Juergas inmóviles 3
Aunque para algunos suene extraño, hubo un tiempo en que perderse de la cuadrilla durante la noche de marcha sanferminera era un clásico. O bien porque uno prefería la aventura nocturna y despegarse del primo que te había encajado tu madre o bien porque, la locuacidad de la conversación con las chicas con las que nunca hablabas en el Instituto, hacía que tus amigos se perdieran en la multitud como arrastrados por la crecida de un río. “Da igual, ya los encontraré”. Había una estrategia premeditada, un plan horario de lugares concretos para, en el peor de los casos, ir reenganchándose en uno u otro momento. Una peña concreta, un bar concreto, un lugar concreto y una hora señalada. A las 11 en la estrella de la vuelta del Castillo, a las 12 en El Sombrero, a las 2 en Donibane, a las 4 en….
Ahora a través del guasap o incluso del GPS es prácticamente imposible que cualquiera, al menos deliberadamente, pueda quedarse colgado. Bien es cierto que hay momentos de alto tráfico en las antenas y que de repente puede aparecer el temido mensaje sin conexión. Pero tarde o temprano alguno de la cuadrilla colgará una foto de algún lugar reconocible para volver a reencontrarse.
Ya no se oyen las típicas frases de ¿dónde te perdiste?, o bien Te estuvimos esperando en el Saikoba dos horas. Con el móvil se ha perdido el encanto de la aventura, de la juerga improvisada, de la conversación con desconocidos con los que acabas la noche bailando las dianas o bien con la posibilidad de una despedida a la francesa en las que no hay que dar explicaciones.
En cualquier caso, considero que es necesario establecer un plan de emergencia, puesto que hay un cuadro famoso de equivalencias en la red que determina que conforme aumenta el número de cervezas ingeridas, las probabilidades de incidentes con el móvil van en aumento.