Capítulo I. La víspera 4
Nada mas darle al intro, sintió que algo estaba a punto de cambiar para siempre. Se quedó mirando absorta y tontamente sus uñas impecablemente pintadas, unas de blanco, otras de rojo bermellón, su color favorito. Quizás algún pseudo psicólogo argentino en declive le advertiría, previo pago de una elevada suma, que eran el fiel reflejo de la lucha interna que se debatía por todo su cuerpo y en su fuero interno. Ella, había preferido ahorrase esa minuta duerme conciencias y dilapidarla en un billete de bajo coste dirección Pamplona.
Ese enclave en Le Pays Basque era su coartada perfecta para dar rienda suelta a todo esos instintos que últimamente le estaban martilleando dentro de su cuerpo. Había encontrado en la red un pamplonica que alquilaba habitaciones a un precio módico en el casco viejo de la ciudad de Pamplona y había decidido apostar por la fiesta y la diversión de sus famosos sanfermines . De algo habían valido esas horas interminables horas cuidando a ese par de diablos marselleses a veinte euros la hora. Toda esa paciencia aguantando las chorradas de sus preocupados padres ante su inesperado viaje fin de carrera.
Quizás también la reciente ruptura con su petit-ami le empujaban a aceptar este viaje. Aún tenía reciente su cara de capullo integral pidiéndole perdón por aquello. Sólo de recordarlo se le aceleraba el pulso y le entraban ganas de trocear al primer hombre que se cruzara en su camino. No te desvívas más por él, Lou-Lou, pensó para sus adentros.
Así que sin más preámbulos, metió en un troler toda su colección de camisetas, shorts y vestidos blancos y rojos que encontró dentro del armario. Le sobraba espacio de sobra, ya que únicamente encontró dos conjuntos .Aderezó su escueto pasaje con una petaca, una caja de preservativos, un cartón de galoises, un neceser gigante y una coqueta txapela roja recuerdo de su amada aitxatxi.
Cerrando con fuerza la puerta de su pequeño estudio marsellés con vista al puerto y sin pensárselo dos veces, se introdujo con la agilidad propia de sus ventipocos años dentro del taxi. Sin mirar atrás, y con una sonrisa de oreja a oreja, le espetó al taxista que se diera prisa, ya que tenía un vuelo charter directo al corazón de la fiesta.