Archivo por días: 3 de mayo de 2013


Ponle título tú mismo 4

El cansa almas de Triku salió cingando del currelo. Había conseguido que su jefa le dejara trabajar sólo hasta las 11. Qué cabrona. Qué mas le daba haberme dejado el día entero libre, para lo que he hecho…

Mal aparcó donde Oberena, y dio cuenta del primer cubata de las fiestas en el Tip Top. Qué tristeza. De dos tragos, buscando el mayor impacto etílico. Estaba preocupado porque su cuadrilla estaba privando desde las nueve de la mañana, y temía el consabido choque de trenes al juntarse con ellos. Como la Europa de las dos velocidades.

Absorto en esos pensamientos, no reparó en la extraña tranquilidad que se vivía en esos barrios alejados del centro. Era la primera vez que faltaba al almuerzo del día 6, y siempre lo hacían en el Boscos, por lo que no se le hizo raro.

Lo que sí le jodió fue tener que pagar por una botella de Anna de Codorniu. Pero, ¿y el Dubois? Toda la puta vida arrancando los sanfermines a limpio Dubois, y ahora no hay un triste espumoso de usar y tirar que comprar.

Conforme se acercaba a lo viejo se notaba más gente. Tampoco demasiada, pero no le dio importancia. A él un hipotético fin del mundo el 6 de julio a las doce le pillaría siempre en el mogollón de la plaza del Ayuntamiento. Y si corría, este año no iba a ser menos. Menos cuarto. Llego de sobra, me bajo por Estafeta, sigo bajando por la Mañueta y salgo luego por la plaza de los Burgos, por donde el mercado. A tiro seguro.

Sin embargo, definitivamente algo iba mal. Bajó por Estafeta sorteando grupos de amigos que departían tranquilamente con copas de vino en la mano. Y sin agobios. En Mercaderes lo mismo. Obcecado con su plan, no quiso ni girarse hacia el Ayuntamiento, sino que enfiló directamente hacia la Mañueta. Su asombro no tuvo límites, sin embargo, cuando al tratar de subir ya a la plaza del Ayuntamiento, un naranjito le pidió el pase. ¿El pase? ¡¡¡¡Qué pase!!!!

Levantó la cabeza y se quedó helado. La gente esta cómoda y organizadamente sentada en perfectas hileras de sillas plegables de madera dispuestas para la ocasión. ¡¡¡¿pero qué cojones?!!! El naranjito, convencido de que estaba ante un forastero, le aclaró que esa gente estaba esperando a escuchar el pregón de las fiestas, que este año además corría a cargo del capitán del equipo de fútbol local, que había conseguido un meritorio ascenso a segunda división. Venga no me toques los güebos…

A falta de pase deslizó un billete de 20 euros, y el naranjito le rompió una esquina bendiciendo la jugada. No había una puta silla libre, así que se apostó apoyado en la pared y trató de localizar a sus amigos. Mierda, el móvil en el coche. Me he cambiado de ropa tan acelerado que se me ha quedado allí. Ya verás ahora para encontrarles…

No daba crédito. Salió Puñal, leyó un texto sin ninguna gracia, y al terminar explotaron varios cañones de confeti, y una banda de música empezó a entonar alegres melodías que no le sonaban de nada. Se restregó varias veces los ojos, incrédulo. ¡¡¡Qué hostias es esto!!!

Descolocado, se decidió a buscar a sus amigos mientras la gente se dispersaba ordenadamente. Y empezó un calvario con dos frentes. La obsesión por encontrarlos y el acojono de ver a la gente absolutamente tranquila echando potes en la calle como si se tratara de cualquier día del año. Le daba miedo hasta preguntar, porque encima no se cruzó con ningún conocido.

Y así fueron pasando las horas, hasta que se le ocurrió un plan infalible: repondría fuerzas con un buen bocata de la Mandarra, y se dirigiría a la estación de autobuses a enganchar la salida de los gigantes para el Riau Riau. Quizás no encuentre a mis colegas, pero ya me meto de lleno en harina por mi cuenta, y ya me juntaré con alguien. Típico recurso sanferminero, por otra parte.

Así que dicho y hecho. Pasadas las cuatro de la tarde se apostó en la barandilla de la mediana de Yanguas y Miranda usurpando el sitio a dos crías que inocentemente se salieron para comprar un helado. Se fue tranquilizando al ver cómo se iba poblando la zona de niños, y de madres con silletas. Qué cabrones somos…

Y al poco, se fueron empezando a escuchar ruidos provenientes del interior de la estación. Al final, no sólo se trataba de un plan para reintegrarse en la fiesta. Su reencuentro anual con los gigantes solía ser un momento muy especial. Ese momento en que ves aparecer doblando una esquina a Josemiguelerico no tiene precio. Así que verle surgir de las profundidades de la estación tiene que ser la leche…

Pero lo que surgió de las profundidades de la estación le dejó helado. Y más aún ver la reacción de absoluta normalidad de todos los allí congregados. Precedido por una banda de música que poco tenía que ver con la Pamplonesa, y en exquisita formación a ritmo de marchas militares, un grupo de unas doscientas majorettes fue apareciendo cuesta arriba haciendo virguerías con la varas de colores y dedicando sonrisas a diestro y siniestro.

A Triku se le empezaron a agolpar los pensamientos, y se fue acojonando pero ya de verdad. Una sensación de absoluta soledad le invadió al ver que nadie se mostraba extrañado, y que la gente iba incorporándose ordenadamente al desfile tras las majorettes, que ya se internaban por Conde Oliveto hacia vete tú a saber dónde. Triku, blanco, empezó a notar una taquicardia, y se dio cuenta de que estaba sudando a pesar de que estaba helado. En ese momento, un horrible pitido le taladró las sienes, llegando al cerebro antes por esa vía que por la auditiva. Se tapó los oídos con las manos presa ya del pánico. Estaba mareado, y convencido de que le estaba dando un ataque de lo que sea.

Hasta que desde alguna parte de su cerebro, sobresaturado tratando de procesar toda la información sin resultado, surgió una orden sorprendente que hizo a Triku alargar un brazo y pegar un golpe seco que hizo que el pitido parase. Desorientado, Triku se incorporó. Estaba chirriado y el corazón se le salía por la boca, la cual por cierto estaba más que seca acartonada. Silencio y oscuridad totales. Me cago en la puta………….