IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín
MARÍA ROSA SORIA CORÓN (ZAFRA, BADAJOZ)
SENSACIONES
Cuando espero a que te abras, miro al suelo, enmudezco, subo al cielo esperando tu salida. Y es tu aire el que yo busco cuando corro y es tu sangre la que veo en ocasiones. Es el roce de tu cuerpo el que me late. Es la angustia de saberte por detrás y la vida por saberte por delante. Eres tú, cuando llegas, salpicando con tus huellas esa arena. Y es la plaza, al fin, la que expande tu bravura y tu bravura, mi placer. ¡Qué hermosura, toro!.
Andrea Diaz (Bialet Masse – Cordoba, Argentina)
DIME DIOS…
Una sombra siguiendo a la multitud, una voz gutural entrecortada, un corazón palpitando aceleradamente, los ojos atizados de fuego, la mirada acechante, ultrajante, el sudor llegando desde la frente agitada, de pronto el espacio cubriendo la calle, el sol que pega de frente, cálculos, sagacidad, arrebato, ira, ímpetu, pelo, cuero, carne, músculos, sangre, cada fibra lleva la adrenalina hasta el último recodo del organismo, luego, luego la plaza es la que cornea… Hombre y bestia, bestia y hombre, dime Dios en San Fermín ¿que los diferencia?
Carmelo Bautista Mira (Trigueros, Huelva)
Aliento
Hoy no puedo caer. Mi corazón me pide hacer la carrera más larga de mis últimos cuarenta san fermines, pero las fuerzas pueden traicionarme. Ya no soy un chicarrón del norte, ni un andaluz obstinado por mostrar a toda España la camiseta de su equipo de fútbol, ni un inglés espoleado por el alcohol de siete sangrías. Soy un humilde pamplonica que acaba de cumplir los cincuenta y cinco años, al cual, la calle Estafeta se le hace tan enorme como los Campos Elíseos de Paris. Mi esposa no quiere que corra, mi hijo se ha quedado preocupado ante mi partida, mi madre reza desde un pedacito del cielo, y todos se preguntan por qué lo hago. Son muchos los años de blanco y rojo, de esparteras, de tantas mataduras, rozaduras y percances inesperados, antes de coronar el ruedo. Muchos perecieron en el intento. Va por todos ellos. Hoy no quiero caer, sólo quiero sentir su aliento por penúltima vez.
Juan David Rivero Raillo (El Alivio – Córdoba, Colombia)
LA QUERELLA DE SAN SATURNINO
El cielo, la eternidad Señor Dios Querellante: San Saturnino Querellado: Pamplona Asunto: Querella Os pido respetuosamente se me incluya en las fiestas de mitad de año. Amparado en mis derechos constitucionales como Santo de la eternidad. Hechos Os cuento que la celebridad de San Fermín se ha convertido en una de las más famosas del mundo. Como sabéis es celebrada en Pamplona España, ciudad de la cual soy patrono. Petición Os pido respetuosamente compartir las fiestas de San Fermín, pues si a él le han cambiado el tiempo de la celebración igual gratitud para mí sería justo. Atentamente, San Saturnino
Ignacio Rubio Arese (Moralzarzal, Madrid)
SAN FERMINES EN SHANGHAI
El pequeño Tian-Li aprieta el botón. Se le escapa un gritito de júbilo al escuchar el runrún incomprensible que, como arrullo de oso panda, emite el muñeco: “Uno de enero, dos de febrero…”. No para de dar palmadas, continua desembalando el regalo, uniendo las piezas conforme indican las instrucciones. Una a una, extiende las calles por su cuarto: la cuesta de Santo Domingo, Estafeta, Mercaderes… Después coloca hábilmente los dobles vallados y, tras ellos, agolpa montones de figuritas con pañuelos rojos. Se sorprende de los ojos tan grandes, lanza una risotada mientras levanta la plaza del Ayuntamiento, los balcones abarrotados de espectadores. El paquete incluye enormes petardos, su parte favorita. -No debo prenderlos todos de golpe- recuerda- para poder jugar más veces… Coloca seis animales oscuros en un extremo. -¡Cuidado!- advierte- ¡Sus cornamentas pinchan como astillas de bambú! El ficticio chupinazo resuena por todo el piso. Tras hacer girar sus manivelas, las bestias parten en desorden. Tian-Li vigila sus movimientos desde un rincón, recoge las figuras caídas. Una de ellas atrae su atención. -Ma-de in Pam-plo-na- lee torpemente, sin entender palabra. Intrigado, pulsa el botón del dorso. -¡WELCOME TO SAN FERMÍN!– exclama el Hemingway de plástico, con inconfundible acento del barrio de la Chantrea.