Archivo por días: 31 de julio de 2013


MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN

Otro año más…

 

Otro año más: guiando a los más jóvenes. Y van… Para mí una carrera de tantas. Para ellos la primera ¡y la última! Están nerviosos, lo noto. Ha amanecido. Empieza a haber ruido alrededor. Herramientas, tablones que se colocan, calles que se despejan. Una carrerita para ponerme a tono. No ha llovido por la noche: eso está bien. Nada de sustos, que los años no pasan en balde. En cambio ellos: fuertes, fibrosos. Da gusto verlos. Bueno, empiezan los cantos en la cuesta. Vamos a repasar todo: el cencerro en su sitio. A ver éstos cómo andan: “¡Escuchad! Acordaos de lo que os dije anoche. Hoy habrá mucha gente. Y cuando digo mucha, es mucha. Así que mirada al frente, nada de embistes. Pisotones los que queráis. Recordad: Cohete, puerta abierta, cuesta, otro cohete, más cuesta arriba, giro a la izquierda, calle corta, giro a la derecha, calle muuuuuy larga, un poco a la izquierda entonces y algo de bajada, vacío de repente pero no pasa nada: todo recto y a descansar. ¿Estamos?» ¡POOUMMM! «Venga: ¡nos vamos!”

 

Carlos Urtasun Estanga

 

 

RECUERDOS DE SAN FERMÍN

 

– ¿Y cuál de esos eras tú, abuelo? – Ese, el que lleva la boina negra y el periódico en la mano. – ¿Y no te daban miedo los toros? – Miedo… un poco, sí,… Respeto más bien. – ¿Y te clavaron los cuernos…? El abuelo, rodeado por sus nietos, cansado pero feliz, responde a todo y recuerda los retazos en blanco y negro de su ya lejana juventud. – Vale ya, dejad descansad al abuelo. – ¿Y ese señor de barba? ¿Era tu amigo? Los niños ignoraron a su madre, desbordada con tanta energía infantil. – Ese señor era un escritor americano muy famoso. Se llamaba Ernerst Hemingway y escribió un libro sobre los San Fermines. Y así llegaron al mundo entero. – Cuando sea mayor correré todos los encierros. – ¡Y yo! – Pues yo escribiré un libro como el del señor americano. Pero más gordo. – Muy bien, todo eso cuando seáis mayores. Ahora, al patio a jugar. Y dejad al abuelo dormir su siesta. Los niños salieron en tropel, repartiendo besos y haciendo planes. El abuelo se durmió, feliz por haber revivido y haber compartido sus recuerdos de juventud. Muy pronto sería San Fermín otra vez.

 

ESPERANZA TIRADO JIMENEZ

 

 

¡QUÉ PENA QUE SÓLO SEA…

 

En tres minutos habrá pasado todo. Tras el chupinazo que despierta de golpe a la mañana, una avalancha de acontecimientos trepidantes se desencadenará por unas pocas calles de Pamplona y los cinco sentidos se pondrán en alerta: voces y cánticos de la gente que observa la carrera desde las estacadas, gritos de los mozos que corren entre los astados avisando del peligro; olores a pólvora, a sudor, a vino…; llamativos colores que se mueven a una velocidad de vértigo entre la franja intocable del cielo y el castigado pavimento; sabores extremos que van desde el hierro en la punta de la lengua causado por el miedo y la adrenalina, hasta el dulzor de los churros con chocolate del atropellado desayuno; choques, tropezones, topadas de los toros, caídas… En tres minutos habrá acabado la carrera, y con ella todas las vitales emociones que buscaban los protagonistas de la fiesta. ¡Y qué pena que yo no haya podido atarme al cuello el pañuelito rojo, correr entre los mozos, sentir las frías astas de los toros rozarme la camisa…! ¡Qué pena que, como siempre, tenga que velar por la buena suerte de los corredores! ¡Qué pena que sólo sea el ángel de los Sanfermines!

 

Esteban Conde Choya