Archivo por meses: junio 2016


Completando el cuadro (clasificados 7º al 10º)

7º clasificado: «Ruidos» de Gabriel González Ortiz

La mujer ciega del segundo piso se asomó a la Estafeta con el tercer cohete. Se notaba que era lunes, porque las zancadillas de los mozos destacaban sobre el espeso murmullo del miedo. ¡Buuun! Ya habían chocado contra la curva. La gran ola de gritos y cencerros se acercaba. La mujer apretó los ojos y no tardó en distinguirlo. Había desarrollado una increíble habilidad para detectar, entre todo el amasijo de ruidos, el fino tintineo de los dos anillos que colgaban del cuello de su hijo. Lo escuchó llegar por su oído derecho, y en nada ya se alejaba por el izquierdo. Los anillos chocaban cada vez más rápido, como agobiados. Había cogido toro. Enseguida bajaría la cadencia, se apartaría de la manada, volvería con churros. Pero esta vez los anillos desaparecieron del radar, engullidos por un repentino chillido coral. Ni rastro. Apretó más los ojos. Nada. Y estalló el silencio, como si toda la Estafeta, incluida ella misma, se hubiera sumergido bajo el agua. Solo escuchaba su corazón, pezuñas galopando contra el pecho.

Un cohete, la tele detrás, dos sirenas al fondo. La mujer resintonizó sus oídos. Un anillo rodaba por el adoquín mientras otro tamborileaba sobre una alcantarilla. Luego llamarían al timbre.

 

8º clasificado: «La razón de la sinrazón» de Mikel Ilundain Marina

Los niños lloraban del susto, las abuelas comentaban el vandálico espectáculo y una pareja de australianas se hacía selfies. “Es una vergüenza”, repetía la multitud en torno al desastre. Dos maltrechos zaldikos ayudaban a levantarse a Caravinagre, que en la refriega había perdido su característica nariz. En el suelo, restos de cartón piedra, un cabezudo sin sentido y —lo más triste— los gigantes de la comparsa, destrozados. El peor parado era el rey europeo: atravesado de parte a parte, los brazos despedazados y la cabeza separada del cuerpo. Fue el que recibió la primera embestida y con el que más se ensañó aquel loco que apareció de la nada. No había sido fácil reducirlo, pero al fin, dos municipales llenos de arañazos y chichones conseguían meterlo esposado en el furgón. Unos mozos de peña, que casi lo linchan, golpeaban las ventanas y lo insultaban. Ignorando el alboroto, aquel hombre enjuto mantenía un aire digno, pese a una oreja rota de un porrazo y cuatro dientes menos. Un hombre menudo con cara de espanto se abrió paso hasta el vehículo y el detenido sonrió orgulloso. “Y dime Sancho, amigo: ¿quién es loco? —preguntó al escudero—. ¿No juré yo que estos nada tenían de molinos?».

 

9º clasificado: «El Coletas» de Pedro Pablo Del Guayo Litro

Aún me emociono al recordar lo que me ocurrió la primera vez que salí como el Coletas. Fue un 8 de julio de 1979. Estaba en la Plaza del Castillo, persiguiendo a tres críos, cuando todo se volvió borroso. No veía nada y un barullo de sonidos invadió mi cabeza.

Al poco aparecieron ante mis ojos un sinfín de imágenes que se mezclaban unas con otras. Había chiquillos con boina y largos blusones; antiguos coches y carros de caballos; caballeros con chistera que saludaban cortésmente a señoras con sombrilla. Grupos de mozos bailaban junto a la fuente de la Mariblanca, mientras se hacía la noche y todo se iluminaba con farolas de gas. La silueta de los gigantes pasó junto a la fachada del Teatro Gayarre, pero que ahora cerraba Carlos III. El cielo brilló con un túnel de mil bombillas encendidas, mientras se alzaban hacia las nubes extraños globos aerostáticos. Escuché un aplauso ensordecedor y al girarme descubrí a Sarasate saludando desde un balcón.

Lentamente todo empezó a desvanecerse. Pero antes de que desapareciesen, me fijé en un joven que llevaba a un niño sonriente de la mano. Se acercaban hacia mí y en sus pequeños ojazos verdes pude reconocer a mi abuelo.

 

10º clasificado: «Darse la vuelta» de Elena Vidaurre Orayen

“Hay que aprender a darse la vuelta”. La frase se la oí a Iñaki en una de esas conferencias que daba a los niños en los colegios de la comarca.

“¿Es por eso por lo que no llegaste hasta la cima?” Le había preguntado cándidamente uno de aquellos pequeñajos, suponiendo que subir hasta los ocho mil metros sería algo tan chupadico como acercarse hasta el baño del corredor sin pedir permiso a la seño. Y el alpinista se había quedado pensativo sin saber qué contestarle.

“La montaña es un ser vivo y hay que respetarla. Si se enfada contigo te puede dar un disgusto muy grande”. El niño se había quedado mirando con los ojos muy abiertos, intentando ponerle boca y nariz a una gran roca.

“¿Algo parecido a un toro bravo?”

“Sí; eso es. Como un toro bravo  en el encierro.”

El montañero cogió  al niño del mentón  y le levantó la cabeza firmemente.

“Déjame que te dé un consejo, chiquitajo. Cuando llegue el día y te decidas a correr, piénsatelo bien, y, si te asalta la más mínima duda, entonces no corras.” Acariciándole levemente el moflete,  concluyó. “En el encierro como en la montaña, hay que aprender a darse la vuelta”.


Más relatos finalistas (clasificados del 4º al 6º)

4º clasificado: «Apellidos que empiecen por H» de Esteban Torres Sagra

Ante decisiones trascendentales —y ésta de ir a Pamplona lo es— suelo documentarme. Los grandes pensadores me inspiran y me dejo aconsejar por ellos. Ahora, que falta poco para San Fermín, abro la consultora del señor Google y, metafóricamente, pregunto qué hacer a quienes surgen: Con la “n”… Nietzsche: —Dígame, Friedrich, ¿debo correr delante de los miuras— y él, desde la wikipedia, responde: “Lo que no me destruye me hace más fuerte”, con lo que interpreto su voto como favorable. Después por “m”. Aparece Murphy, el de la Ley: “Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Por tanto, empate. Luego con “o”, y espeta Ortega: “La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada”. Dos a uno: Gana el sí. Pero pronto descubro con “c” que: “Un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”, firmado por Churchill e igualando de nuevo… ¡Así no hay manera de decidir nada!. Buscaré al último y que sea el árbitro… A ver, que escoja mi hija la letra, para eso es su primer cumpleaños… ¡No pronuncia todavía!. ¡Ah, claro, ya entiendo su elección: la letra muda! Haré lo que me aconseje alguien —neutral, espero— cuyo apellido empiece por… ¡h!.

 

5º clasificado: «Txiki baten istorioa» de Ander Elcano Sanchez

Urtero bezala pintzelak eta margoak prest zeuden. Mahai gainean kartoiak eta paperak kolore eta irudimen zaparraden esperoan, betiko martxan, burua eta bihotzaren aginduen zain.

—San Ferminetan pentsatzerakoan, zer datorkizue burura? —galdetu zigun irakasleak.

Nire lagunak berehala hasi ziren marrazten eta margotzen. Ziztu bizian bakoitzaren 10 x 10 zentimetroko orri zuriak hitz gorriz eta marrazki beltzez bete egin ziren. Nik, aldiz, lasaitasunez hartu nuen. Erantzuteko galdera zaila egiten zitzaidan. Bueltak eta bueltak emanda ere nire burua lotan zirudien. Halako batean lagun batek erakutsi zidan bere marrazkia. Bai polita! Marra beltzak eta gorriak, alde batetik bestera, zentzurik gabekoa baina kolorez beteta!

—Zer da marrazki polit hori? —Galdetu nion.

—Zer izan behar da? Sanferminak!!!

Margo beltzak eta gorriak hartu nituen eta lanari ekin nion orain. Kilikien bihotz taupadak entzuten, su artifizialak ikusten ditudan begiei kasu egiten eta Iruñean ibiltzen eta ibiltzen egoteko indarrak erabiliz, margotzen hasi nintzen.

Bukatu ondoren marrazki guztiak bildu egin zituzten eta Collage izugarri polit bat egin zuten. Zoragarri geratu zen. Orain, nire amak esaten dit artista hutsa naizela eta Sanferminetan ni eta nire lagunak egindako marrazkiak kaletik ikusiko ditugula.

Artista izatea erraxa dela pentsatu nuen.

«Historia de un pequeño»

Como cada año, los pinceles y las pinturas estaban listos. Encima de la mesa, los cartones y papeles estaban esperando una tormenta de colores e imaginación, como siempre, aguardando las instrucciones de la cabeza y del corazón.

– Al pensar en los Sanfermines, ¿que se os viene a la cabeza? – nos preguntó la profesora.

Mis amigos se pusieron rápidamente a dibujar y pintar. Enseguida las hojas blancas de 10 x 10 centímetros de cada uno, se llenaron de palabras rojas y dibujos negros. Yo, sin embargo, me lo tomé con tranquilidad. Se me hacía difícil responder a esa pregunta. Aunque le daba vueltas y vueltas, mi cabeza parecía estar dormida. En un momento dado, un amigo me enseñó su dibujo. ¡Que bonito! Rayas negras y rojas, de un lado a otro, sin demasiado sentido ¡pero lleno de color!

– ¿Que es ese dibujo tan bonito? – Le pregunté.

– ¿Qué va a ser pues? ¡¡¡Los Sanfermines!!!

Tomé las pinturas negras y rojas y me puse ya a trabajar. Escuchando los latidos del corazón de los Kilikis, haciendo caso a esos ojos con los veo los fuegos artificiales y utilizando las fuerzas que guardo para estar andando y andando por Pamplona, me puse a dibujar.

Después de terminar, recogieron todos los dibujos e hicieron un precioso Collage. Quedo precioso de verdad. Ahora, mi mamá me dice que soy todo un artista y que los dibujos que he hecho con mis amigos los veremos en las calles en San Fermín.

 

6º clasificado: «…son duras como el hierro…» de Ignacio Navarro Otano

Como cada mañana, ya vestida, se miró al espejo. Sostenía en la mano el pañuelo rojo que tantos días había sido parte indispensable en su vestuario. Lo apretó entre sus dedos. Cerró los ojos. Inspiró profundamente, despacio, dejando que los buenos recuerdos penetraran como un pequeño río en su interior. Notó cómo se iban hinchando sus  pulmones. Aguantó unos segundos saboreando el momento y concentrándose en el sonido de su corazón. Cuatro, cinco, seis… Lentamente fue expulsando el aire por la boca. Los restos del miedo que aún se habían resistido a salir, se fueron para, y estaba segura, no volver jamás. No lo iba a permitir. Se colocó el pañuelo pero esta vez en el cuello y no en la cabeza. Abrió despacio los ojos. El espejo le devolvió generoso un rostro feliz.

—¡Vamos chicos, a la ofrenda, que luego hay mucha cola y decís que os aburrís!

—¿Qué le vas a pedir a San Fermín, mamá? Yo que no llueva para ir todos los días a los fuegos con bocata.

Sonrió. Por ellos había luchado. Se tocó la medalla del cuello. Con Él había vencido.

—Yo nada hijos, este año me toca darle las gracias. Buen capotico me ha echado.


Segundo y tercer clasificados

2º clasificado: «so far away, tan lejos» de Carlos Remón Sanjuán 

Un resplandor de luz anegando la habitación le impedía seguir durmiendo, así que se levantó, impaciente, antes de la hora. Se vistió despacio adrede, serio, convirtiendo su lentitud en un ritual. La camisa, tan pulcra; los pantalones planchados, con una raya diáfana surcando la pernera.

Siete de julio. Primer encierro.

Salió de casa intranquilo y decidió apurar para encontrar despejado su tramo. Creyó distinguir el cohete dinamitando la mañana. Entre la muchedumbre presintió la manada, cómo subían desde Coney Street, doblaban la esquina de King’s Square y enfilaban Stonegate. Consiguió un hueco y le pareció sentir el bufido del toro, la negra mirada de su desengaño mientras él se apartaba de sus astas, convirtiéndose en aire.

Entró al restaurante donde trabajaba, regresando del peligro tras ese encierro inventado por su nostalgia. Hello, dijo con un acento abrumado por la realidad. Aún cerró los ojos, desmintiendo los 1640 kilómetros, y soñó que volaba por Estafeta hacia el callejón de la plaza, inmerso en la gloria de sus carreras.

Antes de empezar turno, cumplimentó esa costumbre de después del encierro cuando aún vivía en Pamplona. Con los dedos borrachos por la emoción, marcó el teléfono de su casa, tan lejos.

—¿Mamá? Soy yo, estoy bien.

 

3º clasificado: «Afectación osteocondrítica grave en la zona del cóndilo femoral» de Mikel Zuza Viniegra

—Venga, sécate esas lágrimas, que me vas a hacer llorar a mí también.

—Que llevábamos toda la vida juntos, joder. Y mira que en los últimos Sanfermines ya noté algo raro. Sentí pánico a que lo nuestro se acabase de repente. Pero no pensaba que fuera a ser tan rápido.

—Bueno, estas cosas pasan.

—Si por lo menos no me la encontrase en todas partes… Y mira que sigue estando guapa a pesar de los años que tiene. Me da palo admitirlo, pero me muero de celos cuando veo al chaval tan joven que se ha buscado.

—Venga, vamos a levantarnos del bordillo, que al final nos van a pisar.

—¿Me acompañas a verla? Los conozco bien y sé donde estarán esta tarde.

—¡Toma, y yo!: delante de San Lorenzo, como cada seis de julio. ¿Y cómo dices que se llama eso que te diagnosticaron en la rodilla?

—»Afectación osteocondrítica grave en la zona del cóndilo femoral, con riesgo de cojera permanente». ¡Y eso que le dije al médico que Joshepamunda es una pluma, que apenas pesa 55’8 kilos! Pero una cosa te digo: en cuanto el nuevo se descuide, me meto debajo y la hago bailar por última vez. Te lo juro.

 


Fallo del jurado del VIII Certamen de Microrrelatos de San Fermín 1

Estimados amigos y lectores, esta misma tarde a las 19:00 en el Nuevo Casino Principal, en plena Plaza del Castillo, se ha hecho público el fallo del jurado del VIII Certamen de Microrrelatos, con los siguientes resultados:

Primeros tres clasificados:
Ganador: ‘’Los mejores fueron los míos’’
por José Murugarren.
clasificado: ‘‘so far away, tan lejos’’ por Carlos Remón Sanjuán.
clasificado: ‘‘Afectación osteocondrítica grave en la zona del cóndilo femoral’’ por Mikel Zuza Viniegra.

Resto de finalistas:
clasificado: Apellidos que empiecen por H por Esteban Torres Sagra.
clasificado: Txiki baten istorioa por Ander Elcano Sanchez.
clasificado: …son duras como el hierro… por Ignacio Navarro Otano.
clasificado: Ruidos por Gabriel González Ortiz.
clasificado: La razón de la sinrazón por Mikel Ilundain Marina.
clasificado: El Coletas por Pedro Pablo Del Guayo Litro.
10º clasificado: Darse la vuelta por Elena Vidaurre Orayen.

Nuestra más calurosa enhorabuena a todos ellos, así como al resto de participantes en este VIII Certamen que nos han hecho disfrutar con sus trabajos.

Y sin más preámbulos, aquí tenéis el texto ganador al que seguirán la próxima semana el resto de textos en sucesivas entradas:

Los mejores fueron los míos – José Murugarren

Sanfermines son 20 años y la noche por delante. Ningún programa puede superarlo así se escandalicen los «peteuves». Los esencialistas dirán que nada emociona como la jota de la procesión. Los puristas emularán como ‘lo más’ la impresión del encierro. Yo me quedo con aquella tarde de toros merendando ajoarriero en la plaza. El torero, abajo y yo arriba, a ritmo de charanga lidiando con unos ojos recién descubiertos, tan clavados en los míos que temblé como novillero novato ante un ‘cebada’. Nada como aquel instante de agujas en la tripa. O tal vez, sí. La madrugada de pollo y pacharán en la verbena del ‘Jito’. La orquesta tocaba Sabina y mi amigo y yo devorábamos un coco que un guiri ofreció a cambio de la botella. No me digan que para fiestas las de antes porque hoy todo es ruido y suciedad. O sí. Los mejores sanfermines fueron los míos. Los de la tarde de toros y ojos o la noche en que me dieron la 1, las 2 y las 3 sostenido por un amigo cuando ni Sabina imaginaba que le estábamos escribiendo la canción. Teníamos 20 años y la mirada siempre por encima del suelo. Demasiado elevada para ver las vomitonas.


Retransmisión del fallo del jurado 2

Desde aquí podréis seguir en directo el Fallo del Jurado y la lectura de los diez microrrelatos finalistas de la VIII edición del Certamen de Microrrelatos de San Fermín. Será a las 19:00 horas desde el salón del Nuevo Casino Principal y con entrada libre.