Archivo por días: 30 de octubre de 2013


Siestas de San Fermín 3

Chapu Apaolaza es uno de esos cronistas de la fiesta que los Sanfermines tienen el lujo de contar entre sus filas. Y aunque Chapu en esos días esté de fiesta y no escriba nada para el periódico, siempre acaba dejando retazos de sus vivencias en la fiesta.

En los pasados Sanfermines Apaolaza se había quitado de correr el encierro y esquivaba el síndrome de abstinencia de la cuesta de Santo Domingo disparando a diestro y siniestro con una cámara de fotos de bolsillo. De manera que empezó a subir fotos a las redes sociales bajo el epígrafe «Siestas de San Fermín», porque bien fuera por el calor o por el cansancio acumulado en los primeros días de fiesta, sus amigos comenzaban a caer fulminados en la sobremesa del ocho de julio y para no dejar de hacerlo a la misma hora hasta el “pobre de mí”.

Siesta y fiesta, feria y fiesta, feria y siesta, tienen una relación directamente proporcional. Si uno pertenece al grupo de los que están levantados a la hora del encierro, disfruta de las tardes de toros y no renuncia a festejar por las mañanas o en las primeras horas de la noche, necesita tanto de una cabezada como de tener algo de dinero en la cartera. Son el pequeño acto de conciliación sanferminera con la fase REM. Para ejecutarlas no hace falta pijama y orinal: una silla, un sofá incluso un banco pueden ser el lugar adecuado.

Porque se le pueden robar horas de sueño a la noche, pero no engañar a la siesta. De hacerlo, las consecuencias pueden resultar catastróficas. Red Bull dará alas, pero no hace milagros. Quién esto firma, ha visto a gente plácidamente dormida entre las almohadillas del tendido de sol, a eso del tercer toro, cuando la zolda empezaba a invadirlo todo. A locutores de radio con los párpados cerrados mientras su hablar se transmutaba en farfullido. Cualquier día, a algún Presidente se le caerá la chistera del palco en plena lidia de los miuras, por no haber hecho los deberes a tiempo.

Así que el siete de julio, sobre las cuatro y media de la tarde, volveremos a entonar un discreto e inaudible ¡felices siestas!.