Archivo por meses: agosto 2012


IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín

Javier Pulido (Madrid, Madrid)

El aliento del toro

Me muevo cada vez menos, estoy angustiada, aprisionada y mi baño de agua dulce se esfuma; veo luz, tengo frío, mucho frío y puedo escucharme, gritar incluso estirarme. Oigo llorar y algo me abraza, arropa mi gélido cuerpo. Huelo a piel de algodón, a leche ¡es irresistible! Me llega un olor distinto, fuerte, cálido, que me acaricia con manos rasposas. Los ojos me pesan como losas. La luz nubla mis párpados. Alrededor, escucho voces, creo que el olor fuerte se marcha. Algo me coge, está blandito y confortable. Una ventana se abre ¡qué griterío debajo de mi! El aire es fresco, limpio e impregnado de dulces aromas a flores y verde. La pared blandita en la que me apoyo, suena más rápido, algo pasa. Se intuye una voz marchita. El bullicio aumenta, me duelen los oídos y no puedo parar de llorar. Vuelvo donde no corre el aire. Me mueven mucho, creo que ya conozco todo. Ahora, la gente grita más agudo fuera. Los golpes de mi cabezal de algodón se detienen. Llaman a la puerta. Es el olor fuerte de nuevo. Hay algo más, entre fresco y mortecino. Todo pierde intensidad, se va otra vez. Caen gotitas sobre mi cara y no cesan.

 

GLORIA ARCOS LADO (Madrid, Madrid)

LA ALGARABÍA DE LA FIESTA

Los jóvenes llegaban felices y amontonados de cualquier forma desde Zaragoza, en un coche destartalado, ávidos de fiesta y alegría. Venían a comprobar si todo aquello que les habían narrado sobre la fiesta de San Fermín era cierto. Y es que, aunque tenían muchas referencias de amigos y a través de noticias de los medios de comunicación, lo que hallaron en Pamplona, superó con creces sus expectativas. Allí la pandilla de amigos compartió, además de la alegría contagiosa y festiva, un compañerismo desconocido hasta entonces. En apenas tres días de convivencia, los jóvenes, que apenas se conocían, estrecharon una amistad que habría de perdurar más de tres décadas. En las plazas y calles de la bella Pamplona vivieron en esas pocas jornadas junto a nacionales y foráneos, la belleza indescriptible de sus toros, bailes y fiestas. Todo ello aderezado con un deseo infinito de poder compartir, hasta con los desconocidos, un acontecimiento único, que recordarían a lo largo de toda su vida. Ahora eran capaces de entender la razón de porqué los mozos cuando terminaban las fiestas de San Fermín entonaban el “Pobre de mí”.

 

Benito Escudero de la Fuente (Combarro, Pontevedra)

Encierro.

Nunca había visto un toro y sintió la atracción de correr delante, no de uno, sino de toda una manada brava. Es transgresión y alivio. El desafío estimulante del Riau Riau entonado. Es continuar el riesgo convertido en costumbre urbana por un carnicero que saltó la prohibición municipal. Alma intrépida y ejemplar. Carne y olor de toros salvajes. Es libertad. Es intensidad, mucha intensidad. Pureza blanca y sangre intensa son los colores de la fiesta. Excitación y emoción intensa individual y colectiva. La explosión enérgica de la pólvora. Es alegría. Un atrevimiento viril de juventud llevado al extremo. Fe también. Reto y tragedia. O reto y satisfacción. Sangre pasión. Risas y liberación. Vuelta a las raíces. Trabajo rural y pastores diligentes. Sudor y pañoleta. Es vino refrescante, mucho vino tinto. Bullicio de multitudes desenfadadas. Y penitencia. Corre detrás el toro de Saturnino y del joven Fermín; su discípulo. Vino y pan de panaderos. Pompaelo… ¡romana vieja y sabia!. Es recuperar la inocencia valiente arriesgando la propia sangre. Y recuerdo inolvidable. Memoria y raíz de un pueblo ancestral.

 

J.Carlos Serrano Rubio (Tavernes de la Valldigna, VALENCIA)

El Coso;

Quedamos temprano,para que me enseñara el intinerario de la carrera.Conocí a Gabriel en la mili. Tanto insistio a lo largo de los años que aqui estoy. Ernesto tienes que venir para los San Fermines, nada que ver con vuestro toro embolado(bou embolat) Comenzamos andar,de aquí de los corrales del gas saldrán,dirección cuesta de Santo Domingo,Plza. Consistorial,Mercaderes y curva para coger la recta de la Estafeta,con peligro de acabar estampa- do contra las vallas protectoras, si no andas espabilado. Y por ultimo el tramo de Telefónica con su peligrosa forma de embudo. Mira, Gabriel,yo te veré pasar desde alli arriba bien apartado para no molestar. Después de un buen rato andando, nos encontramos delante de donde acaba la carrera-me comenta Gabriel-y empieza el arte,en el Coso.-La Monumental-.Imaginate Ernesto por unos momentos, corriendo delante de 6 toros, lo mas importante, que sea una entrada en la plaza limpia sin ninún embotellamiento del personal, y acabar en mitad de la plaza,es fascinante.Donde sabes que al poco tiempo se dará paso al encuentro del toro, el torero y el duende .Ese duende que surge de los mas hondo de uno ,cuando menos se le espera,en el momento culminante,para acabar una faena bien hecha.


IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín

Begoña Marcos Rodríguez (Cudillero, Asturias)

San Fermín te llevo en el corazón

San Fermín… mi corazón se mueve cuando oigo tu nombre, cada vez más por la distancia que nos separa hoy. Cuantas historias grabadas en mi memoria y vividas en las calles de tu gran ciudad. Recuerdos despertados por la nostalgia que hoy siento. Momentos que se remontan a mi infancia, a mi adolescencia, a mi madurez… cuando aun vivía allí. Todo comenzaba el 6 de julio cuando la ciudad se teñía de rojo y blanco, cuando sus calles se llenaban de gentes dispuestas a disfrutar de tu fiesta. La plaza del ayuntamiento vibrando en un único son, al ritmo de las txarangas y las voces de los allí reunidos. Ni un solo espacio, ni una gota de aire pasaba entre ellos, totalmente unidos por un mismo sentimiento. Esperando impacientes oír el lanzamiento del cohete y ¡Pamploneses, pamplonesas, Viva San Fermín! Aun hoy en la distancia de mi tierra natal mi corazón se exalta ante esas palabras. Y algo imposible de olvidar. El primer encierro del día 7 con los cantos rogándote que nos protejas. Hoy desde el Paraíso Astur espero que sigas protegiéndome y deseo volver a sentir la emoción y el orgullo de vestir de blanco y rojo. ¡Viva San Fermín!

 

José Manuel Gómez Vega (Torrejón de Ardoz, Madrid)

El zen del corredor

¡El chupinazo! Ya falta poco para poder correr por las famosas calles de Pamplona. ¡Cuántas historias he oído contar a mis mayores! Por fin estoy aquí, a punto de hacer realidad mi sueño. No sé si podré dormir esta noche, ¡es tanta la emoción!… ¡Qué bonitos son los cánticos! ¡Viva San Fermín, Viva! ¡Gora San Fermin, Gora! A solo cinco minutos… ¡A correr! ¡Cuánta gente! ¡Aparta! Por el rabillo del ojo veo a dos mansos realmente cerca, me echo a un lado y pasan veloces, ¡no hay prisa!, ¡lo bueno no debe acabar tan rápido! Oigo chillidos y me giro para ver lo que pasa, pero no acabo de localizar la razón para tanto alboroto. Los pastores parecen buena compañía, así que lo mejor será correr con ellos hasta alcanzar la plaza. ¡Qué visión debe de ser!, con todo el albero abarrotado de gentes que cantan y animan. ¡Ahí está ya! Entro rodeado de otros corredores como yo, en loor de multitudes. Veo a mi tío al fondo y me dirijo hacia él. Mañana repetimos, le digo sin resuello pero exultante. El contesta «mu», quizá porque es un cabestro, o porque siempre le han gustado esos diálogos zen tan absurdos.

 

Ines Leal Rodríguez (El Puerto de Santa María, Cádiz)

Sabor a Sanfermines

Le salpicó la cara. Cerró los ojos en un acto reflejo mientras su boca dibujaba una mueca de asco.Algo consistente resbalaba por sus labios… Un rugido gutural se oyó mientras corría al cuarto de baño. Más tarde, con el cabello tan mojado como la camiseta y con toda la fuerza, de sus pulmones, gritó: ¡¡Nunca más limpiaré pescado!! ¡¡Me he manchado la cara de sangre apestosa y casi me trago un ojo!! La escena, de tan ridícula, provocó la risa de su madre: «¿y tú quieres ir a los Sanfermines…?» – » tendrá que ver el pescado con los toros…» – se oyó desde el fondo del pasillo. Un mes después, en la gran fiesta de los Sanfermines, con la adrenalina disparada y rodeada por una inmensa y fiestera marea humana, roja y blanca, corrió los toros. Uno la empujó durante unos segundos y la hizo caer. Algo magullada, comprobó que el animal le había manchado de sangre la camiseta y el brazo. Al apartarse el pelo, se rozó los labios y sintió un sabor salado y caliente: sus labios hicieron una mueca profunda que, finalmente, terminó con una risa contagiosa mientras gritaba eufórica: «¡¡¡Tendrá que ver el toro con el pescado…!!!»

 

Juan Manuel Raymundo Montero (Ciudad Jardin – El Palomar – Buenos Aires, Republica Argentina)

DESDE AQUI

Sé que estoy solo, a pesar de que acá, en esta tremenda oscuridad, somos tantos. Sé que estamos inquietos. Tal vez por la oscuridad, quizás por ser tantos y estar tan hacinados. O simplemente –y creo que ése es el motivo fundamental—por este saber que taladra mis sentidos, mi sangre, este saber que nació conmigo: la certeza de lo irrevocable e inminente. Sé o intuyo lo que viene, lo que sucederá apenas esas líneas luminosas que trazan la oscuridad se ensanchen, se alarguen y dejen paso al bochorno, al esplendor insoportable. Lo acepto mientras mis belfos se resecan y mi caudal sanguíneo se acelera, y quiero que esa luz me enceguezca ya, y pateo inquieto y entre todos provocamos este delirio, esto que no es estampida porque estamos acotados, en esta oscuridad maligna y ominosa. Pateamos la tierra, respiramos el polvo y eso enciende nuestra violencia y ya no sé cuánto tiempo podré sostener esto que es sólo el prolegómeno tenso y desesperado, contenido por unos cuantos maderos empalizados. Y la luz se ensancha, el aire se remueve y salimos y luego de encandilarnos alcanzo a percibir las primeras figuras de los hombres que corren delante de mí, dispuestos a eludir nuestras cornadas.


IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín

Julio Martínez Rodríguez (Vigo, Pontevedra)

LA TORA

Oigo bullicio, una fuerte explosión es el aviso para iniciar la estampida, la carrera. Personas agitadas van delante, los toros detrás avanzan en manada, dos de ellos observan y siguen mi trayectoria, no me gusta esto… Hay pocas mujeres en el encierro, casi siempre somos las mismas, desde los balcones la gente lanza gritos de aliento. -¡Halé, halé, olé,olé! Resbalo en la curva de Estafeta y caigo, un astado roza mi piel con la testud y golpea mi torso, salgo ilesa, corro, corro… Un «guiri» asustado grita. – ¡Oh my god! No entiendo, creo que se refiere a su gato, se acuerda de su gato, lamento haberlo pisoteado, ha sido un accidente, algo de inglés se. – MMMMMM sorry sir. Sigo entre el gentío, el mozo de la derecha bracea en la carrera y sonríe, gentilmente me ofrece su enrrollado diario que rehuso, empujo y golpeo. – MMMMMM no he venido aquí a flirtear. Ya veo la plaza, conozco estos lugares. Allá está Manuél, me gusta él, siempre nos protege, reune a sus chicas para llevarnos a casa, naturalmente los toros a las suyas, oigo su llamada. – Vamos Astrid, vaaaaaaaaca. ¡Viva San Fermín!

 

Juan Jesús López Fernández (Cartagena, Murcia)

LAS FIESTAS DEL SANTO

Dispuesto a desmontar la grandeza de las fiestas del Santo, cerré la maleta y fui al aeropuerto sin una sola prenda roja conmigo. Al llegar a destino, el aeropuerto era un hervidero de comentarios exaltados y foráneos ávidos de fiesta. Libreta de periodista en mano, seguro de poder destapar el mito, me encaminé al hotel. Nunca llegué a él. Una magia que creía inexistente me rondó, me tanteó y me cautivó al pisar la ciudad. A los veinte minutos ya había comprado varios pañuelos rojos y me había cambiado el atuendo. A la media hora devoraba copiosos manjares, me refrescaba con espirituosos de la tierra y reía amistosamente. A las dos horas me dejaba mecer extasiado por la marea de festeros. Al llegar la noche retozaba junto al ser más hermosos de la creación; australiana, treinta años. Al amanecer la adrenalina del encierro invadió mi cuerpo, bombeando en mi corazón bravura y arena. En el inevitable final de aquella semana cogí un avión hacia un nuevo futuro. A mi lado, la mujer de cabello plateado que compartiría mi vida. En mi interior, la firme promesa de volver. En mi maleta, prendas en rojo y blanco, amistades y la grandeza de las fiestas del Santo.

 

Palma Rodríguez García (A Coruña, A Coruña)

Diario de la Condesa Federica de Montcusá

Salimos de Toledo al crepúsculo escoltados por la guardia del conde Ricard de Montcusá. Estaba nerviosa, a mis 14 años, era la primera vez que salía de la Corte en dirección a Pamplona. Durante muchos años escuché relatos de cuentacuentos que osaban ir a esas festividades pueblerinas. A raíz de esas historias sobre saltimbanquis, corridas de toros y sobre la variedad cultural que se reunía en Pamplona, le supliqué a Padre que fuésemos. Al llegar a Pamplona, no podría imaginar las imágenes con las que me deleitaron mis ojos. Por doquier había comparsas de gigantes y cabezudos y niños de temprana edad corriendo tras de sus hermanas con carretillos en forma de toro bravo. Miles de colores adornaban las túnicas de una gran variedad de razas que ni en mil años hubiese creído posible. A la mañana siguiente, lo primero que presenciamos fue el “chupinazo”, el inicio de las fiestas del San Fermín y el grito por doquier de toda la multitud: “Viva el San Fermín”. Presencié tradiciones como el levantamiento de piedras y como un toro atravesó una de las barreras de contención para llevarse por delante faldas de doncellas y cuerpos de hombretones. Fueron los días más felices de mi vida.

 

Benjamín Alonso (Bilbao – Bizkaia, Euskadi)

TODAVÍA

Cuando el toro se despertó todavía Heminway estaba allí.


IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín

Patricia Aguilar Royán (Berge, Teruel)

Otro año más San Fermín perdura en nuestros corazones

¡Ya es la hora! ¡Ya es la hora! se murmura por las calles, teñidas de blanco con pañuelos rojos, el sol marca el medio día y un cohete sube al cielo. Pamplona entera vuelve a gritar ¡VIVA SAN FERMÍN! Todo el mundo irradia alegría reflejada en sus bailes y sus cánticos, todos unidos por el gran orgullo a su patrón, al patrón de Navarra. Y así otro año más comienzan las fiestas de San Fermín. Fiestas famosas en el mundo entero, por sus corridas de toros, donde salen los valientes, corriendo con esmero, donde todos los corazones laten al mismo tiempo, donde todos juntos viven un momento único e inolvidable, lleno de emoción y de gran valor, cargado de adrenalina. Un momento que perdurará eternamente en el corazón de todos.

 

Paco Roda Hernández (Pamplona-Iruñea, Navarra)

El centenario

Eran las seis de mañana del 8 de julio de 1912, Fermín tenía diecisiete años. Ese día los toros, con una cornamenta que cortaba la devoción al Santo, eran de la ganadería de Viuda de Murube. Fermín vestía blusón negro ajado, txapela y alpargatas de esparto gastadas por la siega. En Mercaderes se citaron trece corredores. Fermín saludó a “Cocherito”, un matador que corría como rezaba y que lidiaba a las cuatro de la tarde. De repente, mientras hacía flexiones, sonó su móvil. Era un watsap de Unai, un amigo que estudiaba teleco en la Autónoma de Barcelona. Quedamos en la plaza, le dijo. Fermín quiso atarse las alpargatas, pero la fugacidad de los astinegros le ganó terreno. No obstante, arreció su carrera en una calle contraída por un extraño silencio. Mientras tanto, Unai codeaba con miles de mozos que sudaban miedo sin ver la torada. Cientos de flases y gritos golpearon su rostro. A lo lejos, distinguió a Fermín detrás de cinco morlacos vertiginosos que doblaban hacia el Gayarre. Unai se unió a él en la curva de Telefónica y juntos entraron en la plaza. Tras un abrazo, quedaron para ir al circo Feijóo, la atracción estrella de las fiestas.

 

Daniel R. Moya Fuster (Elche, Alicante)

De reojo

Apenas quedan unos siete minutos para que todo comience, de nuevo. Desde este lado de la barrera no puedo explicarte más ese silencio frío que congela nuestras miradas y que nos hace respirar esa neblina que, también, se eleve despacio como si los segundos fuesen días. A punto están ya, lo sé, lo sabemos todos, se nota porque el corazón late como un tambor y las manos sudan. En cualquier momento abriran la barrera con ese choque de maderas y nos tocará correr, correr sin remedio. Mientras por delante nuestro corren burlonamente mirando hacia atrás, esos seres sin astas que corren erguidos sobre los cuartos traseros mientras nos miran de reojo temiendo que les alcancemos. La vida es una carrera que hay que correr hacia delante pero siempre mirando de reojo hacia atrás por si el pasado y sus recuerdos te alcanzan.

 

Daniel Priego Lacosta (Pamplona, Navarra)

El adiós

Un olor intenso a carbón embriagaba el ambiente de la estación. Entre el frío una pareja se despedía sin mediar palabra. Ambos deseaban, pero cuando las palabras estaban a punto de salir se paralizaron en seco, escandalizadas y atemorizadas por miedo volverse efímeras. La mirada él iba y venía. Sabía que sería la última vez que los vería. Ella cabizbaja y con los ojos fijos en ninguna parte. Ambos entreabrían la boca a destiempo, forzándose a decir un torrente desenfrenado de palabras, pero no encoraban la manera. Sus manos no se soltaban en ningún momento. Él acarició su mejilla suavemente y se fue acercando lentamente a su oído… Logró, con un súbito sobre esfuerzo, decir dos palabras. Antes de que se dieran cuenta el tren soltó estrepitoso sonido avisando la última llamada para los pasajeros rezagados. Él cogió su maleta y se dio media vuelta hacia la puerta del tren. Cerró los ojos y, tras recuperar el aire, ella le soltó la mano dejando al descubierto un pañuelo rojo que él se llevó.


IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín

Florencia Luisa Silveyra (San Isidro – Buenos Aires, Argentina)

Chispazo de libertad

Y todas las preocupaciones, los dolores de cabeza, las planificaciones, todas quedaron afuera. Afuera, atrás, en otro lado. Detrás de la barrera. El tumulto, expectante y excitado, diluía entre sudor de adrenalina, de miedo y euforia todo lo que podría conducir a una reflexión. Quedaban sólo segundos de espera hasta vivir los breves minutos en que se jugaría la salvación propia, salvación dada por la velocidad de las piernas, rapidez de la mente y la no obstrucción de los inexpertos. Salvación quimérica o real, no importaba. El corazón se aceleraba como si así fuera y uno así lo percibía. Todos eran iguales en el corredor, todos eran iguales a los ojos daltónicos de los bovinos. En un ruidoso silencio, tomó aire mientras las personas que estaban a su lado le pedían la bendición al santo. Se escucha un cohete. Y luego otro. Sintió cómo la masa, cada uno para su lado, emprendió la trepidante huida. El blanco de su mente lo hacía sordo a los gritos, sordo a sus pensamientos almidonados entre estantes del neblinoso pasado, ciego a todo que no fuera el imperativo de salir con vida, de no ser ensartado por los cuernos de un toro. Corría, esperando el tercer cohete.

 

Raquel Bonilla (Tarazona, Tarazona)

EL SENTIR DE UNA TRADICIÓN

Pi, pi, suena el despertador, mis ojos todavía siguen pegados pero la emoción hace ue mi cuerpo salte de la cama antes que mi cabeza desperece. Delante del espejo sensaciones encontradas: adrenalina, miedo, alegría… el traje blanco acompañado de un pañuelo que por su color chilla en el ambiente me esperan junto a mi cama. Miro alrededor pensando que quizá no vuelva, miro alrededor pensando que aquellas paredes se quedan pequeñas, mi cuerpo necesita aventura. Postrado delante de San Fermín coreando a pulmón nuestro himno, periódico en mano como si esta fuera la primera vez, sudando como si fuese la última vez. Rogando a nuestro patrón que vele por nosotros y que lleve la fiesta a lo más alto. Minutos, segundos … ponn, mi cabeza gira y gira notando el aliento de los astados en mi nuca, cientos de piernas, brazos y cabezas que seguro tienen alma pero en esos momentos son eso “piernas”, piernas rápidas como el haz de luz con el único propósito de entrar a la plaza como héroes de esas almas. Caidos por el camino, gritos de fervor, gritos de ánimo,…todo cae aplomo sobre nuestra mente, mente capturada por la emoción. ¡ Esto es el sentir de una tradición ¡

 

JAVIER FERNANDEZ CORTES (Santa Cruz de Tenerife, santa cruz de tenerife)

La última mirada

Recuerdo el sabor frío y áspero de la piedra al chocar con mis dientes tras el impacto del estuche córneo en mi muslo.Fue un salto al vacío pero al revés, de abajo hacia arriba, una interminable escena que aún permanece en mi memoria como un hierro ardiendo.Desde ese punto visual tan bajo pude ver aquellos impresionantes bóvidos negros como el azabache pasando a pocos centímetros corriendo y resbalando entre el irregular empedrado de la calle.Una marea blanca y roja corría delante de mí perseguida por auténticas bestias ansiosas de plaza mientras intentaba descubrir qué hacía en el suelo apretando con más miedo que fuerza un trozo de papel de periódico.Juro que intenté levantarme y escuchaba gritos a mi alrededor que provenían de ventanas y vallas de madera pero no era capaz de frenar el tembleque de mis piernas y apenas podía incorporarme de rodillas.Fue justo en ese momento, cuando el ruido, la adrenalina,el miedo,el sonido de la Udaltzaingoa a lo lejos y la desorientación de la caída evitaban que me levantara,cuando vi aquellos ojos; los de un astado marrón y rezagado que se paró delante de mi, corpulento y majestuoso, e interpretando mi mirada, resopló,se giró y tal vez sonriendo perdonó mi vida.

 

Pedro José Gómez Navas (Málaga, Málaga)

El último

Ya esta. Decidido. Este año es el último. Pero lo viviré aún más especial y así podré recordarlo siempre, como el primero, sin echarme nunca en cara que dejé de ir. Porque será perfecto. La cuadrilla, el almuerzo, café y patxarán. Los toros, paralizando tu corazón cada encierro al conquistar Estafeta. La Peña. Y a la tarde, la monumental. Sol y explosión de alegría. Cervezas, potes, Malatxo, bailar, saltar, destrozar canciones, piropear a las chicas, qué guapas todas… ¡Cuánto las echaré de menos! Y el santico, con esa jota que se te clava dentro y ya no se va jamás. Resaca, fritos para desayunar, acidez, los espárragos, que siempre ayudan. Y vuelta a empezar hasta las lágrimas de la despedida. Este año, el último, llorare como todos, pero por una vez llorar estará totalmente justificado. – Abuelo, ¿metiste el pañuelico y la faja en la maleta? Mira que no damos la vuelta… – Que sí, Eneko. – Ya estoy listo para mis últimos sanfermines – Hala abu, que pesao, todos los años igual y todavía no hemos salido…