Historia de un secuestro. (VIII).La reunión final.
Sipnosis: Chapete, el Huracán de Bacalar, está secuestrado. Su futuro Suegro, Chapote Clim, mafioso mexicano y padre de su prometida Carlota, ha pagado ya el rescate al Famoso Pimienta. Qué pasará y cómo terminara esta truculenta historia, en las siguientes líneas.
10 de Julio 17:00 PM
32º a la sombra.
Patio de caballos de la Plaza de Toros.
Jaleo
El hormigueo propio de las grandes tardes de toros impregna el ambiente. De repente, los decibelios aumentan por doquier. Un tumulto entra por la puerta. Dentro del enjambre de fotógrafos, hace acto de presencia Chapete, El Huracán de Bacalar. Visiblemente desmejorado y con grandes ojeras, mirada un tanto perdida, se cobijan en el chalet de Mariano, el guarda de la Meca y responsable del coso pamplonés.
Junto a él va su mozo de espadas, su mujer y su cuñado el millonario Pepote Clim. Al cerrar la puerta, el maestro Chapete casi se desmaya al ver al fondo de la estancia, tras un inmenso habano, al Famoso Pimienta, escoltado por tiburón y Papytu. Reunión de alto voltaje.
El silencio de la estancia y su frescura, milagros del aire acondicionado, contrastan con los gritos de fuera. En la mesa que preside la estancia hay una botella de tequila, una caja de habanos, otra de marfil repleta de oro blanco y un millón de dólares en fajos de a cien. Como para encerrarse una temporadita. Es Pepote Clim el que toma las riendas de la conversación. Alcanzando varios fajos de estos, se los tira a Papytu y Tiburón.
-Bueno, con esto ya están ustedes saldados. Aire y no quiero volver a verles. Vayan a comprar un par de entradas. No se que me da que hoy va a ver faena.
La pareja, sin hacer más ruido que la puerta al cerrarse, desaparece. Ya quedan tan solo cuatro. Perfecto para un mus.
-Bueno bueno Chapete, como ves, no te ha salido bien el plan para pelarme pendejo.
Encendiendo el habano con parsimonia, prosigue
-¿O tendría que platicar en plural, Carlotta? Que me intente chingar este menso pase, pero tú, hija mía, con todo lo que te he dado, cómo te atreves.
Con una mirada desafiante, su hija abraza a su prometido:
-Sé que no lo aprobabas padre. Era la única manera de obtener dinero y desaparecer para disfrutar de nuestro amor.
-¿Amor?- las venas de Chapote luchaban por intentar romper la camisa para así llevar sangre a su cabeza, roja de la ira.
El Famoso Pimienta, como leyendo los pensamientos del Patrón, se dirigió a la pareja separándolos a ambos. Con una mano empujó a Carlotta hacia Pepote. Con la otra, lanzó un directo al estómago de Chapete, obligándolo a simular una culebra en el suelo.
-¿Qué te pasa manito? Supongo que serán los nervios propios de antes de la corrida. Debería matarte aquí mismito. Por listo y vicioso. Lo de los videos haciendo el trenecito del amor supongo que fueron cosa tuya.
Otra vez el famoso Pimienta propone un punterazo en la entrepierna de Chapete, que pasa a hacer una perfecta imitación de la alfombra humana.
-Para que veas que soy misericordioso y no te guardo rencor, te voy a dejar que torees hoy con una condición. Si no empiezas la faena a Porta gayola y sin capote, me veré obligado a quemar en ácido a toda tu familia en Bacalar. Mira, que bien salen por el celular.
Chapete alcanza a ver el celular del Famoso Pimienta. En él puede ver a toda su familia amordazada junto a unos barriles de los que sale humo. La visión le provoca un vómito verdoso.
-Vámonos, no quiero ver mas a este manito.
Los tres se fueron de la estancia, dejándolo al maestro sumido en el más profundo de los abismos .Se quería morir. Su plan había ido demasiado lejos y no había marcha atrás.
Media hora mas tarde, en los medios y ante una atronadora ovación de la gente. Chapete, El Huracán de Bacalar brindaba con una emoción que llegó a los tendidos. Su cara hierática, blanca y ojerosa recordaba a la de Manolete. Dirigiéndose a barrera, lanzó la montera a su prometida. Ésta no hacía más que llorar. A su lado, Chapote Clim y el famoso Pimienta se prodigaban entre aplausos y sonrisas dignas del gato de Chesire.
-Para ti Carlotta, siempre te he querido y jamás te olvidaré.
Con andar torero, despacito, con liturgia se fue hasta la puerta de toriles. Encima de ella, un cartel rezaba: Listón, 648 Kg., Miura.
Con furia y ante el asombro de los espectadores, tiró la muleta bien lejos, quedándose tan solo con la espada. Mirando al cielo, se santiguó y dando la orden al monosabio para que abriera la puerta de los sustos, se puso como si fuera a entrar a matar.
Y así era. El griterío en la plaza al salir el toro estuvo lleno de histeria y horror. El choque era inminente. Nadie se lo creía. Fue como ver un mirlo blanco, escribieron los noticiarios de aquel día.
THE END