Zolda 13
Dicen que los Sanfermines dejan huella. En las personas no sé, pero lo que es en la ropa sí. Todos sabemos de lo difícil que es eliminar los rastros y medallas que quedan adheridos a la indumentaria sanferminera tras una noche de juerga.
Pero una de esas señales resulta especialmente complicada de eliminar: es el barrillo gris que impregna los suelos de calles y bares del seis al catorce de julio. Se adhiere de manera indeleble a los bajos de los pantalones marcándolos para siempre durante su travesía por Jarauta.
Un escritor genial como Iñaki Desormáis vino a bautizar la sustancia con un localismo: zolda. No sé si llamarlo navarrismo o vasquismo porque aparece tanto en el Iribarren como en los diccionarios de batua… y doctores tiene la Iglesia.
Las señales de la zolda en los pantalones son inversamente proporcionales a los de la alopecia: conforme envejemos y vamoss quedándonos calvos, o calvas, las cicatrices de la juerga apenas se notan en los bajos del pantalón. O te vas a Salou o muchas noches terminas ¡viendo los fuegos con tu familia!
De manera que el día que se rompe la rutina, y el hominido sanferminero arrasa con bares y ambigús al ritmo del me he liao, me he liao, el color , sabor y olor de su vestimenta al regresar a casa con la luz del día va acorde a su sensación triunfal: habrá llegado a las dianas y más le convendrá tirar la ropa a la basura antes de cargarse la lavadora.
Si es que en el fondo… todos llevamos dentro un pequeño gorrino.