MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN
LA BENDICIÓN
A las 7:55, Patxi Rámila pide la primera bendición al santo frente a la hornacina de la cuesta de santo Domingo. Como todos los mozos, se emociona cuando exclama: “¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!”. Dos minutos después, a las 7:57, se repite el ritual, esta vez en euskera, y las manos vuelven a blandir el secular testigo de los periódicos, bajo la atenta mirada del santo entre los pañuelos de las peñas y del público, que se agolpa sobre su cabeza en la calle de santo Domingo. “Entzun arren San Fermín/ zu zaitugu patroi/ zuzendu gure oinarrak/ entzierru hontan otoi», entona Patxi, y aguarda a la tercera y última plegaria, brincando para calentar los músculos. La marea afina el cántico y el joven despliega mecánicamente el diario antes de galopar por el primer tramo del encierro. “El joven, que responde al nombre de Patxi Rámila, resultó herido por asta de toro y su pronóstico es reservado”, lee el mozo en la primera página. La fecha es del día siguiente, ocho de julio, y Patxi se encarama a la barrera protectora y musita para su pañuelo rojo: “Muchas gracias, San Fermín. Eskerrik asko, San Fermín”.
ALBERTO DE FRUTOS DÁVALOS
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La delgada línea roja
La gente corre, huye despavorida desde primera hora de la mañana. La noche no ha dado tregua y refleja el cansancio y el sueño en los ojos de los que aún aguantan en pie, con sus uniformes en harapos y tintados del mismo color de la sangre. La ciudad presenta un aspecto desolador y los jardines se han convertido en improvisadas fosas comunes sobre los que reposan miles de cuerpos destrozados y malolientes. Un hedor nauseabundo impera en las calles, y el crujir de cristales rotos se hace notar en cada pisada. Y tú, que como cada noche tuviste que presenciar el fuego cruzado, los disparos iluminando el cielo y las nubes inmensas de humo gris y ceniza que dejaban a su paso, te preguntas qué cojones haces aquí, tan lejos de tu tierra y de tu familia. Qué narices te hace marcar, como a todos nosotros, el día 6 de julio con boli rojo en el calendario.
Javier Casado Mayayo
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porque lo llevo en la sangre
Los canticos a la efigie del patrón han cesado ya y queda el murmullo incesante de las almas nerviosas aderezado de algún que otro empujón, los minutos pasan demasiado despacio y le ganan la batalla a la ansiedad. A este lado nosotros y tras la puerta esas enormes bestias que decidirán si la fiesta sigue o termina aquí, pienso en ellos y en que me pesan las piernas, y pienso en si hoy seré capaz de competir contra ellos,capaz de tener el temple suficiente para,al menos durante unos segundos, situarme entre la cornamenta ambiciosa de un Miura y guiarlo a su destino. Miro a los guiris sucios de vino y aún ebrios, una chica con chanclas y su amiguito de fiesta con un enorme sombrero de una marca de cerveza mientras un policía los invita a salir del recorrido mientras estos increpan en su idioma al hombre que probablemente les está salvando el pellejo. El murmullo crece, los toros están a punto de salir, es la hora, todos empezamos a dar saltitos nerviosos, suena el cohete, abren la puerta… Ahora solo tengo una pregunta ¿Por qué hago esto? Porque está impreso en mi A.D.N, porque lo llevo en la sangre.
jose antonio lopez prieto
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