Estafeta, 8:02 8
Cada mañana de ciertos días de julio, si todo va bien, a las 8:01 la manada irrumpe en la calle Estafeta. Y si todo sigue bien, un minuto más tarde enfila el callejón de la Plaza de Toros de Pamplona.
En cuanto pasan los cabestros de cola, las persianas de muchos locales de mi calle se alzan para atraer a noctámbulos y madrugadores. Puestos de camisetas, pastelerías, tiendas de fotografía y cafeterías se ponen en marcha cuando los toros están todavía sin resuello en los corrales de la plaza.
Así, se forman colas tremendas delante del Churrero de Lerín o de la Casa del Libro, los guiris de empalmada se cambian de camiseta para seguir haciéndose fotos con el periódico atrozmente enrollado en la mano y las camionetas de repartidores se apoderan de los adoquines, con la intención nunca suficientemente ensalzada de rellenar las cámaras, prácticamente saqueadas durante la noche, de los bares de la calle.
Frente a semejante trajín se cruzan las familias que se han despertado para ver el encierro y esperar a los gigantes con los que aguardan impacientes, como con mono, a que reabran los bares para continuar la juerga. Muchas cuadrillas se dirigen al mercado, para comprar lo que se van a zampar en los almuerzos en sus Peñas y Sociedades.
A mí, todo esto me lo han contado.
A las 8:02 estoy en la cama.
A pasarlo bien esta noche, por cierto. On egin.