Archivo por días: 2 de agosto de 2012


IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín 1

Carlos sanmartín Martín (Olleria, Valencia)

La ayuda de San Fermín

Era 7 de Julio y empezaban las fiestas de San Fermín. Había viajado desde Valencia para ver los encierros. Mi amigo me propuso correr delante de los toros y yo acepté. Empezamos a correr por las calles de Pamplona a gran velocidad mientras los toros nos perseguía con sus astas afiladas. Cuando vimos que los toros se estaban acercando demasiado obtamos por refugiarnos en las tablas de madera que había por todo el recorrido. Tuve la mala suerte de caer al suelo y los toros se separaron. Uno de los toros quedó delante de mí, mirandome con sus ojos negros y penetrantes mientras yo, en el suelo, no podía moverme. Toda la gente intentaba que el toro se marchara pero no se movía. Noté como el toro se acercaba lentamente hacia mí. De pronto el toro se paró a tan solo diez centímetros de mí. Estaba asustado, quería correr pero algo me lo impedía. Miré a mi alrededor y la gente había desapareció, estabamos solos el toro y yo. Las patas del toro retrocedieron, se dió la vuelta y empezó a correr. La gente volvió a aparecer y a correr delante de mí. No se que pasó pero pienso que San Fermín me protegió

 

José Luis Najenson (Jerusalén – no hay, Israel)

ENCUENTRO EN PAMPLONA

Hemingway y Borges se encontraron en Pamplona un 6 de julio de los años treinta. Borges, que aún veía, reconoció a Hemingway. Los toritos avanzaban por la calzada de Santo Domingo persiguiendo a los mozos. Ambos escritores estaban exultantes, admiraban el coraje. – ¿Cómo está, Don Ernesto? Yo soy Borges. ¿Le gusta el encierro? – Me apasiona, sobre todo la inminencia posible de la muerte. – Yo vivo “encerrado” en las bibliotecas. Pero intuyo que sólo es valiente quien ha tenido miedo. – ¡Ah! Eso no lo creo. Se es valeroso o cobarde. Y diciendo esto se lanzó a correr, con los toros a sus talones. Al rato, un novillo furioso tumbó el cerco. La gente huyó y Borges se quedó allí, tieso, solo y sobrecogido por el temor, mirando de frente al animal. Después, sin saber de dónde le venía el coraje, comenzó a caminar delante del torito, ya sin miedo. En ese momento, Hemingway, que volvía a su sitio, vio el final de la escena y le preguntó: – ¿Tuvo miedo, Sr. Borges? – Sí, gracias a Dios… – Reconozco que su intuición resultó cierta. – Yo jugaba con ventaja -repuso Borges, sonriendo- también tuve mucho miedo por Usted…

 

Kuko Aramendia (Sarriguren, Navarra)

La tirita

-¡Ha perdido mucha sangre! -dijo ama llorando y, sin dejar de hablar por el móvil, me pidió que esperara, que tenía que hablar de cosas serias con el tío Ramón. Y así me quedé solo dentro de la habitación. Aita no se movía y tenía tubos colgando por todas partes. Mi madre me había dicho que aita iba a estar así unos días, que con el choque del camión había perdido un litro de sangre, o algo así, y que por eso se había quedado como dormido, y que tardaría en despertarse. Yo me preguntaba qué podría hacer para ayudarle. Sobre todo porque ya habían empezado los sanfermines, y él me había prometido que íbamos a ir juntos a las barracas. Entonces se me ocurrió una fabulosa idea. Me subí a la cama en donde dormía aita, me quité la tirita de la rodilla, y con la mano acerqué la herida a sus labios. La herida me la había hecho a la mañana en el patio del cole, y todavía sangraba. Hoy se ha despertado aita, y a escondidas le he contado todo. Él se ha reído mucho y me ha dicho que gracias a esa sangre ha vuelto a abrir los ojos.

 

Johny Mendoza Navarrete (Ñuñoa – Santiago, Chile)

EUFORÍA

Recuerdos, en los hombros de mi abuelo sin saber dar un paso. Euforia acribillaba el aire aromas de fiesta y animales San Fermín en mi frente en mi memoria herencias caminadas y corridas que abrierón su día a mis ojos sacudiendo el polvo de las piedras de las calles en el ritual del juego imposible de compartir si no se vive. Corazones latiendo inquietos ante la fachada de los toros, se me van los brazos a su imagén oye el aplauso que mi voz te envia en mis letras con euforía en la selva alegria. Ayer fuí uno, hoy soy otro, con mi hijo en mis hombros de mis generaciones desprende y con mi hijo comienza la alegria de San Fermín como silencio en el ruido.