Archivo por días: 23 de julio de 2014


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

PLANETA PAMPLONA

Antonio ávila Calmaestra

X-56345 a nave nodriza: el planeta a conquistar se llama Pamplona y está regentado por un tal San Fermín, al que los pamplonicas dedican diariamente cánticos rituales de exaltación. Después, realizan sacrificios humanos (algunas veces) y animales (todos los días) en sus templos redondos. Nuestro objetivo de sembrar el pánico está resultando imposible. Cuando nos materializamos en alguna parte, la multitud nos lanza unas piezas redondas llamadas ‘Euros’ y genera un ruido llamado ‘aplaudir’ que nos aturde hasta desear la muerte… ¿Me reciben?…¡Estamos en peligro!…Dos pamplonicas se han separado del resto y se acercan emitiendo terribles sonidos. No paran de referirse a nosotros como ‘coleguitas’ mientras intentan envenenarnos con un brebaje denominado ‘kalimotxo’ tremendamente adictivo. Procedemos a autoinmolación. Cambio y corto…¡BOOOOUUUUM!

– La hostia, pues han reventao, Patxi
– Bai, Andoni, los extranjeros que no saben beber.

LA VIDA, POR LOS CUERNOS

Carlota Alonso Rodríguez

Aquella mañana se despertó muy temprano, aturdido por los nervios que recorrían su cuerpo, ansioso por cumplir con las expectativas puestas en él. Incapaz de concebir el sueño de nuevo, decidió dar un paseo por la magnífica finca que era ahora su hogar. Reconfortado por las suaves temperaturas estivales propias del mes de julio, reflexionó sobre su vida. Se llamaba Graciano, como el vino, y se había convertido en el mayor reclamo de los San Fermines de aquel año. Su fama como corredor no conocía fronteras. Tampoco su nobleza. Desde Navarra hasta Australia.

Llegada la hora, se encaminó junto al resto de sus compañeros a Pamplona, donde fueron recibidos con gritos de júbilo y expectación, como si de gladiadores se tratasen… Y Graciano se lanzó a la carrera, sereno, con sus dos astas por bandera, las cuatro fibrosas patas vibrando sobre el asfalto, sus seiscientos kilos de gallardía y agilidad, la piel negra y lustrosa en movimiento, y la mirada fija en aquellos competidores de pañuelo rojo y atuendo blanco que, ilusos, se afanaban en superar la fuerza de la naturaleza. Mientras se convertía en el protagonista del encierro, reconocía de nuevo la satisfactoria sensación de saberse nacido para la gloria.

NUNCA MAS

Belen Latienda Suescun

Doce menos cinco. Justo, justo. Aunque a tiempo.
Blanco de arriba a abajo. El pañuelico rojo en el bolsillo. Los huevos, la txistorra y las patatas en el plato. Un buen crianza en la copa.
Enciendo el ordenador. Este año es imprescindible.
-¡Natxo! ¡Natxo! ¡San Fermín! ¡San Fermín!
Ahí están todos. Nunca me fallan.
Mi sobrino, el mayor, abre el balcón.
Veo lo de siempre pero la lejanía lo engrandece. Me impresiona.
-¡Natxo! ¡Natxo! ¡San Fermín! ¡San Fermín!
Unas lagrimillas se me escapan.
Las doce.
La fiesta estalla.
Me pongo el pañuelo.
Mi cuñada canta una jota. La abuela, también de blanco y rojo, me envía un beso. Mis hermanos ponen orden entre la chiquillería que vociferan ¡Tío Natxo! como si no existiera un mañana. Mi padre, asomado a la ventana, no cesa de sacar fotografías del increible gentío que hay en la plaza. Y la cuadrilla, que este año no almuerza en nuestra bodeguica habitual para darme esta sorpresa, le hace la ola a mi madre que, con ojos llorosos, sigue repartiendo vino y jamón con tomate a diestro y siniestro.
Buen invento lo del Skype. Pero apago el ordenador jurándome que esto no se repetirá.
¡El próximo txupinazo estaré en Pamplona!


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

POBRE DE MI

Marta Alonso Sanz

Pobre de mi, otro año de espera. Caen las hojas de los árboles. Marrones parduscos. Cae la nieve. Blancos grisáceos. Llegan las lluvias y el tímido sol. Tímidos verdes rosáceos. Y es entonces cuando comienza la cuenta atrás. Los navarros, callados, esperan. Otro año más, chupinazo: 6 de julio. 7 de julio San Fermín. Marea blanca y roja. El antiguo burgo de San Cernin. Una plaza del castillo llena de turistas. Sol en un cielo azul brillante. Gigantes, kilikis, cabezudos y zaldikos. Y todas las mañanas cortar la respiración en el encierro en unos segundos eternos. Cuesta de Santo Domingo, plaza del Ayuntamiento, Mercaderes, Estafeta y respirar por fin al llegar a la plaza de toros. Rojo, mucho rojo. Y fiesta, esa fiesta de Hemingway que tiene un fin. 14 de julio. Pobre de mi, otro año de espera.

ÚLTIMO MINUTO

Carlos Velázquez Goya

Aquí estamos, un año más. Y no falta nada. Ni nadie. Los de toda la vida y los forasteros. Ellos siempre tan jóvenes, tan bravos y tan perfectos, que no parece sino que los demás les acompañamos por el contraste. Si ellos supieran. A ver cómo viene el día. Ojalá se abran huecos, el suelo esté limpio y podamos correr como Dios manda. Sin empujones. Una carrera rápida y sin sobresaltos. Aunque al final, cuando apunten las varas, solo nos encuentren a nosotros. Como si no supiéramos lo que tenemos que hacer. Como si para nosotros esto no fuera mucho más que un trabajo. Y si no que le pregunten a mi hermano, a mi pobre Pelotito. Cuánto disfrutabas. Pero ya es la hora. Mirad cómo sube el cohete. Venga, cada uno a su sitio.
Salimos.

INOLVIDABLE

Pilar Fernández Machín

Eso es lo que le decía el anciano abuelo a su jóven niteo, sobre el cuarto encierro del año 72. Le contaba la colosal carrera que hizo junto a un grupo de mozos de su pueblo, el que por supuesto llegó el primero a la plaza, no por ser el que más corría, sino por ser el que más alejado estaba de los toros.., pero qué más da?, nadie estaría alli para contradecirle. Mientras el jóven lo contempla con los ojos como platos y la boca etrabierta, desenado cumplir 18 años para repetir la azña de su ídolo…


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

HUMO

Raúl Clavero Blázquez

Durante años fui parte de ellos. De los que corren. De los que viven. A los fotógrafos les fascinaba mi estampa: un cigarrillo colgando perpetuo de mis labios, envuelto en volutas de humo a las que siempre dejaba atrás. Después las piernas y los pulmones comenzaron a fallarme. Ya no era más rápido que el humo.

Me hipotequé hasta las cejas para comprar esta casa con vistas a Mercaderes. Pensé que así seguiría participando de algún modo en los Sanfermines, pero lo que no sospechaba es que este tipo de encierro esconde cornadas más peligrosas que las de los Miuras.

Me asomo a la ventana, es ocho de julio. Sonrío, es imposible que ningún camión pueda atravesar ese manto de personas que borbotea nervioso a mis pies. Casi puedo oler su excitación. Me pregunto si ellos también pueden notar mi olor a gasolina.

Aún tirita en mi mano la orden de desahucio. La enrollo como si fuera un periódico y la prendo con el cigarrillo que perpetuo cuelga de mis labios. El suelo vibra. Comienza la carrera. En unos minutos, cuando los mozos entren en la plaza y se abracen satisfechos de sobrevivir un día más, a mí ya me habrá derrotado el humo.

POBRE DE MÍ.

Ginés Mulero Caparrós

En el pellejo ha escanciado vino de tetrabrik, fresquito que corra garganta abajo, eso sí. En la Plaza del Castillo… alivia al menos transitoriamente ese por dentro suyo de inextinguible frenesí. En la mariconera ajada que le cruza con su cinta opresora la espalda dejándole una huella arrebolada e indeleble lleva la Carta de Despido aceitada de patatas chips. Luego hunde la mano en el fondo de la faltriquera del pantalón blanquinoso con la ansiedad de los desheredados y no encuentra ni un mugriento maravedí. Los desahucios llueven a espuertas, pero no había sido tan consciente “Hasta que me han flechado a mí”. El amor de su vida se disipa en brazos ajenos, en cornadas a la intemperie de la atmósfera estafeta e incluso, cómo no mentarlo, cimbrea en la aorta de los sentimientos: ¡ojo!, era el último bastión que atesoraba; ¡ojo!, que lo que se le cierne, no es nada baladí. Vive Dios que se balancean multitudinarios farolillos encendidos y mariposas de luz y velitas llameantes de conminatoria hipocondría… Mientras su mundo envolvente se desangra por las costuras se va a disfrutar con el comedimiento de los humildes de la bonhomía final de fiesta… con el Cantar Pobre de Mí.

ROMANCE DE SANFERMIN

Cristina Borobia Arrondo

14 de julio del 2007 en tudela, un chica de 23 años, esta deprimida porque hace 1 año que su abuelo murio,
Una amiga decide llevarle a pasar la noche de sanfermines aunque ella no tiene ganas,al final acaba cediendo porque nunca a estado en las fiestas de pamplona.
Llegan a Pamplona para ver a la salida de los toros, visitar las barracas, pasear por los puestillos, esperara a los fuegos con un bocadillo y mezclarse con el ambiente pamplones.
Comienza la noche y deciden ir de bares por lo viejo, se lo estan pasando en grande, conocen 3 chicos, todos juntos se van de bares, pero la chica se percata de que uno de ellos le mira mucho y decide hablar con el, tras un rato hablando de diferentes temas el se lanza y le da un beso a lo que ella le responde con otro.
ha sido un amor a primera vista, pero llega la hora de despedirse, creen ke no se volveran a ver, por eso se dan los telefonos..
al dia siguiente se llaman por tlfno y vuelven a quedar en pamplona, es un amor tan fuerte, que a dia de hoy tras 7 años no se han separado…..


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

¿SUPERSTIQUÉ…?

Franz Kelle

Suena la alarma. Hoy no duele madrugar.
Estiramientos. Ducha fría. Café con magdalenas.
Me ato las zapatillas. Las de los encierros, por supuesto. Rompo el cordón izquierdo al tirar de él, ya es mala suerte. Hago un empalme y milagrosamente apaño los dos nudos preceptivos.

Me santiguo en el ascensor. Cinco veces. Una por cada generación de corredores Iriarte. Parada en el tercero, entra la morenita de los Azcona. Ya no sé cuántas cruces llevaba hechas. Por si acaso, empiezo de cero. Ella me mira de reojo.

—¡No me jodas! ¡Si ya se lo reservabais a mi bisabuelo!
Al quiosquero se le ha agotado el Diario de Navarra.
¿Otro quiosco? ¡Ni hablar!
¿Puede un Iriarte correr con otro periódico? Habrá que intentarlo.

Alcanzo la Cuesta de Santo Domingo. La foto del abuelo cuando era mozo blandiendo el Diario de Navarra enrollado: no logro apartarla de mi cabeza. Ni siquiera estoy seguro ya de haber salido de la cama con la pierna derecha.
Miro alrededor, ante todo no debe verme huyendo ningún conocido. Sigo el encierro por la tele de un bar. No hay cogidas porque no he corrido. Así de claro. La regla de oro consiste en tener en cuenta las señales.

O VALES… O NO

Diego Maya Calvo

¿En serio te vas a comer eso? No te sientes ahí, mira cómo está, que además vas de blanco. ¿Vas a bailar con ese? Pero no bebas de lo que te ofrece cualquiera. ¿No crees que ya es suficiente? No se les entiende nada, ¿de dónde son? ¿De aquí? ¿Por qué hacen eso? No le veo la gracia. ¡Que no quiero, déjame ya con la trompetita! ¡Déjame, anda, déjame! Pero si lo acaba de sacar de un cubo de fregona. ¿Polvorones y garbanzos? ¿En julio? ¿A las ocho de la tarde? Creo que deberíamos echarnos un rato. ¿Cómo pueden tener a los niños aquí, con todo este jaleo?
¿Cómo que te vas? ¿Adónde? ¿Con quién? ¡No, mira, me voy yo! Me vuelvo al hotel. ¡Si toda esta gente me

EL AMIGO DE NICO

Rosario María Muro Magaña

Corrió despavorido intentando escapar del cabezudo con cara de vinagre. Atravesó la plaza entre el gentío, ensordecido por el sonido de las charangas, buscando un escondite. Al ver el portalón entró sin pensar. El silencio le paralizó un instante, pero enseguida decidió que aquel lugar le gustaba.

Se acercó a un banco y se sentó. El tintineo de las velas le mantuvo entretenido un rato. Entonces le vió. Tenía la tez morena, sonrisa cercana y mirada chispeante. Le guiñó un ojo. A él le dio la risa y se tapó la boca intentando ocultar que le faltaba un diente.

– Hola Nico. Hacía mucho que no venías por aquí.

Abrió los ojos como platos al escuchar su nombre. Se puso tan nervioso que le entraron ganas de hacer pipí.

– No temas, pequeño. Tus padres vinieron a verme cuando naciste. Es normal que no me recuerdes.

Nico se puso colorado, balbuceó algo y salió corriendo atolondradamente empujando a su paso un atril que cayó al suelo con estruendo. El moreno soltó una carcajada.

Se abrió de nuevo la puerta y entró un grupo de turistas. Él se ajustó la mitra y recompuso el gesto estático. Pero sus ojos divertidos seguían chispeando.