Archivo por meses: octubre 2013


De montones

Podíamos hablar de diferentes tipos de montones, montones en el encierro, Montón como apellido, lugares que utilizan esa denominación como el bar de la calle Jarauta o el ya inexistente bar de la calle San Francisco, actual sede de la peña Anaitasuna. Pero al final la palabra montón va a estar inequívocamente asociada al ocurrido en el encierro del día 13. Y todo por la actuación de diferentes personajes públicos, primero del sindicalista que realizó acusaciones que luego se demostraron ser falsas, con una intención más política que sindical y posteriormente el consejero con sus explicaciones en las se incide en el hecho de que fue provocado por las caídas y no por la puerta que no llegó a cerrarse adecuadamente y que redujo a prácticamente la mitad el espacio de acceso al ruedo. Y más vale que no ocurrieron desgracias personales.

Os dejo con el chiste de Oroz publicado en Diario de Navarra el pasado sábado en el que se da una explicación gráfica y ocurrente de lo acaecido aquel día.

20131012


Hacer la goma 4

La memoria en Sanfermines es como los clclistas tocados en el Tour: hace la goma.

Puede que una tragedia de enormes dimensiones haya podido sacudir la ciudad a las ocho de la mañana que doce horas más tarde, si Padilla monta el taco en la plaza a todos se nos olvida por momentos.  Si el recuerdo es del día siete, durante la procesión, al cuerpo jaranero le parecerá que aquello sucedió en otro siglo el doce de julio. Sin embargo, al atravesar el rubicón de la madrugada del 15 de julio, con su sueño y su resaca, la memoria vuelve a estructurarse en la cabeza con cierto orden, componiendo un collage de recuerdos más o menos coherente.

El que esto firma tiene vocación de hombre orquesta en asuntos del cuerno, de manera que en el año de los cabestros locos, cabestros muertos, montones, matadores corriendo el encierro, toros dando brincos, delegadas a la fuga, morantes pegando petardos y pelotaris saliendo a hombros, este menda puede situar bastante bien el orden cronológico de los días. El problema es que dos horas después de cada evento taurino, almorzara, comiera o cenara con otras gentes o fuese perseguido por «el Coletas» que no perdonaba ni un vergazo.

De manera que estos días post-fiesta la gente me habla sobre sus encuentros sanfermineros conmigo, como si pensaran que recuerdo algo o que mi memoria estaba activa. Tengo unas lagunas tremendas y lo peor es que no están provocadas por el alcohol. Debe ser cosa del estrés o del olor de la resina de los tilos que este año pegaban más que la cola de carpintero.

A tal punto llega la cosa, que ya los hay que quieren aprovecharse de mí. Asegura Gaupaseitor haberme visto llevando por Jarauta los palos de la pancarta de su peña ¡Qué ocurrencias! Todos sabemos que los del Anaita con su pancarta son como los almonteños con la Virgen en el Rocío… no puedes acercarte a ella si eres un extraño. Tampoco reconoceré jamás que me dejé olvidada a mi mujer camino de los Corrales del Gas en la noche del seis de julio. A nadie se le escapa que esa conducta hubiese supuesto mi muerte sanferminera.  Y por supuesto sólo a una mente maledicente se le ocurriría pensar que aquel niño perdido en la puerta del patio de caballos era mi hijo (los chavales le llaman papá a cualquiera).

De manera que la memoria, por muy desarrollada que uno la tenga, sufre en sanfermines una prueba de estrés extrema.

A todo esto, ¿de qué os quería hablar hoy?


Comienzo de travesía= Fin de Temporada 5

Buenos días a tod@s y encantado una vez más de seguir una temporada más fieles a la cita de este blog, a relataros más historias, aventuras y desventuras de una temporada llena de emotivas salidas, por que sin lugar a dudas, cada una de ellas tiene su aquel particular.

En nuestro caso particular, no podemos llamarle “travesía del desierto” completa, puesto que en esa travesía, tenemos, al menos este año, 4 salidas importantes también, Privilegio de la Unión (1 día), San Fermín Txikito (2 días) y San Saturnino (1 día). Así pues, afrontamos esta recta final con la incertidumbre de si el tiempo nos dejará actuar en nuestra última salida de la temporada, o si por el contrario deberemos ya de esperar una temporada más, en nuestro hogar, la llegada de un nuevo 6 de Julio, o de alguna jornada Pre Sanferminera que a algún político, ó técnico del Ayuntamiento (ya no sé quién manda más) se les ocurra sacarnos, incluso para hacer algún anuncio de publicidad, como ha sido el caso de este año, en el que algunos compañeros se han visto implicados en una campaña lanzada contra la violencia de género (la verdad que aún no damos crédito a la iniciativa que hubo, pero bueno, donde manda patrón………, no manda el marinero, y mucho menos nosotros) previa a San Fermín.

Así pues, esperemos que esta última salida la podamos realizar, y ya demos descanso a una temporada que ha tenido de todo, incluso la caída de mi señora esposa, de la que en un próximo relato os hablaré, porque hay mucha miga en el asunto, y porque creo que es hora de que se vayan poniendo serias medidas para que cosas así no vuelvan a ocurrir, porque aunque esta vez ninguna silleta tuvo que ver, es más que probable que algún día suceda algún susto de estos, producido por alguna silleta en particular, y como se suele decir, más vale prevenir que lamentar.

Así pues, Ongi Etorri a tod@s!!!, saludos a mis compañeros de blog, y aunque un poco tardío, aquí estamos de nuevo dispuestos a que esta travesía, o contra escalera, e incluso la futura escalera, la hagamos entre todos lo más llevadera posible.

VIVA SAN FERMÍN!!!

GORA SAN FERMÍN!!!

 

Saludos,

 

Toko-Toko


A vueltas con el encierro 6

El encierro consiste en el traslado de los toros que se lidiarán por la tarde hasta los corrales de la plaza de toros. Evidentemente, la forma más segura de hacerlo sería cargándolos en un camión y subiéndolos sin prisas, sin presión, sin agobios, y garantizando que los bichos llegan en perfecto estado y que no desarrollan ningún sentido.

¿Por qué no se hace así?

Porque tratamos de conservar la tradición de hacerlo a la antigua usanza.  Es decir, llevando a los toros por la calle hasta los citados corrales. Y permitiendo, y ahí está la gracia, como se empezó a permitir hace doscientos años, que gente ajena a los pastores «acompañara» a éstos en su labor. Esto implica aceptar que cualquier día puedan morir nueve corredores, y entonces no valdrá rasgarse las vestiduras.

¿Estamos preparados para que un día suceda eso?

Creo que no. Por una parte, la presión externa sería agobiante. Al ser el de Pamplona el encierro de mayor relevancia, los detractores -entre los que se cuentan importantes comunicadores- encontrarían el caldo prefecto de cultivo para tratar de acabar con este rito (lo han llegado a calificar como «barbarie»).

Pero lo grave es que creo que internamente tampoco estamos preparados para asumir que un día pase algo así. De lo contrario no se explica el continuo afán por hacer del encierro algo más seguro para los corredores. En este punto se produce un interesantísimo debate, que debería ser mucho más rico de lo que muestran las distintas mesas de «salvación» del encierro. ¿Qué debe primar? ¿el respeto a la tradición? ¿la seguridad?

Si es lo primero, ¿por qué se toman medidas como la aplicación del pegamento antideslizante? ¿por qué se sueltan los cabestros de cola? Etc., etc.

Y si es lo segundo, ¿por qué no se desarrolla el encierro por la Avenida del Ejército, amplia recta, y con una mínima curva enfila la calle Arrieta directamente hasta los corrales sin pasar por el peligro de la entrada a la plaza?

¿Dónde está el punto de equilibrio entre el respeto a la tradición y la seguridad? ¿A quién corresponde definirlo?

Por otra parte, resulta también evidente que entrar a correr el encierro es una decisión libre, a nadie se obliga. Entrar al encierro no conlleva solamente asumir que puedes perder la vida a astas de un toro. Conlleva asumir que la puedes perder en cualquier otro lance, como un montón o una mala caída, un pisotón…

¿Estamos obligados, como he llegado a escuchar, a implantar medidas que minimicen el riesgo de que pase algo malo? Yo entiendo y comparto que se implanten las mayores y mejores medidas de reacción ante un problema (básicamente hablo del dispositivo médico). Pero no comparto que haya que modificar aspectos clave del encierro para proteger a quienes libremente entran. Por esa misma regla de tres, estaríamos obligados a modificar la fisonomía de las montañas para que los montañeros no corran riesgos al subirlas.

Vivimos tiempos de agarrársela con papel de fumar. No hace mucho leí un artículo en el que una avezada sindicalista clamaba alertando del riesgo laboral que supone hacer fotocopias. Así que no soy optimista. Deduzco que va a primar la búsqueda de la seguridad. Seguiremos alterando la tradición original, resguardados por el argumento de que las cosas deben evolucionar, y la convertiremos en un espectáculo cada vez más seguro.

Lógicamente, cada vez más gente se sentirá tentada a entrar a correr. Se produce un «efecto llamada» clarísimo. ¡Anda! ¿y no estábamos de acuerdo en que el principal problema del encierro es la masificación de corredores? Estamos trabajando para que cada vez más gente lo corra.

La alternativa sé que es dura, que nadie piense que soy un desalmado. Pero sigo creyendo que sin tanta medida de seguridad acabaría corriendo menos gente, porque habría más muertos y heridos. El encierro perdería el problema de su masificación, y recuperaría buena parte de ese espíritu casi romántico que ha forjado grandes historias, grandes relaciones y grandes corredores: los valientes entrarían a jugarse la vida buscando ese fugaz idilio con el toro.


Ayuno 4

Esa es la palabra que resume mis sanfermines en este 2013, en el sentido más literal del término.

Dicen que el ayuno y la abstinencia contribuyen a templar los apetitos y a forjar el carácter.
Así pues, debo de haberme convertido en un ejemplo de templanza pues empecé las fiestas con ayuno de txupinazo, poteo y comida con la cuadrilla, procesión el día 7, vermut, primera de feria… porque estuve fuera de Pamplona hasta el día 9.
Seguidamente hube de practicar la abstinencia de toros (después de un montón de años sin fallar en el tendido) porque al llegar a casa ya tenía programada para los días 10-11-12 una visita de unos clientes del trabajo que me absorbieron esas tres jornadas y apenas me dejaron tiempo para nada más.

El fin de semana final, apenas quebré este monacal régimen de vida con un par de cortas salidas mañaneras para tomar un par de cañas con unos pinchos por las calles del Casco Viejo. No obstante, estos breves paréntesis, tuvieron un tinte más bien mortificante, pues me dí cuenta de lo que me había estado perdiendo y por otra parte de lo que aún me iba a perder, porque sabía que ni esas dos tardes ni sus correspondientes noches las iba a poder celebrar y disfrutar como Dios manda.

En fin, unas fiestas descafeinadas y mas propias del abuelo cebolleta.

Pero bueno, deciros que en realidad tampoco tengo motivos para quejarme, porque este ayuno de fiestas me lo compensaba cada día con creces una cosica de unos 85 cm de altura y 11 kilos de peso, con algo menos de 2 años, que se me colgaba del cuello nada más llegaba a casa.
Esa misma canija a la que acabo de meter en la cama poco antes de ponerme a escribir estas líneas.