Más relatos finalistas (clasificados del 4º al 6º)
4º clasificado: «Apellidos que empiecen por H» de Esteban Torres Sagra
Ante decisiones trascendentales —y ésta de ir a Pamplona lo es— suelo documentarme. Los grandes pensadores me inspiran y me dejo aconsejar por ellos. Ahora, que falta poco para San Fermín, abro la consultora del señor Google y, metafóricamente, pregunto qué hacer a quienes surgen: Con la “n”… Nietzsche: —Dígame, Friedrich, ¿debo correr delante de los miuras— y él, desde la wikipedia, responde: “Lo que no me destruye me hace más fuerte”, con lo que interpreto su voto como favorable. Después por “m”. Aparece Murphy, el de la Ley: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Por tanto, empate. Luego con “o”, y espeta Ortega: “La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada”. Dos a uno: Gana el sí. Pero pronto descubro con “c” que: “Un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”, firmado por Churchill e igualando de nuevo… ¡Así no hay manera de decidir nada!. Buscaré al último y que sea el árbitro… A ver, que escoja mi hija la letra, para eso es su primer cumpleaños… ¡No pronuncia todavía!. ¡Ah, claro, ya entiendo su elección: la letra muda! Haré lo que me aconseje alguien —neutral, espero— cuyo apellido empiece por… ¡h!.
5º clasificado: «Txiki baten istorioa» de Ander Elcano Sanchez
Urtero bezala pintzelak eta margoak prest zeuden. Mahai gainean kartoiak eta paperak kolore eta irudimen zaparraden esperoan, betiko martxan, burua eta bihotzaren aginduen zain.
—San Ferminetan pentsatzerakoan, zer datorkizue burura? —galdetu zigun irakasleak.
Nire lagunak berehala hasi ziren marrazten eta margotzen. Ziztu bizian bakoitzaren 10 x 10 zentimetroko orri zuriak hitz gorriz eta marrazki beltzez bete egin ziren. Nik, aldiz, lasaitasunez hartu nuen. Erantzuteko galdera zaila egiten zitzaidan. Bueltak eta bueltak emanda ere nire burua lotan zirudien. Halako batean lagun batek erakutsi zidan bere marrazkia. Bai polita! Marra beltzak eta gorriak, alde batetik bestera, zentzurik gabekoa baina kolorez beteta!
—Zer da marrazki polit hori? —Galdetu nion.
—Zer izan behar da? Sanferminak!!!
Margo beltzak eta gorriak hartu nituen eta lanari ekin nion orain. Kilikien bihotz taupadak entzuten, su artifizialak ikusten ditudan begiei kasu egiten eta Iruñean ibiltzen eta ibiltzen egoteko indarrak erabiliz, margotzen hasi nintzen.
Bukatu ondoren marrazki guztiak bildu egin zituzten eta Collage izugarri polit bat egin zuten. Zoragarri geratu zen. Orain, nire amak esaten dit artista hutsa naizela eta Sanferminetan ni eta nire lagunak egindako marrazkiak kaletik ikusiko ditugula.
Artista izatea erraxa dela pentsatu nuen.
«Historia de un pequeño»
Como cada año, los pinceles y las pinturas estaban listos. Encima de la mesa, los cartones y papeles estaban esperando una tormenta de colores e imaginación, como siempre, aguardando las instrucciones de la cabeza y del corazón.
– Al pensar en los Sanfermines, ¿que se os viene a la cabeza? – nos preguntó la profesora.
Mis amigos se pusieron rápidamente a dibujar y pintar. Enseguida las hojas blancas de 10 x 10 centímetros de cada uno, se llenaron de palabras rojas y dibujos negros. Yo, sin embargo, me lo tomé con tranquilidad. Se me hacía difícil responder a esa pregunta. Aunque le daba vueltas y vueltas, mi cabeza parecía estar dormida. En un momento dado, un amigo me enseñó su dibujo. ¡Que bonito! Rayas negras y rojas, de un lado a otro, sin demasiado sentido ¡pero lleno de color!
– ¿Que es ese dibujo tan bonito? – Le pregunté.
– ¿Qué va a ser pues? ¡¡¡Los Sanfermines!!!
Tomé las pinturas negras y rojas y me puse ya a trabajar. Escuchando los latidos del corazón de los Kilikis, haciendo caso a esos ojos con los veo los fuegos artificiales y utilizando las fuerzas que guardo para estar andando y andando por Pamplona, me puse a dibujar.
Después de terminar, recogieron todos los dibujos e hicieron un precioso Collage. Quedo precioso de verdad. Ahora, mi mamá me dice que soy todo un artista y que los dibujos que he hecho con mis amigos los veremos en las calles en San Fermín.
6º clasificado: «…son duras como el hierro…» de Ignacio Navarro Otano
Como cada mañana, ya vestida, se miró al espejo. Sostenía en la mano el pañuelo rojo que tantos días había sido parte indispensable en su vestuario. Lo apretó entre sus dedos. Cerró los ojos. Inspiró profundamente, despacio, dejando que los buenos recuerdos penetraran como un pequeño río en su interior. Notó cómo se iban hinchando sus pulmones. Aguantó unos segundos saboreando el momento y concentrándose en el sonido de su corazón. Cuatro, cinco, seis… Lentamente fue expulsando el aire por la boca. Los restos del miedo que aún se habían resistido a salir, se fueron para, y estaba segura, no volver jamás. No lo iba a permitir. Se colocó el pañuelo pero esta vez en el cuello y no en la cabeza. Abrió despacio los ojos. El espejo le devolvió generoso un rostro feliz.
—¡Vamos chicos, a la ofrenda, que luego hay mucha cola y decís que os aburrís!
—¿Qué le vas a pedir a San Fermín, mamá? Yo que no llueva para ir todos los días a los fuegos con bocata.
Sonrió. Por ellos había luchado. Se tocó la medalla del cuello. Con Él había vencido.
—Yo nada hijos, este año me toca darle las gracias. Buen capotico me ha echado.