Archivo por meses: octubre 2014


Reencuentros 1

Tras finalizar el verano, es época de reencuentro con gente a la que llevabas meses sin ver y con la que has compartido algún momento durante los últimos sanfermines, y con los que recuerdas esa tarde en los toros del día 11, el vermouth del día 7 con la familia, la salida con los críos esa tarde sin rumbo fijo en la que te dejas llevar por lo que acontece en la calle, la comida con los compañeros de fútbol y posterior poteo hasta que el cuerpo ya no da más de sí, la tarde en las barracas con los amigos y sus familias, las carreras delante del torico de fuego en la que tu enano pierde la zapatilla, y un montón de anécdotas más. Guardamos en el recuerdo imágenes de cada uno de esos momentos que nos sirven para mantener viva la llama de nuestro sanferminismo para lo que queda de travesía hasta el próximo 6 de julio. Algunos recuerdos perdurarán eternamente en nuestras mentes y otras se borrarán sin explicación aparente.


Unos muletazos en el Redín 4

Hace pocos días se conmemoraba el 30º aniversario de la muerte de Francisco Rivera «Paquirri» en Pozoblanco. No muchos José Cubero, "Yiyo"recuerdan que el matador de Barbate pasó varios meses de su juventud en Pamplona toreando novilladas sin picadores junto a su hermano «Riverita» y Paco Ceballos.

Pero de quien vamos a hablar hoy es de otro de los componentes de aquel cartel maldito de Pozoblanco: José Cubero «Yiyo«. Pues resulta que a «Yiyo», que era un matador triunfador en Pamplona, le gustaba salir a entrenar por las mañanas aunque estuviese en San Fermin. Y lo hacía vestido con chandal, pero con muleta y capotes.

Además «Yiyo», en unos de los Sanfermines de los ochenta, vino  acompañado de un matador colombiano desconocido en España. Por la mañana se fueron a la zona de «El Caballo Blanco» a torear un rato de salón. Si uno lee las hemerotecas de la época sabrá que cada año algún incauto caía murallas abajo por esa zona, ya que era lugar de gente durmiendo la curda o haciendo todo tipo de actividades en «lo oscuro».

Pues Yiyo y el colombiano sacaron las muletas y comenzaron a torear en el cesped, cerca de toda aquella peña en estado catatónico. La escena tuvo que ser digna de Cristina García Rodero, pero no había nadie ahí en estado de poderlo recordar. Horas después de la singular faena, Cubero saldría a hombros en la Plaza de Toros de Pamplona. Y años después, en los noventa, lo haría también el colombiano que hacía de toro. Su nombre también os sonará: se llama César Rincón.


Septiembre

Regresar al desvarío después de un verano entre encinas, carrascas y prados secos, donde los toros comen yerba rala, las ovejas algunas sobras y los cerdos hienden sus hocicos buscando la humedad en lo profundo del estío. Las charcas ocupan un lugar preeminente donde la tierra abierta muestra sus entrañas ásperas y violentas, ¿y qué hacemos los hombres allí? Contemplar la belleza muerta culpando a todos por la poca previsión para este tiempo, será difícil acertar con los pronósticos, deduzco desde mi ignorancia más supina. Al otro lado de este desierto bajo árboles inmensos, los automóviles vuelan sobre un asfalto ardiente, el humo que desprende anula la visión más allá del ruido que producen, se mira al cielo intentando adivinar para cuando el fin de la resaca. Los toros mugen, las ovejas balan y los cerdos permanecen con su hocico husmeando un átomo de humedad.

Los regresos nunca resultan fáciles.

 


La partida. 3

5 de Julio, Zahariche, Lora del Río, Sevilla.

19:00 PM.

Despejado, treinta y cinco grados a la sombra.

 

Desde el porche de la finca, Antonio Miura padre, entrecerrando los ojos, reflexiona. Jugueteando con el habano, piensa en la ardua tarea que le espera. Un calor asfixiante, seco y abrasador sigue vigente a pesar  de que el atardecer se impone. Será su acompañante en una jornada señalada tiempo atrás en el calendario. La ya ritual llamada de La Meca,iniciada allá en el XIX. La responsabilidad de la divisa recae sobre sus hombros. Bueno, también sobre la de su hijo, que al galope, se acerca para tomar el café con su padre.

 

Hace ya varios días que los seis toros han sido apartados del resto de la manada. Imponentes de cara, largos como un tranvía, con leña por delante, irradian trapío por los cuatro costados. Están alerta, con la cabeza alta y las orejas desplegadas. Saben que hoy no es un día como otro cualquiera. Lo presienten y no les hace ninguna gracia.

 

Apurando el café, padre e hijo se dirigen con gesto serio hacia los corrales donde serán embarcados los seis hermanos. Saben que no va a ser un coser y cantar y que todo el trabajo de cuatro años se puede estropear si no se actúa con celeridad, silencio y saber hacer. Precisamente, eso es lo que llevan haciendo dos siglos en Zahariche.

 

Sin embargo, hay un ejemplar que parece el más tranquilo de todos. Debajo de la última encina, nuestro protagonista descansa, replegado sobre sus cuartos mientras rumia pasto  frescos aderezados con bellota. Parece que no tiene prisa y se mantiene alejado del resto de la manada.625 Kg. de esencia miuresca embutido en un traje salinero.

 

-A ese lo dejamos para el postre, Antonio.

-Sí padre- responde el vástago

-¿Qué nombre le has puesto?

-Minutón.

-Ozú, tiene guasa.

 

El camión y los pastores ya están preparados. Al fondo, una nube de polvo se acerca hacia ellos. La estampa es sencillamente espectacular. Una mueca en forma de sonrisa inunda el rostro de Don Antonio .Cuatro jinetes al galope escoltan la formidable comitiva. A pesar de haberlo hecho cientos de veces, sigue sintiendo una mezcla de pena y orgullo difícil de explicar. Es como decir adiós a sus hijos, mandarlos a la guerra sabiendo a ciencia cierta que no los volverá a ver. Ley de vida.

 

Uno a uno, lo toros no sin protestar van entrando en el camión. Con dos de ellos ha habido que utilizar la garrocha de castigo para meterlos en los cajones. Ya solo falta el último. Su respiración suena fuerte y nítida. Está buscando al culpable de su situación Lanzando miradas siniestras, lo encuentra. Desafiante, cruza su mirada con los ojos del Mayoral, como pidiéndole explicaciones.

 

Por fín, tras diez minutos interminables, logran hacerlo entrar con parsimonia en el camión. Malhumorado, Minutón, dándose cuenta de que ha sido engañado, la emprende a coces contra las paredes del cajón. Levantando la cabeza, taladra el techo con su asta a escasos cinco centímetros del pie de Antonio hijo.

 

El motor del camión anuncia la partida. Con celeridad, Antonio hijo se abraza a su padre.

 

-Cuídamelos Antonio, te llevas lo mejor de la casa.

-Lo sé padre. Te llamo cuando lleguemos.

 

Una larga noche les espera a la expedición. Dentro de su cubículo, Minutón, número 8, 625 Kg., salinero, pone rumbo a las fiestas de Pamplona.

 

(Continuará…)

 


¡Qué grande es el txikito! 2

Así como el amigo Estafetakoa nos comentaba este martes que no le pilló el puntillo este pasado fin de semana a los txikitos, yo tengo que decir justo lo contrario: ¡que cada vez me gustan más y me lo paso mejor!

No obstante, puede que la razón en ambos casos sea exactamente la misma; a saber: que nos estamos haciendo irremediablemente más y más viejos.

Aprovechando que el tiempo acompañó, allí estuvimos el sábado por la mañana recorriendo lo viejo y después de una parada (que me pareció eterna) en los hinchables con la txiki, nos dió tiempo para tomarnos un mojito en el patio que estrenó la Peña Anaitasuna y para darnos una vuelta y disfrutar con todas las fanfarres, txarangas, trikitilaris, gaiteros y txistularis que inundaron las calles.
¡Que rato más bonito ese del vermutillo! (y que inequívoca señal viejuna que cada vez me guste cada vez más la mañana de fiestas que la noche)

El domingo otro tanto y aunque la temperatura no fue tan buena, también hubo ocasión de disfrutar, seguir a los Gigantes (tanto los «titulares» de la Comparsa como los del Casco Viejo) y además hasta pudimos ver a los dantzaris de Duguna bailando su ezpatadantza en la Plaza del Ayuntamiento.

Qué si, que si… que cada vez éste San Fermin txikito se va haciendo más grande.

httpv://www.youtube.com/watch?v=R6ueXXmZyq8