Archivo por días: 28 de julio de 2014


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

TORO DE LEYENDA

Santiago Navajas Gómez De Aranda

Soy altivo, arrogante y, sí, busco la muerte pero porque amo la vida. He vivido pocos años pero intensos, plenos de esplendor en la hierba. Mis hermanos y yo, desnudos y brillantes bajo el sol, hemos galopado con la fuerza y la bravura montando sobre nuestra espalda. Imitábamos al antiguo dios que se convirtió en un toro blanco y raptó a una doncella en aquellos lejanos tiempos en los que los hombres y los titanes, las bestias y los ninfas vivían en armonía. Cuando lo más importante era vivir rápido, morir joven y hacer un bonito cadáver. Como el héroe, prefiero vivir en el recuerdo admirativo de los hombres que en la ignorancia de una existencia mediocre de un bienestar sin lucha. Morir y matar son dos caras de una moneda que arrojada al aire sé que conspira contra mí. Cuando el sol de la tarde reverbere en la espada, embestiré por última vez con ardor y amor, sin temor ni temblor. Mi propia sangre será mi última bebida y los aplausos finales que reciba mi cuerpo mutilado serán la recompensa final para una voluntad que nunca pidió perdón y ahora exige vuestro respeto. ¡Silencio! Suenan ya los clarines…

6 DE JULIO

Maite Agós

6 de julio, 8:00h de la mañana. Saco mi precioso vestido blanco guardado con mimo para el día de hoy, las sandalias rojas y el pañuelico atado en la mano. ¡Ay! esos tiempos en que mi vestuario era la camiseta de propaganda y las zapatillas viejas para el txupinazo, Amaia, ya no eres la que eras. Bajo a desayunar, para almorzar huevos revueltos con jamón y vino. Sí señora, entiendo su cara, ¿desde cuándo el vino que te ponen es bueno y en copa? Salgo a la calle y sonrío amablemente a un chico vestido con ropa de trabajo, ¡pobre! Tener que trabajar en San Fermín. Me mira mal, normal que esté enfadado si se va a perder las fiestas. Se nota en la calle la tensión, las prisas… muchos aún no se han vestido de blanco. La villavesa repleta. ¡Son casi las 12h! La plaza está llena, me cuesta encontrar a mis amigos, saco una flor gigante de peluche para que me vean y un megáfono. Pipipipi, pipipipi, las doce, suena el txupinazo en mi reloj. ¡Viva San Fermín¡ Me pongo el pañuelo, salto y doy abrazos. Buenos días, mi nombre es Amaia y voy a ser su guía, la plaza Navona…

EL PRIMER ENCIERRO: AYUDA A UNA CRISIS

Mikel Xabier Octavio Olaetxea

Cuentan que hace muchos, muchos años, en los corrales de la Cuesta de Santo Domingo, vivía una familia que cuidaba a los toros de la corrida y un rato antes de que comenzase, el padre con su hijo mayor a caballo subía los toros hasta la Plaza Mayor, que se cerraba para el evento.
Un año de crisis y hambruna, el padre tuvo que vender los caballos para poder comprar leña y alimentar a su numerosa familia. Cuando llegaron las fiestas, el padre no se atrevía a contar su situación, y decidió continuar con la tradición. No le importaba morir y desesperado, decidió que a pie y con sólo una vara intentaría llevar los toros a la plaza. No tenía nada que perder. Cuando llegó el momento y abrió la puerta del corralillo, se encontró con sus hijos y sus amigos con una vara en la mano, esperando la salida de los toros. Corriendo delante de ellos, los llevaron a la plaza.


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

TARDE DE SANFERMINES

Francisco Joaquín Cortés García

(A Hemingway)

Una tarde del 59, en el hotel La Perla de la plaza del Castillo:

–Un toro es topológicamente equivalente a una mujer –dijo Hemingway.
–Fenomenológicamente, un toro es una corriente de aire – contradijo Arthur Miller.

ERA UN 8 DE JULIO CUANDO LA VÍ…

Sonia Navascués Belvis

Era un 8 de Julio cuando la ví……Así empieza la gran historia de amor de mi vida.
Como todos los 5 de julio , después de 365 días de larga espera, tocaba sacar la ropa blanca , la fajica y el pañuelico rojo. Llegaban 9 días de disfrutar, compartir y abrir el corazón a nuevas experiencias. Algo diferente me esperaba aquel año , algo especial e increible como la misma fiesta. Quizá la magia de los colores tuvieron algo que ver. Pero en medio de la alegria por los encuentros inesperados, las risas, las luces, la música,….apareció ella, con sus grandes ojos negros y su fresca sonrisa.Ella , y siempre ella. Hemos compartido almuercicos, encierros, procesión, conciertos….y la vida nos ha llevado a cambiar las corridas por ver las mulillas ,las largas veladas en las peñas por las emocionantes rondas con la comparsa de gigantes y kilikis, todo ello acompañados siempre de dos pequeños san fermineros, que año tras año cantan, a San fermín pedimos….y no solo pedimos sino que agradecemos todo lo que la fiesta nos ha dado y nos da.¡Viva San Fermín!. Gora San fermín!

SANFERMINES DEL 78

Txema Sexmilo Ayesa

Mi tío era fundamentalmente despistado, un hombre bueno, un buen tipo. Pero en aquellos sanfermines le engañó a la familia para disfrutar de su pasión: los toros. Y es que el sábado día 8 toreaba su ídolo, Dámaso Gonzalez. Damáso para los amigos.

El caso es que puso la excusa de una reunión de trabajo, dejó a la familia en la playa (en Salou, claro) y se vino a Pamplona. Pero ya para el tercer morlaco estaba aburrido. Los toros de Alonso Moreno eran infames y los toreros no acompañaban, así que cuando Antonio José Galán despidió al quinto, mi tío recogió los bártulos y se fue para su casa de Abejeras, porque al día siguiente tenía que volver a la playa.

Llegó a casa, cenó poco y tomó la pastilla para dormir. Y así, por la mañana temprano, enfiló la avenida de Zaragoza en su coche negro destino Salou. No compró periódico ni oyó la radio en el viaje; tan sólo escuchó música, su otra pasión.

A las diez llegaba a la urbanización. Y todos, familia, amigos y vecinos estaban esperándole en la puerta con cara de circunstancias. “¿Qué ha pasado en Pamplona?”. Y mi tío, que era fundamentalmente despistado, contestó: “Nada. Pues?”


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

ATILANA

José Troncoso Recio

Nunca he vuelto a ver a una personaja como aquélla señora. Alta como una torre y gruesa como un tonel, se movía como pez en el agua entre aquella muchedumbre. En cambio en el agua se movía como una orca. Asesina.
El bochorno de aquella mañana del tercer día, fue literal en todos los sentidos. Quizás el calor hizo primero mella en los corredores, pero desde luego la que zapateó costillas a millares fue ella dejando la curva de mercaderes alfombrada de muchachotes, vapuleados. Al final del encierro en el parte de urgencias hubo dos afortunados con contusiones debidas a los astados. Los otros doce fueron por cuenta de la valkiria de Navarra.

DE OTRO MUNDO

Miren Usunáriz Iribertegui

Tras aterrizar, salí de mi nave y miré a mi alrededor. La luz me cegó por un instante, desconcertándome. Poco a poco fui abriendo los ojos, y me detuve a contemplar. «Qué extraño» pensé, «nunca he visto nada parecido». Totalmente confundido, decidí que lo mejor sería aventurarse en aquel lugar, fuera lo que fuese.
Empecé a caminar por calles pedregosas, estrechas, llenas de ruido… y sobre todo, de gente. Estaban repletas de gente. Algunos me miraban con curiosidad, otros con una expresión extraña, otros ni siquiera advertían mi presencia. Mientras tanto, yo los miraba a ellos sin poder disimular mi asombro. Cubrían sus cuerpos con ropas blancas idénticas, todos hablaban elevando sus voces, reían.
Llegué a un sitio aún más abarrotado; apenas podía respirar. La gente se lanzaba algún que otro líquido, manchándose unos a otros, y reían con más fuerza. Parecían… ¿cómo se dice? Felices, eso es. Parecían felices. De pronto, todo el mundo alzó en sus manos una tela de color rojo. «Estos terrícolas…» me dije para mis adentros. En el silencio alguien gritó: «¡Pamploneses, pamplonesas! ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!»
Aquello me dejó aún más perplejo. Pero una cosa estaba clara: había que averiguar quién era ese tal San Fermín.

VOLANDO VOY, VOLANDO VENGO

Amaya Carro Alzueta

Treinta años llevaba asistiendo a fiestas de San Fermín. Siete hijos y veintidós kilos habían redondeado hasta una circunferencia inabarcable la estrecha cintura de su juventud. El pañuelo rojo le oprimía, no tanto por el diámetro de su generoso cuello, como porque las esquinas deshilachadas menguaban inexorablemente año tras año. Lo que sucedió, doy fe de ello, aconteció un ocho de julio. El culpable fue un unicornio azul. Hasta que él llegó, todo había ido bien. Pero cuando cogió su cuerdita blanca, notó como, sin poder evitarlo, sus pies se despegaban del suelo a pesar del emplasto pegajoso de la acera. Por momentos, vio como se iba alejando del gentío. Durante su ascenso, se cruzó con la Sirenita, con Dora la Exploradora y con algún otro fugitivo sin corazón, que, a buen seguro, dejaba en tierra un niño lloroso y decepcionado. Sollozando, pidió al Santo que le echara un capote, porque, a pesar de estar en paz con Dios y con los hombres, todavía no quería morir. Milagrosamente, los globos fueron deshinchándose uno a uno y la gitana bajó de los cielos hasta aterrizar suavemente en el centro de un abarrotado coliseo de arena. El último globo lo desinfló Caribeño, negro bragao, quinientos kilos.