Archivo por días: 31 de julio de 2014


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CHISSSSSS PUN

Roberto Espiga Lasa

Faltan pocos minutos para que la manecilla más larga del reloj, alcance a su amiga y juntas marquen las 12 del mediodía, un 6 de julio en Pamplona.

Alberto está sentado mirando por la ventana, viendo la higa de Monreal, tiene ganas que pase el tiempo rápido, que se oiga el sonido que tanto tiempo lleva esperando y que se desate la alegría. Pero el tiempo no está de su lado y parece que se haya parado a tomar una caña.

Para Marta, su mujer, también es la primera vez, seguro estará nerviosa, aunque conociéndola, nunca lo dirá, que testaruda y fuerte es. Cuanto la quiero, piensa Alberto.

En el momento que las agujas juguetonas, llegan a tocarse en lo mas alto del circulo, como una profecía, suena a lo lejos un “chissssss pun” y entra Marta en la habitación, vestida de blanco, sentada en una silla de ruedas y Alberto no puede contener la pregunta: ¿Qué es? Marta contesta: un Fermín.

Hasta el día de hoy, ninguno de los dos ha querido saber el sexo del bebe y sin duda alguna, no han tenido opción.

IMPUTADO

Saioa Uriarte Eguskizaga

• Que se levante el acusado.

• ¿Cómo se declara?

Toma la palabra el abogado defensor:

• Mi representado se declara inocente, Señoría.

El imputado no ha dado pleno cumplimiento a sus obligaciones, es cierto, pero es justo y acorde a derecho la aplicación de eximente al caso, lo que conlleva Señoría, la absolución de mi cliente.

Perdió la noción del tiempo, fue embaucado y embelesado hasta agotar su capacidad de pensar y de responder de manera efectiva. La predisposición a unirse a la felicidad de la auténtica diversión, sin límite, pudo con sus quehaceres diarios. Dejó escapar su alma pero no cometió adulterio, se mantuvo firme ante el alcohol y cuando decidió volver a casa, una palmada en la espalda le retuvo. Es cierto que se disfrazó e intentó ligar, es cierto que bailó hasta el amanecer y que pegó más de un pisotón, es cierto que no volvió a casa a la hora indicada y es cierto que no corrió el encierro, pero Señoría ¿se le puede imputar a un toro en San Fermín abandono de hogar, por querer disfrutar por una vez de la fiesta? Solicitamos la declaración de inocencia, en base a la eximente de toro con derecho a roce.

EL DÍA EN QUE HEMINGWAY DESCUBRIÓ LOS SAN FERMINES

Alicia De La Vega Calvo

Apenas han pasado cuatro años de los delirios de la Gran Guerra, y sin embargo, mi corazón intuye que pronto nos embarcaremos en otra igual de terrible. Pero hoy, entre los cálidos muros de esta ciudad, siento que aún queda una pequeña esperanza para el ser humano. Aquí no hay odio, ni rencores. Sólo emoción contenida. Hombres, mujeres y niños en un torbellino de vívida algarabía. Y esa felicidad imperturbable se propaga como un virus entre los ciudadanos. Es como si el propio espíritu del Santo se hubiera posado en cada uno de los rostros. Yo mismo siento ese calor, ese contagio de júbilo y turbación indescriptible. Oigo a los jóvenes azuzando a las fieras y pesadas bestias que comienzan su recorrido. Y el éxtasis, tan pronto como llega, se desata. Lo último en lo que pienso es que debería escribir una novela que ensalce esta celebración, que constate que todavía queda alegría en este mundo y que aún podemos conquistarla. Su título, como no podría ser de otra manera, será el de «Fiesta». Y con este último pensamiento, suelto una carcajada y corro como jamás he corrido.


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LOS TOROS TAMBIÉN PERDONAN

Danny Villalobos Fonseca

Sergio corrió lo más rápido que pudo, al llegar a la esquina casi podía sentir su respiración en la espalda. Hay mucha multitud.
Esta es la parte más peligrosa —dijo—. A su lado iba el más grande de todos, era negro, fuerte, podía sentir su furia a través de su mirada. El joven valiente le tomó del cacho izquierdo y corrió los últimos veinticinco metros que faltaban para el redondel.
Al tocar la arena, tropieza y cae . El toro que venía de último fue a su encuentro, él estaba allí indefenso, tirado en la arena, acostado, esperando el ataque. El toro se le acercó, lo miró fijamente y después de unos cuantos gestos de ira continuó su camino hacia el centro del redondel.

LOS DESVELOS DE UNA MADRE

Carlos Malillos Rodriguez

Las siete. Me levanto sin pegar ojo en toda la noche. ¡Este hijo…! Está visto que hasta que no suene el “Pobre de mí”, me pasaré las noches en vela, rosario en mano.
Comienzo los cinco Misterios…
Las siete y media. Un Misterio más, que son seis los morlacos…
Las ocho menos cuarto. Otro Misterio para que los cabestros esquiven las montoneras…
¡La caja de cerillas! ¿Dónde he puesto las cerillas? ¡Mira dónde están!: al pie del santo. Enciendo la vela que alumbra a mi san Fermín. Tenía que haberlo hecho antes, pero estoy aturdida y la cabeza no da para más.
Van a dar las ocho. Tiemblo…
Las ocho. ¡El chupinazo! Vuelvo al rosario. Otro Misterio. Éste para la Virgen. Apunto alto. Ella siempre me escucha. Una salve y tres padrenuestros a las benditas ánimas del purgatorio, y para que no les haya pasado nada a los corredores.
Las ocho y cuarto. ¿Cuándo llamará este hijo?
Suena el teléfono.
—Madre: ¡que estoy vivo! (Risas). Ahora me voy con la cuadrilla a almorzar. Te quiero, vieja. Agur.
Yo no almuerzo. Apago la vela, guardo el rosario y me meto en la cama. Gracias san Fermín, hijo —le digo—, y me quedo dormida.

PUNTO DE INFLEXIÓN

Luis López Morquecho

Trabajé de barrendero en los sanfermines del 2000. Era un crío que sólo buscaba ganar algo de pasta. Me tocó acompañar a un hombre seco y corpulento que extrañamente olía a naftalina. “Me gusta trabajar en este ambiente… es como encontrarte a tu maestra de la escuela borracha perdida” me dijo a la primera. “¿La besarías? A la maestra. Yo, sí. También, tiene derecho a desfogarse…¿eh?” No supe qué contestar.

En cierta ocasión, mientras limpiábamos la calle Estafeta, se nos acercó un chaval.
– ¡Eh!
Levantamos la mirada.
– ¡Barrenderos de mierda! ¡Vagos! Pa que hagáis algo de provecho con mis impuestos.
Entonces, lanzó al suelo con todas sus fuerzas una botella.
– ¡Maldito cabrón!
Di un paso hacía él, me pareció una colilla pisoteada, un vaso de cerveza abandonado en la acera… pero mi compañero me detuvo con un suave gesto en el hombro. Después, agarró su escoba y con destreza barrió los cristales (el chaval fue agarrado por sus colegas y enseguida ya estaba bailando en la fiesta). Yo los recogí en el capazo.

Por cierto, en los sanfermines del 2000 fue cuando conocí a mi novia, estudiaba para maestra.