Obras III Certamen Microrrelatos San Fermín
Título OJOS DE SUFRIMIENTO Autor Parra Balsalobre, Lydia Sonia
Con el cohete te dan la salida y tú con el miedo en los ojos emprendes la huida. Corres velozmente dejándote en el duro asfalto, todos los años que has pasado felizmente pastando en el campo. El ruido de la fiesta alimenta tus ansias de escapar del tumulto… te refugias en cada rincón de las calles llenas de gente. Sufres en silencio,lo que si pudieras hablar gritarías a los cuatro vientos… Pareces adivinar cuál será tu suerte por la tarde en la plaza. Si todo va bien y el maestro tiene buena tarde, sólo será un pinchazo… Suenan los timbales, canta la gente «A SAN FERMÍN VENIMOS PORQUE ES NUESTRO PATRÓN…» Algunos extranjeros despistados entonan esa melodia que cada mañana en el encierro se repite, ebrios por ver por primera vez, la llamada fiesta nacional. Sales orgulloso de tu porte, de tu señorial casta y te plantas en el centro de la plaza valiente como pocos. Esperas tu suerte sin rendirte, el que se acerca es el que tiene miedo… En tus ojos se refleja tu nobleza, el sufrimiento cuando te clavan la primera banderilla… Aunque nunca te rindes y hasta el último castigo lo das todo en la plaza.
Título Día 1. Primer encierro Autor Carpena Sáez, Silvia
Hoy era el gran día. Me ajusté, cuidadosamente, mi pañuelo rojo al cuello. Aun quedaba un poco más de media hora para que llegara la hora de reunirme con mis amigos en la plaza. Nunca había participado en un encierro y confieso que estaba nervioso. Decían que era peligroso y que había que correr como un lince. También había gente que comentaba que era imposible ir sólo una vez en la vida; que cada año se incrementaba el número de visitantes porque, los que iban por primera vez, siempre repetían. Salí de casa. Una chica guapísima me miró y le guiñé el ojo. Se asustó y echó a correr. En pocos segundos, se formó un corrillo a mí alrededor que, con voz temerosa, coreaba al unísono «Olé, toro», al mismo tiempo que movían sus jerséis rojos como si fueran a torearme.
Título NO PODÍA SER ROCA Autor Laespada Vizcaíno, Manuel
Sintió como si un desgarro de tristeza la subiera hasta la garganta, algo así como cuando la soledad se atrinchera sin remedio, arrullándose en nuestra almohada. Quería gritar, hubiera deseado ser campana, o volcán, o trueno. Ser como una roca para que el sentimiento, la nostalgia recién estrenada, la ahogara la lágrima que le enmudecía. Pero no podía ser, y ahí estaba entre la multitud, como uno más de esos desconocidos a los que la tradición, la adrenalina, la emoción en ese punto sublime en el que se hace simbiosis con el miedo cuando se reta, de igual a igual, a la fiera, a la muerte; la Fiesta, en suma, los había hermanado. Todos eran uno en ese momento. De pronto, como si un mal presentimiento recorriera el espacio, se hizo el silencio. El aire se detuvo. Entonces, el hombre respiró profundamente y empezó a entonar un cántico, con la voz entrecortada, un cántico que reflejaba esa tristeza sin frontera ni bálsamo de la hoja caída. El viento se llevaba los sones del «Pobre de mí».