Archivo por días: 24 de julio de 2014


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

BOB ESPONJA

Diego De La Fuente Alcocer

La gente se reía de mí. Yo intentaba ocultar mi cara pero el saco de dormir era pequeño y solo me llegaba hasta el pecho. Eran las once y media de la mañana, el día estaba nublado y la ciudad se comportaba con normalidad, unos iban, otros venían y algunos llevaban barras de pan bajo el brazo o un periódico, y yo estaba allí tirado, en medio de una glorieta, afeándolo todo. Sentí vergüenza y comprendí que me sería imposible dormir mientras mi saco rosa de Bob Esponja siguiera atrayendo todas las miradas. Me levanté y caminé hasta el ayuntamiento. Allí encontré a cientos de propietarios de sacos rosas que al igual que yo tampoco habían pegado ojo. Nos abrazamos, nos empujamos y le gritamos aquello de ¡Rubia, coqueta, enséñanos las tetas! a una pija que nos miraba desde uno de los balcones. Alguien dijo, ha llegado el momento, y el chupinazo salió disparado hacia arriba y al chocar contra el cielo empezó a llover vino y sidra y coca cola light y la rubia coqueta volvió a sonreír.

SINFONÍA DE ZANCADAS Y PEZUÑAS SOBRE LA PIEDRA

Miguel Santos Caballero

Cae una ligera lluvia sobre la ciudad, pintándola de un color grisáceo. Hoy se han retrasado. El recorrido desde los corralillos de Santo Domingo hasta aquí, se cubre en pocos minutos. Posiblemente algún toro se haya dispersado de la manada y esté desorientado, arremetiendo a unos y otros, sin saber muy bien qué hacer, pero los pastores junto a los mozos lo llevará junto a sus hermanos. ¡Ya, ya se les ve venir! Han girado por la calle Mercaderes y les espero con los brazos abiertos. Zapatillas y pezuñas al unísono me acarician, zancada a zancada, van tocando el empedrado que cubre mi piel y observo atentamente el devenir de la carrera, siento como mío los gritos de los mozos, sus jadeos, sus risas, cuando acompañan a toros y cabestros dentro de mí. Desde los vallados de madera que se hunden en mi interior, oigo las voces de ánimo que turistas, mozos y visitantes transmiten a los participantes. Ya atraviesan el tramo de Telefónica para desembocar en el callejón de la plaza de toros. Cada encierro es como si fuera el primero, desde mi nacimiento he convivido con los festejos y la tradición, pero sé que no sería nada sin la Fiesta.

AL DESPUNTAR EL ALBA, DE FRAN J. MARBER. WWW.FRANJMARBER.COM

Francisco Javier Martinez Bernal

Apenas ha despuntado el alba y, junto a la brisa fresca que se cuela por la ventana, ya se escucha un ligero murmullo de mozos ansiosos que con paso firme se dirigen al encierro. Los nervios a veces se presentan de la forma más inesperada: como unas mariposillas que revolotean por el estómago de un enamorado, como un puño cerrado que aprieta tu garganta o como una sonrisa boba que pinta un gesto feliz en tu rostro. A mí me ocurre esto último mientras anudo en mi cuello un pañuelo rojo sobre una camisa blanca, que una repentina felicidad me embarga porque sé que ha llegado el momento, hoy es ese día del año tan esperado: San Fermín. Entonces salgo a la calle y me dejo llevar por una marea humana que fluye en un único sentido y cuyo destino final me conducirá hasta calles vayadas y largas carreras que ayuden a encerrar a varios dioses astrales de una constelación llamada Tauro. Es curioso, pero por unos segundos simples mortales seremos capaces de dominarlos con tan solo unas manos limpias y dos ágiles piernas. Entonces, hombre y toro se convertirán en una sola cosa, en un sentimiento puro que solamente podrás vivir en Pamplona.


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LA MECHA

Iranzu Lecea Malagón

Y allí estaba yo. El ambiente me embelesaba, me llenaba por dentro. Sentía que a mis 98 años nada podría conmigo. Todo es diferente desde que me detectaron esta enfermedad, pero yo lucho, día a día, por volver a vivir mis fiestas del alma.
Salir al balcón rebosante de alegría, en mi silla de ruedas, y no poder reprimir una sonrisa pícara y la lágrima que recorre mi arrugada mejilla al escuchar los cánticos a San Fermín. Una vez más volvería a ver cómo los mozos corrían delante de unos cuernos que no frenaban, volvería a ver mi espíritu valeroso reflejado en los cuerpos de otros.
Recuerdo gratamente aquella vez en la que yo arriesgaba mi seguridad por sentir esa sensación, y el momento de llegar a la plaza. Allí vi por primera vez a mi Julia. Nuestras miradas se cruzaron y no pude evitar salir del ruedo para acercarme a su sonrisa de porcelana.
Un 7 de julio cambió mi vida, y siempre recordaré todo lo bueno que me dio. Sin duda, es una fecha que marca el corazón.
Y no puedo evitar pensar que, mientras mi mecha se apaga, otra se enciende, y el cohete suena.

LA TIRITA DE SAN FERMÍN

Kuko Aramendia

-¡Ha perdido mucha sangre! -dijo mi madre llorando-, y, sin dejar de hablar por el móvil, me pidió que esperara, que tenía que hablar de cosas importantes con el tío Ramón. Y así me quedé solo dentro de la habitación del hospital. Papá no se movía y tenía tubos colgando por todas partes. Mamá me dijo que con el accidente del camión papá había perdido más de un litro de sangre, y que por eso se había quedado como dormido, y que tardaría en despertarse. Yo me preguntaba qué podría hacer para ayudarle. Ya habían empezado los sanfermines, y él me había prometido que iríamos juntos a las barracas, a montarnos en la rana que da saltos. Entonces se me ocurrió una fabulosa idea. Me subí a la cama donde él dormía, me quité la tirita, y acerqué la herida de mi rodilla a sus labios. Me la había hecho a la mañana en el patio del cole, y todavía sangraba. Al día siguiente, mi padre despertó, y a escondidas le conté todo. Él se rió mucho y me dijo que gracias a esa sangre había vuelto a abrir los ojos.

¿ESTÁS PREPARADO?

Javier Burguete Del Castilo

Hola Fermín,

te escribo para comentarte el plan de estos días:

Sonará el despertador, ¡ya falta menos! En menos de cuatro horas, diremos adiós a la crisis y hola a las risas. Ropa blanca preparada, faja a la cintura y pañuelico a la muñeca, es demasiado pronto para anudarlo al cuello. Iremos llegando, uno a uno, diciendo: ¡ya han llegado! ¡por fin! Empezarán a desfilar los huevos fritos, las txistorras y el kalimotxo. Las 12. Ya habrá explotado la fiesta en Pamplona, en Iruña. El sentimiento inundará las calles. Iremos con las peñas, a los toros, a los fuegos y a los conciertos. Callejearemos con amigos, amigas, novias, novios y familiares. ¡Ya estaremos en el encierro! El sol de la mañana nos cegará a pesar del último modelo de gafas que hayamos comprado durante la noche. Volverán los huevos y las txistorras, esta vez con gaiteros y gigantes. La jota empezará a dejarse escuchar. Después de la procesión, volveremos a casa para ducharnos e iremos a los toros, que ya estará la merienda preparada. Cánticos con las peñas, cubatas por aquí y por allá, corriendo nos daremos otra ducha y volveremos a las calles para ver los fuegos y todo lo que surja…¿estás preparado?


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

IRANZU, MI NIETA

José Joaquín Medrano Artola

Una visión rojiblanca, una sensación, una esperanza, un anhelo. Una explosión, una alegría, un calor, una ebriedad, un cansancio, un frío. Una inconsciencia, una quietud, un descanso. Y al final, una pena, que se abre al “ya falta menos”. Siempre es igual, pero nunca se pierde la ilusión de su repetición. Siempre es igual. ¿O no? Gigantes, capeas, joticas, barracas, encierrillo, fuegos, el encierro,… Bailes, ligues, borracheras, la noche, la madrugada, las peñas, el encierro,… Almuerzos, toros, meriendas, cenas, alcohol, el encierro…

¿Y este año? Este año Iranzu. Mi nieta. ¿Y eso lo cambia todo? Sí,… y no. Sigue habiendo una visión bicolor, una sensación, una esperanza, un anhelo. Sin duda habrá una explosión, una alegría, un calor, una ebriedad (algo menor), un cansancio (mayor, sin duda), un frío (que paliaremos con blusas y chaquetas). También habrá una inconsciencia, una quietud, un descanso. Y al final, la misma pena, y el “ya falta menos”. Este año, Iranzu, gigantes, capeas (a Iranzu le encantan los muuuuus), joticas, barracas, encierrillo, fuegos, el encierro,… y bailes. A Iranzu también le encanta bailar al son de la música. No perderemos almuerzos, comidas y cenas. Pero la noche será más corta. El día más largo. Iranzu conocerá San Fermín.

CAMBIO DE TRADICIÓN

Asier Rey Salas

Ninguno de los presentes se lo esperaba. Eran ya muchos años, miles de Sanfermines a sus espaldas, y a nadie se le había ocurrido semejante posibilidad. Lo cierto es que la tradición se había impuesto siempre a la fatalidad, y nunca se había previsto algo semejante. Pero ese seis de julio, para su desgracia, algo iba a cambiar.
La Plaza del Ayuntamiento estaba a rebosar, como correspondía a una fecha tan señalada. El concejal de turno salió, al balcón, gritó la consigna acordada y el gentío se enardeció: «Pamploneses, pamplonesas. ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermin!». Acto seguido, prendió la mecha del cohete y Pamplona entera se preparó para la fiesta. Como si de un redoble de tambores se tratara, las voces de la plaza se fundieron en una y aguardaron la explosión del chupinazo.
Ésta no llegó. El cohete dejó de subir hacia el cielo y comenzó un obligado descenso. La algarabía de la plaza cesó y murmullos de preocupación se extendieron por doquier. Entonces, la gente comenzó a entender.
Con el cohete apuntando a sus cabezas, la tradición había variado. Si querían salvar el pellejo, debían huir cuanto antes. Correr un improvisado encierro, en pleno seis de julio. Y sin toros.

TENTÁCULOS EN POLVOROSA

José Díaz García

San Fermín 2014: “Inexplicable evaporación de un individuo en el primer encierro”.

Configurando anatomía de la especie destino. Modificando estructura molecular. Duplicando vestimenta. En cinco segundos la transmutación será completa. En cuatro, tres, dos, uno…

Hungba abrió entonces los ojos rodeado de una multitud vestida de blanco, con unos curiosos pañuelos rojos anudados bajo sus cabezas. Tocó instintivamente el suyo al tiempo que visualizaba su ropa para comprobar su similitud con la del resto. Sonó entonces una especie de disparo y todos a su alrededor echaron a correr por la superficie empedrada sobre la que se encontraban. Cuando quiso darse cuenta ya los tenía encima. Pensó que los ojos iban a salírsele de las órbitas. Debía tratarse de una invasión de seres muy distintos a los humanos y en apariencia mucho más peligrosos. Aterradores. Se quedó petrificado, aunque en el último instante, cuando la primera de las bestias tenía una de aquellas lanzas afiladas a centímetros de su pecho, fue capaz de presionar el dispositivo de fuga de urgencia alojado bajo su piel a la altura del esternón.
Recuperada su forma habitual, Hungba seguía enmudecido de terror en el interior de la nave.
Descartando invasión del Planeta Tierra. Ajustando parámetros. Seleccionar nueva Galaxia.