IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín
SUSANA IBAÑEZ ESPARZA (VILLAVA, NAVARRA)
COMO EXPLICAR
Sabado por la noche a altas horas de la madrugada y con mis facultades mermadas por el alcohol,alguien me pregunta que relación tengo yo con los sanfermines. Buf!Como se puede explicar la alegria que siento cuando explota el chupinazo. El nudo que se pone en la garganta cuando oyes las jotas que le cantan al santo en la procesión del día 7.Explicar la tensión que siento cuando suena el cohete que cada día anuncia que los morlacos están en la calle y que no cesa hasta que oyes el siguiente y te alivia el saber que toda la manada está ya en los corrales.Explicar la piel de gallina que se me pone cuando veo bailar los gigantes y que me comporto como una niña cuando un kiliki me pega con su berga o un cabezudo me da la mano. Explicar la tristeza que te invade cuando ves que las fiestas llegan a su fin y el pobre de mi está al caer ¡pero si incluso me emociono cuando en el sadar la afición canta el riau-riau para animar a los rojillos! No lo puedo explicar. Durante toda mi vida he aprendido a saborearlos, olerlos, respirarlos,vivirlos,sentirlos…solo sé que los sanfermines forman parte de mi.
Juan Manuel Velasco Centelles (Benicassim, Castellon)
El envíado
Él no pertenecía a la aristocracia del santoral. Nueve días de protagonismo en una ciudad mediana no le habían bastado para colonizar masivamente capillas y hornacinas de iglesias y catedrales de la Cristiandad. Al noveno día, pobre de él, una canción melancólica le restituía el anonimato de los mártires humildes. Sin que él hubiera fomentado iniciativa jaranera alguna entre su modesta comunidad de santos, el jolgorio se apoderaba de la convivencia durante aquel periodo festivo en el que una mayoría se coloreaba de rojo la aureola. Alguno había que apuraba de más los cálices. Circulaban tantas comidillas sobre la exaltación pagana de la santidad de Fermín, que aquel año su responsable de firmamento decidió enviarlo a la ciudad que le hacía de caja de resonancia universal. Se encontraba incómodo. Acostumbrado a su túnica, no se reconocía con aquel atuendo blanco rematado con pañuelo y fajín rojos, escogido por el encargado de vestuario de su sección de cielo. Las ocho en punto de aquella mañana de julio. Instantes después de que docenas de mozos saltarines corearan fervorosamente su nombre y orientaran su mirada calle abajo, no acertó con la oración cuando, súbitamente, vio aquella manada de bestias corpulentas dirigirse hacia él a velocidad de cometa.
Juan Carlos Somoza García (Bilbao, Bizkaia)
CORREDOR DE SUEÑOS
Al atardecer, cantan al santo bajo la hornacina. Después, se dirigen a los corrales de Santo Domingo. —Cierra los ojos —le dice, mientras coloca el pañuelo en su cuello —. Mantenlos así durante el recorrido. El muchacho tiene respiración acelerada y sudor en sus trémulas manos, contrastando con la sonrisa de quien le acompaña en el vértigo. — ¿El periódico?… Bien… ¡Atento al txupinazo!… ¡Allá vamos!… La manada se está estirando, derrota hacia nosotros… Cuidado. Entramos en la Consistorial. ¡Ojo! En Mercaderes cogen velocidad… Presiente los pitones… Agárrate fuerte… Atento a la curva con Estafeta, ahí resbalan sobre el adoquín… Vamos bien… Respeto, distancia, no todo vale para ir por delante… Mente y cuerpo unidos… Piensa que el mundo gira en torno al encierro, unos instantes… ¡Pura pasión! Llegamos a Telefónica; han bajado el ritmo, derrotan hacia la derecha… ¡El callejón! Entramos al coso. Capote de dobladores y a chiqueros. Tres minutos y cincuenta segundos… Un soplo de viento ha empujado nuestras ansias… ¡Puedes abrir los ojos! El abuelo sonríe mientras sus manos, llenas de recuerdos, se aferran con fuerza a la silla de ruedas de su nieto. —Mañana, —le susurra al oído— cuando escuches el txupinazo desde la barrera… cierra los ojos.