Archivo por días: 15 de octubre de 2013


A vueltas con el encierro 6

El encierro consiste en el traslado de los toros que se lidiarán por la tarde hasta los corrales de la plaza de toros. Evidentemente, la forma más segura de hacerlo sería cargándolos en un camión y subiéndolos sin prisas, sin presión, sin agobios, y garantizando que los bichos llegan en perfecto estado y que no desarrollan ningún sentido.

¿Por qué no se hace así?

Porque tratamos de conservar la tradición de hacerlo a la antigua usanza.  Es decir, llevando a los toros por la calle hasta los citados corrales. Y permitiendo, y ahí está la gracia, como se empezó a permitir hace doscientos años, que gente ajena a los pastores «acompañara» a éstos en su labor. Esto implica aceptar que cualquier día puedan morir nueve corredores, y entonces no valdrá rasgarse las vestiduras.

¿Estamos preparados para que un día suceda eso?

Creo que no. Por una parte, la presión externa sería agobiante. Al ser el de Pamplona el encierro de mayor relevancia, los detractores -entre los que se cuentan importantes comunicadores- encontrarían el caldo prefecto de cultivo para tratar de acabar con este rito (lo han llegado a calificar como «barbarie»).

Pero lo grave es que creo que internamente tampoco estamos preparados para asumir que un día pase algo así. De lo contrario no se explica el continuo afán por hacer del encierro algo más seguro para los corredores. En este punto se produce un interesantísimo debate, que debería ser mucho más rico de lo que muestran las distintas mesas de «salvación» del encierro. ¿Qué debe primar? ¿el respeto a la tradición? ¿la seguridad?

Si es lo primero, ¿por qué se toman medidas como la aplicación del pegamento antideslizante? ¿por qué se sueltan los cabestros de cola? Etc., etc.

Y si es lo segundo, ¿por qué no se desarrolla el encierro por la Avenida del Ejército, amplia recta, y con una mínima curva enfila la calle Arrieta directamente hasta los corrales sin pasar por el peligro de la entrada a la plaza?

¿Dónde está el punto de equilibrio entre el respeto a la tradición y la seguridad? ¿A quién corresponde definirlo?

Por otra parte, resulta también evidente que entrar a correr el encierro es una decisión libre, a nadie se obliga. Entrar al encierro no conlleva solamente asumir que puedes perder la vida a astas de un toro. Conlleva asumir que la puedes perder en cualquier otro lance, como un montón o una mala caída, un pisotón…

¿Estamos obligados, como he llegado a escuchar, a implantar medidas que minimicen el riesgo de que pase algo malo? Yo entiendo y comparto que se implanten las mayores y mejores medidas de reacción ante un problema (básicamente hablo del dispositivo médico). Pero no comparto que haya que modificar aspectos clave del encierro para proteger a quienes libremente entran. Por esa misma regla de tres, estaríamos obligados a modificar la fisonomía de las montañas para que los montañeros no corran riesgos al subirlas.

Vivimos tiempos de agarrársela con papel de fumar. No hace mucho leí un artículo en el que una avezada sindicalista clamaba alertando del riesgo laboral que supone hacer fotocopias. Así que no soy optimista. Deduzco que va a primar la búsqueda de la seguridad. Seguiremos alterando la tradición original, resguardados por el argumento de que las cosas deben evolucionar, y la convertiremos en un espectáculo cada vez más seguro.

Lógicamente, cada vez más gente se sentirá tentada a entrar a correr. Se produce un «efecto llamada» clarísimo. ¡Anda! ¿y no estábamos de acuerdo en que el principal problema del encierro es la masificación de corredores? Estamos trabajando para que cada vez más gente lo corra.

La alternativa sé que es dura, que nadie piense que soy un desalmado. Pero sigo creyendo que sin tanta medida de seguridad acabaría corriendo menos gente, porque habría más muertos y heridos. El encierro perdería el problema de su masificación, y recuperaría buena parte de ese espíritu casi romántico que ha forjado grandes historias, grandes relaciones y grandes corredores: los valientes entrarían a jugarse la vida buscando ese fugaz idilio con el toro.