IV Edicion Certamen Internacional Microrrelatos San Fermín
Carlos Campión Jimeno (Pamplona – Navarra, E.)
A SAN FERMÍN PEDIMOS… Se escucha el primer cántico bajo la hornacina: ¡A San Fermín pedimos…! Hay un mozo que al contrario de la mayoría, lleva el ritmo de la letanía con su brazo izquierdo. En su parte derecha, la blanca manga de la camisa se dobla quebrada hacia el bolsillo del pantalón, en el espacio en el que antes hubo un brazo que tristemente perdió, sin haber mermado por este hecho su pasión por el encierro. ¡…por ser nuestro Patrón…! Fue el año pasado en el cuarto encierro. Un Jandilla “colorao” le pasó rozando llevándose en el asta la inerte manga de la camisa. En el siguiente segundo, el toro de nombre Capuchino, empitonó con ese cuerno a un corredor madrileño que falleció después. El mozo siempre pensó que esa cornada mortal tenía que haber sido para él, si hubiera tenido brazo…Desde ese día no corre pero nunca falta a los cánticos de Santo Domingo. Por el vallado del Ayuntamiento una manga vacía pende entre los tablones y se retira como una errática banderola tras su dueño. Van a dar las ocho, se oye el último cántico y el mozo lo dibuja en sus labios: ¡…nos guíe en el encierro, dándonos su bendición!
Nerea Enériz Sánchez (Pamplona, Navarra)
LA CARA DE CARAVINAGRE
Ayer hablé con Caravinagre. Lo vi triste y amargado. “¿Qué te ocurre?”, le pregunté intrigado. Me contestó enfadado: “Estoy cabreado, indignado”. “Te comprendo”, le respondí apesadumbrado: “los recortes, la prima de riesgo, los bancos, el déficit público, la reforma laboral…”. “Pues no”, me dijo. “No es nada de eso. Es que me han movilizado. Me han puesto cara de Tío Sam y gesto yanqui, me han hecho levantar el dedo y apuntar desafiante al que me mira (cuando mi madre dice que no hay que señalar con el dedo), han puesto en mi boca palabras que ni sé, ni entiendo, ni quiero decir. “Ay guán yu for Sanfermines”. Pero, ¿cuándo he hablado yo así?, si soy de la calle Mañueta, más de Pamplona que las murallas, más del Pocico de la calle Mayor que de la quinta avenida de Manjatan, de pura alpargata, de rancia bota de vino, de txistulari y tamboril, de verga, faja y pañuelico”. “Es la globalización”, dije por decir algo. “Pues no la quiero”, respondió, “que si algo son los Sanfermines son fiestas del Pueblo, compañerismo puro, amigos con poco dinero, vino, cerveza, canciones, besos, baile, perderse en la noche y, si se tercia, un te quiero”.
Nicolás Medina Cabrera (La Florida, Santiago de Chile. – Region Metropolitana, Santiago, Orfeo tenía razón
Alguien abrió el portón atolondradamente y yo comencé correr. Iba un poco rezagado, alejado de la vanguardia, y un tanto melancólico a pesar de los vítores que inundaban las calles. No había pasado mucho tiempo desde que Llorente errara el penal en la Champions. A lo sumo cuatro años, no lo sé. Imposible recordar el calendario humano en estos momentos. Sólo evocaba el travesaño endemoniado, una contracción, un calambre fulminante en el ínfimo corazón que tenía por esa época, y luego una oscuridad indecible, abisal, quizá breve, acaso atemporal. Un toro gruñón me pisaba los talones; pero bastaba acelerar un poco el tranco para dejarlo atrás. Era bonito estar nuevamente entre los hombres. No daban ganas de cornear a nadie. Pero el destino quiso cosa distinta. Divisé a Aboitiz, aquel que había deshonrado mi memoria, robándome la viuda. El blanco y negro resaltaba su lentitud. Y el pañolete que llevaba alrededor del cuello me hacía odiarlo aún más. Voló varios palmos por los aires… Y cayó duro. Al verlo inerte, tendido en el piso, me entró un poco el arrepentimiento. Pero qué va, a lo hecho pecho. Quizá ya lo estaba pariendo una cerda en los chiqueros de Aramburu. ¡Menuda reencarnación!¡Orfeo tenía razón!
Ángel Álvarez Gómez (Lillo, Toledo)
UN AÑO DE ESPERA, UNOS SEGUNDOS DE PASIÓN Y EMOCIÓN.
Un sonoro RING rompió el pulcro silencio de la noche, las siete de la mañana. Me despierte con el cuerpo descansado y la mente puesta en los acontecimientos que tendrían lugar esa mañana. Comience el ritual vistiéndome con el blanco y los adornos en rojo. Después de unos momentos de reflexión, recogí el periódico de la mañana anterior, básico elemento para la protección de todo corredor. Me dirigí a la cuesta de Santo Domingo concentrado, iba repasando mentalmente el tramo en el cual desafiaré al destino, donde luchare sacando al animal que llevo dentro y donde me retirare después de la carrera. Miles de personas nos encontrábamos congregadas en la cuesta cantando al unísono, haciendo resonar nuestra voz por las calles de la ciudad. Me encontraba allí rodeado de mis compañeros de fatigas esperando nuestro gran momento. La emoción recorría nuestro cuerpo hasta que el chupinazo resonó y todos fuimos cogiendo nuestras posiciones a lo largo del recorrido. Vi los mansos correr a lo lejos, comencé a correr rozando el asta de un miura con mí torso. Corrí sin descanso hasta que mis fuerzas iban flaqueando ligeramente, hice un quiebro esquivando sutilmente a todos y me aleje de mí perseguidor, con una gran emoción.