Archivo por meses: septiembre 2017


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CUESTA DE SANTO DOMINGO

Kate Benetis

Subiendo la cuesta de Santo Domingo me pregunto si la muchedumbre que me rodea siente lo mismo que yo. ¿Sientes tú también el frío de la mañana mezclado con el idéntico amargo olor abigarrado del año anterior?. ¿O acaso ese sudor que refresca las sienes y hace a uno sentirse al borde del vahído?.

El constante fluir de encalados reclutas hacia el centro del hormiguero no cesa y lo que antes era gris adoquín se torna en un sonoro y vibrante manto blanco, hasta el punto de hacernos creer que todos formamos parte del mismo equipo. Un equipo incoloro virginal que madurará al atávico estruendo de la pólvora.

Y de esta manera igualados, en ese momento en que todos saltamos nerviosos mientras teñimos el blanco de rojo, sabemos que nuestro equipo va a ganar. Sabemos que no hay nadie jugando contra nosotros y que durante las próximas doscientas cuatro horas compartiremos los momentos vividos con el resto de participantes. Sus momentos son míos y los míos son suyos. Los bailes, cánticos y risas. Compartiremos pasión y excesos, júbilo y desenfreno hasta la extenuación. Y así agotados esperaremos otro año más, hasta que, nerviosos, volvamos a subir la cuesta con el pañuelo en la muñeca. 

EL PAÑUELO

Manuel Fernandez De La Cueva Villalba

Todo empezó cuando la alegría que desbordaba el corazón de los pamploneses explotó en el cielo. Las calles, empapadas de luz y color, se llenaron de personas que compartían los mismos sentimientos de amistad. Esas mismas calles fueron inundadas por los colores rojo y blanco que llegaron hasta el último rincón de la ciudad. Todos los que estábamos allí supimos compartir la belleza que hierve en el corazón humano. Unos lo hacían brindando por la vida, otros mostrándonos, delante de un toro, el vértigo del valor y los hay que muestran la emoción y la ilusión del que sin conocerte te dice; “Te acompaño, ¿adónde vas?” Fue aquí donde, entre tantas personas y colores, pude sentir tu mano con mi mano, tu mirada con la mía, tus palabras con mis palabras…, y tus besos con mis besos. Fue aquí donde descubrí que la silueta de tu pañuelo ataba mis sueños y los bonitos secretos que me susurrabas al oído en silencio. Fue aquí donde pude teñir, como en los encierros, de nobleza y pasión todos mis deseos. Ahora sé que siempre nos quedará esta ciudad, su alegría, sus colores y nuestros secretos atados con ese pañuelo.  

EL MAESTRO

Jaime Martin Martinez

6:30. Curva de Mercadéres. Se realiza el sorteo de postes.
7:00. Pío, asoma por la gatera de su establecimiento, en la esquina Guerendiain. El resto de fotógrafos, pase en mano, se encaraman a los mejores postes. Todos NO. 7:45. El poste de la esquina…está vacío.. algún fotógrafo despistado ha intentado subir a él..el resto de fotógrafos, con la mirada, le hacen desistir del intento.
Entre el gentío vestido de pamploníca, le abren paso al SEÑOR DE OSCURO, que con paso firme y seguro, Leica en mano, se dirige a SU poste, al poste Koldo. Entre el resto de fotógrafos, se corre la voz, ha llegado el MAESTRO, Koldo Chamorro. Hoy habrá foto. Cámaras a punto. Los Pastores, » Chichipán», » Rastrojo», Miguel Reta, estratégicamente colocados… vara en mano.. esperan. 8:00 Se escucha el cohete… comienza el encierro. Los corredores y toros se acercan velozmente a la Curva, Grítos, grítos y más grítos. Como en un suspiro..se terminó en encierro en la Curva. Todos los fotógrafos… comprobando el trabajo realizado. TODOS tienen la FOTO. Pero también saben… que solamente UNO, tiene la FOTO. Esa foto que no se verá publicada en ningún periódico. Quizás, con mucha suerte en algún Catálogo, libro, exposición…
 


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL SOL MÁS OSCURO

Rubén Jorajuría Lázaro

El señor oscuro da una tregua y libera a Pamplona de su condición, o eso creo, el sol brilla con fuerza en lo más alto, y su reflejo en los adoquines recién limpiados, estoy nervioso, es la primera vez que venimos sólo los dos, ¡qué emoción! Tomo aire y le miro a los ojos, mi sonrisa se desvanece, oigo una explosión y todo se vuelve ruido alrededor. Salgo corriendo, me mezclo entre el gentío, la busco, ignoro la estampida, no puede ser… no ella… Trago saliva, hay mucha gente, no la veo, me empujan, no puedo avanzar… todo se queda borroso y no puedo ver nada, lo último que veo es el frío suelo, nada importa. Me levanto de un brinco y allí está, con su inocente sonrisa mirándome desde los brazos del policía municipal, cierro los ojos y suspiro, ¡ay! El capote. 

DESDE NUESTRO RINCÓN

Adoración De Los Reyes Delgado García

Tantas veces me había hablado de la fiesta que casi pareciera que hubiera estado aquí antes. Juntos nos hemos subido imaginariamente al kiosko de piedra de la plaza y hemos recorrido todos los edificios y balcones inventándonos las vidas de los que se abigarraban en calles y plazas formando una agitada ciudad desde el aire. La ciudad universal de la alegría. La ciudad de la música y el jolgorio acompasado con el tintineo de cientos de copas en las manos.
Juntos hemos visto a los mozos debatirse entre dos luces con apresurados periódicos hacia la coqueta hornacina del santo. Miles de pañuelos rojos buscando cada año la capa protectora. Miles de corazones pamploneses invocando tradición. Miles de kilómetros con la esperanza de amanecer un nuevo día, un nuevo año, un nuevo San Fermín.
Tantas veces que cuando me he visto reflejado, blanco y rojo, en los elegantes espejos del Iruña no sabía si era yo o era el dudoso espectro de mi deseo. Con paso lento y ceremonioso, con el espíritu sobrecogido me he abierto paso entre la gente hacia el rincón, hacia su rincón. Y allí, frente a frente, a través de la mirada del viejo marino, lo he comprendido todo. Gracias maestro.
 

EN SILENCIO

Ubaldo Rey Escapa

Antes de que Marivi me aposentara en la hornacina, me habían acariciado con plegarias las manos de algunos mozos en el pasillo del silencio. Entre ellas distingui la recia mano de Andon Landa, algo nervioso, tenso en su primera carrera, protégeme como a mi padre, no me dijo mas; se apartó del grupo con sigilo, concentrado, atento, esperando la llegada de las bestias, envuelto en el revuelo de la multitud, del gentío, de la fiesta, pero inmerso, en un profundo silencio interior.
Estaba preparado, con el miedo contenido, pero dispuesto, en la rígida espera del inicio.
Sonó el cohete.
Zelia se te ve mas tranquila, ves, al final salió todo bien, veo que se te escapa alguna lágrima, de esas que no avisan, por los nervios, por la emoción contenida, en tu pañuelo la guardas, sin que nadie te vea, buscas cualquier escusa para alejarte un instante, a solas, en silencio, y entrelazando tus huesudas manos me vuelves a agradecer la protección dada, lo mismo que el resto de las madres, que con el corazón en un vilo, han estado como tú. 


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL AMIGO QUE SE FUE

Jaime Martín Martinez

La gente se acerca poco a poco, cada vez hay más ruido y las canciones y gritos se van entonando hasta que suena el cohete. Y entonces la alegría se dispersa por la ciudad. La gente canta, pide agua por nuestra calle.
Después de comer me daba una vuelta. Horroroso el olor a alcohol que te llega al abrir el portal. Pero te acostumbras y oyes una txaranga para seguirla y disfrutar de su música. Y el tiempo se te escapa y cuando oyes esos estallidos en el cielo con los que sabes que ya son las 23:00, es hora de volver a casa a través de la gente que disfruta de las canciones de los bares desde la calle.
Este año será diferente, Lur me dejó en primavera tras 10 años de convivencia y mañana no sé si podré bajar esas escaleras para darme de frente con el jolgorio sin él. Hace un mes vino Zeus, pero no tengo tanta confianza con él, aunque ahora parece que sabe lo que estoy pensando. Sus ladridos me dan ánimos para que vuelva a vivir lo de cada año. Sí, mañana saldré, él me guiará a través de la marabunta y cantaré a San Fermín.
 

7 DE JULIO

Alvaro Diaz Santesteban

8:00 a.m. ¡Plassh!
Se cierra la puerta tras de mí y enfilo una cuesta. Unas pocas zancadas son suficientes para percatarme de que en este preciso instante me he convertido en el centro de atención. Me miran, acompañan y acechan. ¿Por qué? Siento miedo, debería defenderme porque alguien incluso intenta manosearme. ¿Quién se cree que es? Sigo mi camino, ahora hacia la izquierda, entre voces que no consigo entender, quizá por los nervios. Sólo persigo estar a salvo, como hasta hace un rato, disfrutando tranquilamente con los míos.
¿A qué obedece todo esto? Reconozco que intuía que pudiera suceder algo así. Giro a la derecha, aprieto los dientes y corro sin mirar atrás. Más mozos agolpados a cada lado, también me miran, ¿o será paranoia mía? No alcanzo a comprender este protagonismo sobrevenido de repente. Sólo quiero llegar, respirar y descansar por fin, tampoco pido mucho. Ahora la calle se va estrechando, parece que los voy a tener encima hasta el final, pero… ¡entro en un lugar espacioso con luz y gente! El pánico se desintegra y la pesadilla acaba. Ya pasó…Olvídate y duerme unas horas, no queda tanto para ir a los toros. 

FIESTA

Nati Díaz Lasa

Nada hacía presagiar que aquel nublado y triste 6 de mayo se iba a convertir en un gran día.
Una llamada, una simple llamada, y mi corazón se aceleró poniéndose al limite.
Iba a ser artífice de uno de los momentos más emblemáticos de los Sanfermines.
Era todo un orgullo, una responsabilidad y un gran privilegio.
La excitación y estupor inicial dieron paso a una obsesión, que todo saliera a la perfección.
Había mucho en juego y no había margen al error.
Tras dos meses de pruebas, todo estaba preparado.
El esperado día había llegado, la hora se acercaba y mis nervios iban en aumento.
Al asomarme al balcón y observar la plaza, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Impresiona ver y oír cómo miles de personas vestidas de blanco, con sus pañuelos rojos alzados al viento, aclaman al unísono el nombre de nuestro patrón.
Los minutos previos se me hicieron eternos. Mi mano izquierda portaba la mecha, la derecha el cohete pirotécnico; que, con gran precisión, coloqué en la lanzadera.
Encendí la mecha y…. procedí a dársela al encargado de lanzar el Chupinazo anunciador de las Fiestas de San Fermin. 


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL BRAZALETE VERDE

Felipe Espílez Murciano

Se vistieron las calles de madera, con esa elegancia callada que tiene el árbol cuando es ya sólo un recuerdo. Todos los relojes echaron las ocho de la mañana al aire. Mi pañuelo se me confundió en la garganta mientras me tragaba el miedo con su filo de hacha.

La cuesta de Santo Domingo se arrodilló para la carrera, mientras San Fermín miraba desde una nube con un brazalete verde. Seis luceros pusieron el cielo en el suelo. ¡Cómo corren los ángeles!

Y para que el toro no me sufra, dos querubines de guardia, en ese suspiro alargado de 849 metros de nata.

Mi alma se lanzó delante de mis ojos y la carrera se hizo río de aguas inciertas. Mi periódico enrollado, espada que cortaba el aire hasta hacer hilos de Pamplona. De pronto, alguien me agarró la manga de mi camisa, y después… un empujón negro y profundo, como mil noches juntas en un abanico de muerte.

Me desperté a las dos horas en el hospital. Cuando me dieron el alta vi que debajo de mi camisa había un brazalete verde. Aún lo conservo, parece estar siempre durmiendo… siempre menos los días siete de julio en que parece estar sonriendo. Sonriendo.
 

HERMANAS

Javier Sauras Altuzarra

Irati y Aitziber se intercambiaron una tensa mirada llena de complicidad. Qué orgulloso se sentiría el abuelico si pudiera verlas. Él que siempre pensó que la tradición familiar se perdería con sus únicas nietas. Tantos años llevándolas a las vallas de pequeñas y ahí estaban ahora, al otro lado, desde las 6:30 h. como un reloj, esperando a correr buena parte de los 875 metros. La petición al Santo la traían de casa: que le subiese al cielo la noticia al abuelo.
De pronto, el cohete. Sudor frío. Tras unos segundos sonó el segundo. Los astados de la ganadería “Antigua” ya estaban en el recorrido. Vieron aparecer a las bestias. “Intolerante”, “Abusón”, “Machote”, “Celoso”, “Acosador” y “Violento” se mezclaban junto a los cabestros. Las hermanas se lanzaron Estafeta arriba. Sus cuerpos entrenados resultaban frágiles entre los mozos, más fornidos, pero ellas contaban con las ventajas de su agilidad, su instinto y los sabios consejos. Notaron el aliento ansioso de los toros a su espalda, presionando entre la muchedumbre. Sin ceder al miedo siguieron corriendo, saltando y esquivando, avanzando siempre. Quizá las fieras no fueran menos temibles que los prejuicios que habían superado ya. Cuando pararon, satisfechas, les vieron alejarse derechos a su fatal destino. 

DISPARO EN MEDIO DIA

Ibeth Karina Diaz Perea

Y se oye en el cielo un disparo ¡un comienzo! El tiempo llega, san Fermín Inspira en su nombre, la música suena, el teatro hipnotiza, las miradas destacando los vestidos en rojo y blanco, segundos pasan, la alegría se desata y el espíritu los atrapa, es imposible disfrutarlo. 


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

UNA MISMA ALMA

Pablo Garcia

Moro veteado si es que los hay. El hombre, prolijo en su humilde camisa blanca; impecable en su humildad; dispuesto, valiente. Cascos pegando sobre los adoquines en retumbos nobles, como ecos de otras corridas mil veces más sangrientas y terribles, las corridas del hombre que corre al hombre.
Van el uno y el otro; aquel desorientado entre empalizadas y empedrados, azuzado por los gritos y las manos en alto, pitones al viento, cabeceando a diestra y siniestra como buscando la salida a su pesar; ¡es tan distinto todo en los prados, tan serenas las tardes, tan rebosantes de sosiego!
Entre boinas enjutas y pintonas, como quien se sabe vencedor, el hombre se lanza a la carrera delante de la tropilla, intentando bendecir en la crisma al mismo diablo. Buscan sus yemas apoyarse entre los estiletes curvos de los cuernos algo bizcos. Buscan sus ojos los de la bestia para amalgamar sus miedos; para confesar su temor sólo ante la desesperada mirada del toro.
Y corren en ese amasijo de minotauros que escapan y tropiezan desordenadamente, se atolondran en el remolino de gritos y mugidos desafinados que es el encierro.
Toro y hombre perdidos en el callejón, como si los atravesara una misma alma.
 

HUELE A SAN FERMÍN

Raquel Corrales Ucar

Pum!.Otro año más, con las mismas ganas y alegría contenida, comienzan las fiestas. Miro a mi derecha, y topo con sonrisas, a mi izquierda con ojos chispeantes, enfrente, con torsos blancos y rojos. Detrás, detrás no consigo ver. Mire a donde mire veo lo mismo. Adrenalina, risas, música,¡ay esa música!. El sonido de los tambores me insinúa que ya es Julio. Su sonido me hace vibrar de emoción. Una enorme satisfacción y felicidad se apodera de mi.
Huelo el ambiente, saboreo la aceitosa chistorrada. Marco mi ruta.
Comenzaré poco a poco, no vaya a ser que el cuerpo no consiga seguirme. Pero inevitablemente todos mis deseos hacen que me involucre del todo. No veo límites y los tambores siguen marcando mis pasos.
Gente en masa, caras nuevas, rostros varios. Todo se mezcla. Todo fluye. Es hora de salir. Las calles se nos hacen pequeñas y llueve brutalmente desde los balcones de Pamplona.
Danzaris en las iglesias. Gigantes y cabezudos abriéndose paso y tú junto a mí.
El pañuelo me ahoga, mis zapatillas me gritan y la faja ondea el aire al caminar.
Tu mano me roza, el pelo se te revuelve y agradezco que estés aquí.
San Fermín.
Otro año más, único y especial. 

7 DE AGOSTO

Alejandro Rodríguez Ovalle

Hace ya varios años ,un 6 de Julio hice un viaje a la aventura con mochila, saliendo desde Barcelona y

entrando por Portbou en Francia, hacia Argeles, después Montpellier, Marsella etc…

Recorrí en Interrail varias ciudades con estancia incluso en Paris. Ya al regresar pasé 2 noches en

Biarritz y en San Sebastián, paré en Pamplona el 7 de agosto.

Si quizá hubiera empezado con el chupinazo en Iruña, no hubiera pasado 3 días de tanta tranquilidad

como pasé en agosto a la vuelta de mi viaje, pero nunca me agradó mezclarme entre tanto alboroto.

Recuerdo que llevaba una camiseta roja y salí a correr una tarde. Haciendo deporte por las calles históricas

sin el tumulto de gente que se aglomera en los San Fermines, me sentí como en las fiestas.

Disfruté de la gastronomía en la plaza del Castillo, de mis ratos para escribir y poder descansar sin ruido.

Libre como un cabestro antes de su encierro.

Esta celebración tradicional llena de anécdotas, vital para el desarrollo económico de la ciudad,

jamás podrá albergar la calma que arropa a su gente cuando acaba la ceremonia de clausura.

Pasé la primera puerta, a Pamplona se ha de ir sea o no sea San Fermín.