La fuente.
Los güiris ciegos de sangría. Enseñando músculos debajo de la fuente, sin camiseta. Ebrios. Casi guturales. Jugando al ser y no ser. Suecos, australianos, neozelandeses, de todo el mundo. Inclusive oriundos.
Todos aullando, quizás gritando. Selfie por aquí, beso por allá. Valientes improvisados.
Tan solo una sombra, salinera y mortal, callaba. Asomándose por el norte de la plaza, se unía a la fiesta .A su manera. Embestida por aquí, carambola por allá.
Espectacular el momento. Póngase en situación. La muchedumbre, jugando a mentiras. Minutón, a verdades.
Otra vez el pánico. El terror de la muerte inmediata. Ahí no sirve nada, tan sólo unas largas piernas.
Hubo algunos valientes. Toreaban sin sentirlo. Fuera de sí. Con el pañuelo. La gente sacando el móvil inmóvil. Craso error. Pensando que iba en broma. Ignorantes.
Los listos, se encaramaron a la fuente. Alaridos de terror, nada de mujeres y niños primero. Que los había. Minutón haciendo la revoltosa pero en Navarrería. Correteando en torno a la fuente. Los más débiles, caían. Minutón, los certificaba. El espectáculo era sangriento. Real.
Atravesando a la gente .Sin miramientos. Quedamente.
Tan real que nadie lo quería creer.
En la fuente de Navarrería, la sangre llegaba al río.
Minutón, notando la sed de la muerte, intuye la cercanía de otra fuente, pero esta vez con agua y vacía de borrachos.
Cambiando el rumbo a la fuente sita en la Plazuela San José.
(continuará)