Archivo por días: 8 de noviembre de 2011


Angustia 7

Día 14. Angustia. ¿Que ha pasado?. Me despierto agitado antes de lo que debiera. Apenas tengo recuerdos. Hoy se acaban los sanfermines y de todo aquello que quería hacer apenas he hecho algo. Recuerdo que he estado en el Txupinazo y que el día 6 se alargó por lo que, un año más, me perdí la procesión. Vuelta en la cama. También sé que he ido a los toros con la peña, aunque apenas recuerdo toros, que he salido bailando de la plaza y también que he estado de cena con la cuadrilla en nuestro particular «cenáculo», un jardín debajo de los bomberos. Otra vuelta. De las noches recuerdo haber logrado bailar una mejicana con una moza en el baile de la Plaza del Castillo, también que he dado alguna que otra vuelta por el baile de Antoniutti e incluso el poteo nocturno por Jarauta. Me doy una nueva vuelta arrugando las sábanas. En apariencia he seguido la pauta normal de cualquier San Fermín, pero es como si los recuerdos se hubiesen comprimido.

Ya no puedo más, me levanto y me voy a la ducha diciéndome a mí mismo que con el agua fresca la mente volverá a regir como antes. Maldito kalimotxo. Mientras el agua recorre mi cuerpo y con especial dedicación mi cabeza, la angustia continúa. ¿Que he hecho estos ocho días? Maldita sea que no logro mas que retener algunos recuerdos. Compruebo con cierta desazón que la ducha no ha tenido el efecto deseado.

Me siento a comer con la familia pero ahí únicamente está mi cuerpo, mi cabeza sigue a lo suyo y el nudo en el estómago no cede. El resto de comensales lo atribuye a una noche muy larga con su correspondiente resaca y no hurga en la herida, lo cual se agradece.

Intento echar una breve siesta antes de ir a la peña a recoger la entrada. Al menos todavía queda una corrida, el Pobre de mí y lo que la noche dé de sí para completar mis escasos recuerdos. Imposible, mi mente sigue bulliendo «esto se acaba y tu como un pardillo, se te han pasado ocho días de fiesta, de San Fermín, si, de eso que estás todo el año suspirando por que lleguen y se te van sin enterarte». Más angustia.

Me dirijo con mi hermano a la peña a recoger la entrada bajo el calor pamplonés sanferminero de las cuatro de la tarde. ¿Quien tenía las tarjetas de la cuadrilla?. Todavía no ha venido. ¿Tomamos algo?. Si, una tónica. Sigue el «come come» y la mortificación angustiosa. Por fin llega el de las tarjetas y cogemos las entradas. Las reparte y en ese momento, antes de guardarla en el bolsillo, reparo en algo que llama mi atención. No puede ser. La vuelvo a mirar y remirar y ahí sigue, un 8 de un tamaño considerable, como dos soles uno encima del otro. ¿Pero hoy no era día 14?. Todavía hay esperanza, me digo a mí mismo. Rápidamente me vuelvo hacia mi hermano y le pregunto ¿A qué día estamos? Ocho, me responde con cara de «a que viene esta pregunta». Buffff. Instantáneamente la angustia desaparece, vuelve la esperanza y recupero las expectativas intactas. Una sonrisa ilumina mi cara poniendome una cara de bobo que incluso mis acompañantes preguntan ¿Que te pasa?. Nada, nada, respondo, vamos a tomar un patxarán como Dios manda. Que esto hay que celebrarlo, me digo a mi mismo.

P.D.: Esta historia es cierta y lo se de buena tinta ya que la sufrí en primera persona hace un montón de años.