevillana, alta, guapa, de ojos y pelo zaínos, vecina de la calle Pureza, versión trianera de la calle Estafeta, le llamó en la noche del 5 de julio:

-¿Puedo acompañarte mañana a lo del Templete o es solo para navarros?

Nuestro héroe, sorprendido, aceptó encantado la posibilidad de acudir acompañado. La entrada del brazo de la morena en el Templete fue, cuando menos, triunfal. Buenos día campeón, le saludó cómplice uno de los camareros, con quien solía compartir txistorra y patxaran viendo los goles del Chengue Morales.

La mañana, pese a la nostalgia, fue gloriosa. Cohete en la calle, un ojo en la tele, jotas e himnos de peñas a todo trapo, bailes con la comunidad navarra de Sevilla, monjas incluidas. Todo marchaba sobre ruedas, la sevillana interesadísima en las batallitas sanferminera que el amigo del amigo de mi amigo le contaba al oído, los pies de ambos deslizándose gráciles por el barrillo kalimotxero que, al más puro estilo Jarauta, se había formado en el suelo.

Hasta que apareció un bilbaino, remero profesional, amigo de nuestro mozopeña exiliado, dos palmos más alto y mucho más rubio y mucho más cachas. Y conforme apareció, desapareció.

Con la trianera, claro.

Nuestro héroe se juró nunca más pasar un 6 de julio en la distancia.

Y lo ha cumplido.

Pero eso es, ya, otra historia.


Reset 6

Muchas máquinas necesitan de tanto en tanto volver a empezar de cero.

RESET.

Los ordenadores, que con el paso del tiempo acumulan miles de procesos y almacenan miles de inutilidades, respiran como nuevos si los reformateas. El propio cuerpo humano, apelmazado por el uso, los achaques, los excesos o los defectos, coge aire y se hiergue renovado tras un buen masaje de esos en los que te sacan todas las tabas.

Pues bien; a la mente le pasa lo mismo. La mente también necesita su

RESET.

 

6 de julio por la tarde. Pamplona. Inicio de la calle Chapitela, junto al hotel La Perla. Un súbito erizamiento de los pelillos de la nuca te advierte… te ha parecido escuchar un sonido de ésos que tienes clavados en lo más profundo de las cavidades de la memoria. Giras la cabeza y confirmas lo que imaginabas. Allá abajo, en la esquina del Banesto, ves un zaldiko y un kiliki.

¡Sí!

Decides acomodarte. Vas como un atún, pero aún riges los movimientos del cuerpo. Lo giras completamente y clavas los pies, dispuesto a que nada ni nadie perturbe tu concentración. Pareces la torre de Pisa, la verticalidad cede un poco y te escoras ligeramente hacia el lado del cubata, hasta que resitúas tu centro de gravedad.

En ese momento, el mundo se detiene. Todo queda paralizado y ya no oyes nada. Sólo allí abajo, donde la Chapitela convierte a Mercaderes casi en plaza más que en calle, un gran foco ilumina lo que sí sigue pasando. Desde el ayuntamiento van apareciendo gente, cabezudos, más zaldikos y más kilikis…

Ya no ves nada a los lados, has fijado la mirada en ese punto y no existe nada más que eso.

Finalmente, ocurre… el rey europeo dobla la esquina… «ahí estás otra vez, bribón…».

En ese momento, la mente inicia un desenfrenado proceso de rebobinado, y cada vez que encuentra esa misma situación, cada vez que se topa con ese primer ver del año doblar la esquina al rey europeo, se oye un pequeño chasquido, clac, clac, clac, como si en su proceso de rebobinado el hilo topase con pestañas que sobresalen de tu masa gris.

Clac. Clac. Clac. .. Clac. …, Clac…

Los chasquidos son como los anillos concéntricos del tronco de un árbol, si pudieses contarlos marcarían tu edad.

Pero no puedes contarlos porque es un proceso que acontece en segundos, antes de que le dé tiempo a doblar la esquina a la reina europea. Tu mente se ha reseteado. Te acabas de reconciliar de nuevo con la vida. Tus problemas y tus miserias siguen ahí, pero sin darte cuenta se ha asomado esa media sonrisilla que hará que cualquiera que te vea piense que eres gilipollas, ahí plantado con tu cubata, con tu inclinación y con tu cara de feliciano.

No todo podía ser perfecto. En ese momento nirvánico en que más absorto estás recibes un collejón que te hace tambalearte y que te pone el barzo perdido de los salpicotazos del cubata… «¡Venga!, ¡que estamos en el Fitero!…»

… («Pues por mí como si os vais a un atolón de la Micronesia, tontolaba»)…


La salida del día 6 3

Ya estamos aquí una vez más, y gracias a los amigos de Blogsanfermin.com relatando otra de las muuuuchas anécdotas  sobre las fiestas de San Fermín que cada uno de nosotros tenemos, cada uno de los amantes de unas fiestas sin igual (como reza la canción), y que conforme van pasando los días deseamos con mayor entusiasmo si cabe que lleguen y volvamos a pasar 9 días inolvidables, o como dicen los puristas, 204 horas llenas de momentos irrepetibles, porque cada año, es único. Ese almuerzo del día 6……., ese momento a las 12 del mediodía en la plaza………, esos almuerzos de cada día con ambientes soleados y buenas compañías……, esa comida y posterior sobremesa……, etc, etc…, momentos que claro está, en mis 151 años ya que voy a cumplir, no he tenido oportunidad de disfrutar, pero que tras oír en el paso de los años a los muchachos que nos llevan, le llevan a uno a hacerse a la idea. Solamente de lo que oímos que se cuentan entre ellos, de lo bien que dicen que se lo han pasado, a uno se le cae literalmente la baba.

Pero yo si me he de quedar con algo bueno y malo a la vez ha de ser con el día 6, día en el que nos hace una ilusión tremenda volver a salir y ser de nuevo durante unos días unos protagonistas privilegiados de las fiestas de San Fermín, ver las caras de nuevo de los niños, y no tan niños, ver a gente nueva, como nos esperan en nuestra subida de la estación, (mientras escuchamos los “improperios”, cariñosos eso sí, de nuestros porteadores, aludiendo a no sé que de nuestros pesos…….), puntuales a la cita de las 5 de la tarde. Unos aplauden, otros sin más se quedan boquiabiertos, y comenzamos nuestra andadura hacia las calles de la vieja Iruña. Es ahí donde tras nuestra enorme alegría va llegando nuestra inmensa desilusión, y es que, nos adentran entre el gentío que tras el cohete está con alguna copa de más, algunos incluso no saben comportarse, y no guardan el respeto hacia nuestra música, algunos bares se muestran inmunes a nuestro paso, ya ni silencian sus músicas a nuestro paso, y por muy grande que seamos nos empequeñecemos entre tanta masa. Nuestros porteadores además, deben de bailarnos entre cúmulos de basura (vasos de plástico, cristales, etc…) que aún no se han limpiado, con el peligro que da el bailar en esas condiciones, incluso se cometen fallos en las coreografías por la falta de sonoridad de la música en los compañeros de los extremos que no oyen, y si no, que se lo pregunten a Braulia, que hace unos años al darme la media vuelta en un baile me la encontré a más de 25 mtrs mía……

Luego también están los “patas” que los hay de fuera y de casa, el de casa se acerca pero sabe que en Pamplona infundimos un respeto, y que cualquier cosa que  se nos haga le va a ser recriminada por la gente que esta viéndonos, pero al de fuera le da igual, y lo mismo se acercan con sus katxis a querer bailar con nosotros, que a hacerse una foto, pero no se dan cuenta de su estado, y que molestan más que otra cosa, porque no entienden el sentido de nuestra presencia, incluso más de uno ha ido a tirarnos para pegarse la gracia. Ó a los Kilikis, que en su afán de refrescarlos les tiran bebida por encima, ó les dan tortas a su paso.

Estas cosas incomodan, como tampoco me gusta que ese espectáculo lo vean los niños, porque muchas veces es lamentable, y ver esas cosas no hacen más que confundirles el sentido de la fiesta, que es el de pasárselo bien, pero no necesariamente bebiendo de esas manera y comportándose así. Debemos de tener en cuenta todos que ese día salimos como un “pincel” de la estación de autobuses, gracias al trabajo de los miembros de la Comparsa que voluntariamente y durante las tardes de toda la semana anterior, se prestan a dejarnos a cada uno de nosotros de una manera espectacular, y nos devuelven ese glamur que habíamos perdido en meses pasados tras despojarnos de nuestras ropas para comenzar los ensayos, algo que ya os relaté en mi relato anterior, y que nos gusta acabar bien ese día para recibirle al día siguiente a nuestro Santo con nuestras mejores galas, porque…….., acaso a alguno le hace gracia mancharse la ropa blanca nada más salir de casa el día 7 de cara a la Procesión????, pues para mí esto es lo mismo y es una gran faena.

Así pues, aprovecho la oportunidad que me da este Blog para que alguno reflexione sobre la necesidad o no de salir el día 6 de Julio a la tarde, porque si no hay Riau-Riau…….., bajo mi punto de vista no tiene sentido.

Uhff!!!, siento la parrafada que os he metido, pero no puedo reducirlo más, este año yo, tampoco me presentaré al certamen de Microrelatos en 200 palabras, jejejeje.

Un saludo, YFM.