Archivo por meses: agosto 2013


MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN

TÚ Y YO JUSTO ANTES

 

Tú y yo justo antes Ese año estábamos tan ilusionados con la fiesta que, en vez de meternos en ella, decidimos contemplarla. En lugar de entrar en la ciudad, nos quedábamos cada tarde en una de las colinas de los alrededores y desde allí observábamos todo. Veíamos a la gente en las aceras, los puestos de comida y las bandas de música que recorrían las calles alegremente. Hasta nosotros llegaba el fragor de las voces y la melodía de los instrumentos, el bullicio de tantas personas festejando juntas. Había momentos en que no aguantábamos sentados y teníamos que levantarnos para dominar la emoción. Sentíamos el deseo de mezclarnos con los demás, de beber o bailar con ellos, era un impulso casi irresistible. Y lo mejor era pensar en el día siguiente, saber que volveríamos a encontrarnos los dos allí arriba, en ese sitio que está cerca de las cosas pero donde todavía no ocurren.

 

Ignacio Lloret

 

 

Querer escuchar

 

Camiseta impoluta, pañuelo rojo sobresaliendo del bolsillo del vaquero blanco y mapa en la mano. Un japonés veinteañero con mirada curiosa. Le di un codazo a mi amiga, se lo señalé y hacia él fuimos. Lo agarré del hombro y juntos fuimos a la plaza del Ayuntamiento. Nos hicimos un sitio y esperamos el txupinazo: alegría desbordante. Nuestro nuevo colega saltó como una cabra, nos abrazó, se empapó de cava, hizo posturas grotescas y, finalmente, se puso el pañuelico al cuello, de forma ceremoniosa, casi litúrgica. Pensé que ya era uno de los nuestros. En años sucesivos, coincidimos; no casualmente, sino como integrante de nuestra cuadrilla. Primero conocimos a la novia y, más tarde, a su hijo. Reconozco que lloré en nuestro último encuentro, cuando mi amigo me agradeció su inmersión en la Fiesta. Para él supuso el adalid para vivir más intensamente porque durante esos días sintió, por primera vez, el sonido que emanaba de su interior. Que no tiene nada que ver con oír, sino con desear descubrir y escuchar la emoción que cada uno poseemos. En una servilleta de papel escribió este haiku y me guiñó el ojo: “Todos oyen el jolgorio, el sabio lo escucha feliz.”

 

Nuntxi López Unanua

 

 

7 DE JULIO DE 1961

 

Apoyada en el balaustre del balcón, observo el último encierro del día, mientras tú, allá en tu otra tierra, te despides de la vida. También para ti es el último encierro. Yo apuro un sorbo de vino intentando ahogar tu ausencia y borrar el rastro que tus huellas dejaron en mi piel por San Fermín, pero las lágrimas emborronan la marea blanca y roja que se desborda en la calle y yo no consigo calmar a mi corazón atravesado por el asta de la indiferencia. Has muerto, pero tu muerte no matará la fiesta. Tampoco mi amor, enganche absurdo de amante olvidada que deseaste en Pamplona y que siempre te llamó Ernesto.

 

ISABEL GAMARRA GARCIA

 

 


MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN

Doña Rosa se pasea por el Café

 

Doña Rosa va y viene por entre las mesas del Café Iruña sin destino aparente. Le gusta regodearse, presumir, exhibirse ante la clientela, que asiste atónita a su desfile estrambótico, sea lunes, martes o domingo… sea 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo… 7 de julio. Hay que ponerle fin, no vaya a ocurrir lo de aquella tarde, cuando tropezó y cayó al suelo, provocando la hilaridad general. No pensó lo mismo Don Justo, al que derramó encima la taza de té bien caliente. Entonces fue la ocasión de expulsarla de una vez por todas. Pero tras un corto paréntesis, ha vuelto con bríos renovados, para desgracia del personal. Cualquier día la arma de nuevo. Insisto, Doña Rosa, a su edad indeterminada, no debería pisar más tan ilustre establecimiento. Don Prudencio lo piensa, pero evita tomar medidas drásticas. Al fin y al cabo, piensa, no hace mal a nadie, aunque le cueste pasar muchas noches de vigilia. En realidad, se justifica a sí mismo, ella sólo busca el espíritu de su amante, el juez que aquel San Fermín nunca llegó a la cita y le hizo perder el juicio. De eso han pasado ya más de 50 años.

 

Miguel Angel Moreno Cañizares

 

 

EL FORASTERO

 

“Nunca olvidaré aquel 6 de Julio de 1959: El alcalde se disponía a encender la mecha del cohete cuando en la Plaza surgió una pequeña controversia. – ¡Agáchese, que no vemos nada! –gritó un mozo a un hombretón de barba blanca y gorra a cuadros. El forastero comprendió al punto lo que se le pedía en el lenguaje universal de los signos, y se puso en cuclillas inmediatamente. Las peñas le aplaudieron a rabiar. La ovación, los cánticos, las burbujas de champán y los chorros de vino tinto se fundieron con el chupinazo. Mil pañuelicos rojos, azules y verdes ondearon al viento. Todo era júbilo: acababan de empezar las Fiestas de San Fermín. El foráneo, que respondía al nombre de Ernest Hemingway, no se perdía una tarde de toros ni un encierro. Sé de buena tinta que San Fermín tuvo que protegerle con su capotico en más de una ocasión y que un buen plato de ajoarriero con gambas era su manjar predilecto. Recogió sus andanzas en un libro y los hijos de los hijos de aquellos que las leyeron vienen hoy a conocer esta Fiesta desde los confines más lejanos.” Así me lo contó mi madre y así os lo cuento a vosotros.

 

Yolanda Sánchez Flores

 

 

El colorido más desalentador

 

Como toda buena historia debería iniciarse, voy a empezar por el final. Me encuentro corriendo a través de una masa de gente abrumadora, mientras una ola de color rojo y blanco, muestra y oculta a la chica que conocí el día 6 de Julio en medio de la plaza de Ayuntamiento del Pamplona, si consigo alcanzarla o no lo veremos más adelante. Mientras esquivo empujones, no puedo evitar acordarme de ese primer momento en el que la vi, en una esquina de la plaza con cuatro amigas, las cuales no me miraron con buenos ojos precisamente. Sin embargo, ella no, tan sólo me esbozó una tímida sonrisa, lo que me dio pie, entre un estado digamos alegre, chisposo y dicharachero a acércame, sonsacar un nombre y convertir esa risa tímida en un torrente de risas. Lo siguiente que recuerdo es, nosotros dos perdidos por el casco antiguo de Pamplona, no nos preocupaba lo más mínimo donde pudieran estar nuestros amigos, sólo éramos ella y yo. El destino es caprichoso, pues en medio del frenesí, ese maldita ola de color rojo y blanco nos separó y la diluyó como un color más. Lo que vino, se fue, condenado rojo y blanco.

 

Unai  Peralta

 

 


MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN

EL OTRO CORREDOR DEL ENCIERRO

 

¡Jo!, de par de mañana y cuesta arriba. ¡Dios mío!, mis músculos siguen durmiendo. Pero, ¿qué hace toda esta gente mirándome y gritando como posesos? A este tío que llevo pegado ya le he pisado una vez, como siga incordiándome, volveré a pisarle pero en el callo, si es posible. ¡Ay, ay, ay!, qué pedazo de curva, ya sabía yo que me iba a ir al suelo. ¡Vaya tortazo me he metido!, pero tengo que levantarme cuanto antes, debo continuar como sea. Bueno, por lo menos ahora es en llano. Qué poco respetuosos son algunos: uno, me ha tocado el culo; otro, me da con un periódico en toda la cara; otro, se me cruza por delante; otro, que va más sucio que la basura, me ha rozado todo el costado, ¡qué asquito! ¡Hala!, vaya paso más estrecho, y hay un montón de gente en el suelo, voy a salir como una croqueta rebozada en harina. ¡Qué bien!, aquí sí que hay sitio, y qué suelo más blandito. ¡Huy!, si están mis amigos por aquí, les seguiré y seguro que me llevarán a mi corralillo. Prefiero no pensar en lo que me espera por la tarde. ¡Qué vida más corta tenemos los toros bravos!

 

Maribel Delgado Martínez de Iturrate

 

 

CON UN PAR DE CUERNOS

 

Siempre había soñado con asistir a las fiestas de San Fermín. Disfrutar en primera línea del bullicio, de esa explosión de alegría y colorido que inundaba el ambiente. Deambular por las calles envuelto en el griterio y hacer del rojo y blanco su consigna. Pero sus padres cada año se mostraban reacios y le ponían mil excusas para hacerle abandonar su empeño. Que si era peligroso, que si todavía era muy joven… Y por fin, allí estaba. Lo había conseguido. Pero una vez que había logrado su objetivo, un soplo de duda le asaltó a sus pensamientos. Quizá sus padres no andaban desencaminados porque había un pequeño inconveniente: estaba en mitad de la plaza y…él era el toro.

 

Purificación Ruiz Gómez

 

 

DESVELO

 

Cuando se produce el primer zumbido del despertador, todavía son las seis. Faltan dos horas para que dé comienzo el encierro y un murmullo incesante altera ya el sosiego de las calles. Hace rato que diluvia. Con suerte lo suspenderán. Los toros resbalan y atrapan a los corredores contra el vallado, me digo con sentido del deber mientras intento telefonear por enésima vez a Miguel para que desista en su empeño. El móvil está apagado o fuera de cobertura. Me asalta un sentimiento de culpa: como las discusiones que no terminan en abrazos ni conducen a ninguna parte. El traje de pamplonica falta de entre la ropa de su armario, no así las etiquetas de las prendas que se estrenan por primera vez. Revuelvo los cajones de la cómoda para buscar, sin éxito, la imagen del santo Moreno, recordatorio de su primera comunión. Confortada me retiro a la cocina para montar la nata que adornará la tarta del cumpleaños de Miguel. Tengo la impresión de que el teléfono fijo comienza a sonar en el salón. Me siento tentada de contestar la llamada, descolgar el auricular, pero a mitad del cuarto tono la señal se corta, también la nata por un exceso de batido.

 

MARÍA ISABEL CASTELLS VALLE

 

 


MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN

COGER TORO

 

Edgar había nacido en Oak Park, en la misma villa estadounidense que Hemingway. Tal era la admiración que sentía por el escritor que pensó acudir a Pamplona, a los festejos de San Fermín. Él no iba a ser uno de los valientes que se lanzan en plancha desde la Fuente de la Navarrería, pero sí pasaría la noche en vela para coger toro en Estafeta. Edgar llevaba en su mano un Diario de Navarra doblado. Con dicho periódico incitó al toro colorado. Tras la mirada brava del astado se echó a correr a dos palmos de sus cuernos. El estadounidense sabía que no se le daban nada bien las carreras en curvas. Por ello, en la de Telefónica imploró a San Fermín y a Hemingway mirando al cielo y elevando tres veces el Diario. Corrió, corrió, corrió, tan velozmente que al coger la curva le pareció ir montado en una noria. Victorioso llegó a la Bajada del Callejón y entró en la plaza. Triunfante dio la vuelta al ruedo. Entre varios dobladores, nuestro héroe se sentía a salvo, pero, inesperadamente… ….Inesperadamente, el astado colorado le dio una cornada. Del susto, despertó de la pesadilla y pensó: ¨Menos mal que anoche pillé una buena borrachera¨.

 

ISABEL GARCÍA VIÑAO

 

 

LAS CAMPANAS DOBLAN POR ERNESTO

 

Espero a Ernesto sentada en la terraza del Café Iruña, al calor del Casco Viejo pamplonés. En víspera de fiestas la vida pasa con la sensualidad de un desfile de ropa interior. Desde este privilegiado palco que da a la Plaza del Castillo, Ernesto y yo le damos sentido a nuestras vidas, embelesados por la emoción, la alegría y la tragedia de los Sanfermines. Recuerdo los almuerzos en Casa Marceliano, las tardes de tertulia taurina en el Hotel Yoldi, la copa de coñac en el bar Txoko, las copiosas cenas en Las Pocholas. Son días en los vivimos la vida con más ganas de vivir; una vida que vestida de tropezones, embestidas, gritos y morlacos resoplando en los talones, recorre veloz los 825 metros que separan Santo Domingo de la Plaza de Toros. Recuerdo las comilonas, las risas, las discusiones. A Cayetano Ordóñez, al Niño de la Palma, a Belmonte. Aquí fuimos pobres pero inmensamente felices. Espero sentada en la terraza del Café Iruña…, pero él no llega. Me marcho, no sin antes dejarle una nota escrita en una servilleta de papel: “Qué triste y sola me dejas. Pamplona, 2 de julio de 1961”. Doblan las campanas. Lo hacen por Ernesto.

 

Jaime Fernández Bartolomé

 

 

Memoria

 

Ser el ADN. La memoria genética de millones de zancadas, caídas y sangre. Ser el más fiel escriba de todo un pueblo, de sus tradiciones y no poder manifestarlo. Ese es mi sino, mi triste legado y nunca he aprendido a aceptarlo. Nadie conoce cada historia, cada momento, cada curva, cada herida como yo lo hago. Nadie vive, sufre, vuela y corre como yo quisiera hacerlo. Nadie comprende lo que significa sentirlo sobre cada grieta de tu propia fisionomía siendo incapaz de gritarlo. No ser capaz de jalear a toda esa gente, no poder espolear sus pasos ni aunar tu emoción a la suya en cada encierro. Nadie entiende la espera. Todo un largo año contenida, agazapada, anhelando el tronar de un nuevo comienzo. Sí, ellos hablan de emociones, de sentimiento y de orgullo, pero nunca podrán entenderlo, al fin y al cabo no son más que personas, aunque sean la sangre que da vida a mi torso de asfalto, mis calles y mi corazón hecho plaza. Pobre de mí.

 

Oscar Ortiz Rodríguez

 

 


MICRORRELATOS PRESENTADOS EN LA V EDICIÓN DEL CERTAMEN

RECUERDOS

 

Me desperté sintiendo el rojo del Kalimotxo tomado horas antes, el de los labios de una mujer que quiere ir acorde con la fiesta y del pañuelico anudado al cuello. La noche previa no había estado nada mal, como dirían en Chile, fue un gran carrete. Extraño una vez más, a pesar de ser casi idéntico año tras año: música, incontables abrazos, un mundo hecho cuidad, acentos que suenan a ganas de compartir. Extraño ver amigos de siempre fundirse en uno como si fuera la primera y la última vez en encontrarse. Tras aparcar cerca de la ciudadela la rodee, esperé a que el semáforo cambiara de color y di un par de vueltas a la estatua de los fueros hasta que vi a Ibai. No hay jotas sin Sarasate, y Sarasate sin estatua a modo de lugar de encuentro. Me echo el brazo al hombro y fuimos a buscar una sonrisa, la de la camarera que parece alegre a pesar de estar cansada de trabajar, de horas de pie, de poner buena cara, perder al cliente que se va sin pagar una ronda, y pese a todo sentir que vale la pena. El euro cuesta, y más si se viste de fiesta.

 

Mari (María del Carmen) Ollo Alacasena

 

 

Д326ЙЂ

 

En una gélida oficina postal de Чукотка, el empleado Д326ЙЂ, emigrado español, es un tipo extraño. Balbuce, en un babélico lenguaje (quizás mezcla de ruso y español), que andaba corriendo las calles de su pueblo y que, al girar en Mercaderes hacia Estafeta, el ímpetu y la exaltación festiva le hicieron derrapar hasta dar con sus huesos en la oficina postal, en la que trabaja desde entonces, con notable eficiencia a pesar de su origen incierto. Está muy claro que su historia sólo puede ser un espejismo, fruto de las dificultades idiomáticas: uno intenta explicar, por ejemplo, que volverán las oscuras golondrinas, y lo que dice en realidad es que el vino que tiene Asunción ni es blanco ni es tinto ni tiene color, y esto es sin duda lo que le ocurre al empleado Д326ЙЂ cuando intenta explicar cómo vino a parar a esta gélida oficina postal de Чукотка. Es un tipo extraño, que se transforma cuando llega la cálida vigesimoséptima semana del año, que brama y que se exalta durante siete días con aquellos gritos sin sentido, “¡viva San Fermín!”, “¡gora San Fermin!”, con esos ojos enloquecidos, esa pelaje negro brillante hasta doler, esos enormes cuernos que infunden terror.

 

Francisco David Navarro García

 

 

Mi sanfermin

 

Mi Sanfermin Cada ano, vestia de blanco, corria a la plaza esperando el estruendo de la magica llegada de los toros. Mi Corazon y mi cerebro eran un lio de coraje y miedo, de alegria y tristeza, de fuerza y debilidad, de destreza y torpeza. Al escuchar el Chupinazo, entraba en shock. Solo escuchaba los latidos de mi corazon, sentia mi sangre correr por mis venas como lava ardiente secando mi lengua y cortando mi respiracion mientras habia una calle por correr y toros a esquivar. Disfrutaba lucirme de pureza frente a las enrojecidas calles pamplonenses. Sanfermin se convirtio en una presentacion de arrogancia para mi. Solo escuchaba los gritos de las ninas en los balcones y comence a ver mis trajes matizados de rojo y sucio, mientras corria. Un 14 de Julio, se nublo mi vista, se paralizo mi cuerpo y la lava ardiente, se convirtio en frio mortal en medio de la calle de piedras. Desde entonces, el Chupinazo me angustiaba. Trascurrieron anos de encierro, miedo y desolacion,cuando, vi una nina en medio de la calle aplaudiendo la aproximacion de los envistientes toros. La confusion de mis sentidos volvio a mi cuerpo, y corri para salvarla. Habia recuperado mi esencia… mi sanfermin.

 

Nelly Naranjo S.