IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
UN 7 DE JULIO
Juan Luis Henares Boutet
Julio 7 de 2005, verano europeo. Explosiones en Londres; no tengo recuerdos de los atentados en los trenes del metro, ni de las bombas o cuerpos despedazados por la ciudad. Tampoco los tengo de las fiestas de San Fermín, de la gente corriendo delante de los toros en el encierro por las calles de Pamplona, o de los festejos con mucho vino por la noche navarra.
Sólo guardo en mi memoria de ese 7 de julio –invierno en el sur americano– la voz de mamá en el teléfono avisándome que te dio un infarto, la calle helada en busca de un taxi, verte en la camilla de terapia intensiva ya sin vida.
Transcurrieron varios años, tus cenizas han flotado desde el río Paraná y seguramente ya visitaron Inglaterra y España dando la vuelta al mundo. Pero seguís acá, hasta en las cosas tan simples como el olor a café recién hecho con el que me esperabas por las mañanas papá…
¡SAN FERMÍN!
Isolina Fernández Martínez
Andaba , despistado en las nubes, Dios todopoderoso observando. Cuando el cansancio le pudo y en el trono cayó sentado. Estaba el salvador pensando en el mundo que había creado. Quería hacer tres reformas, y empezaría en verano.
De repente, ¡catapúm!, enorme estruendo hace ¡Boom!. Salta Dios santo por los aires, a su trono encadenado, y sin perder nunca donaire. San Fermín que estaba cerca, raudo acude a auxiliarle, levanta al pobre creador y a su sillón del desastre.
¡Valla tremendo susto!, -alguien quiere asesinarme.-Por todos mis ayudantes!. Ve Fermín, baja a la tierra, algo sucede ahí de veras.
San Fermín, sin vacilar, baja, se entera ,… sube enseguida a informar:- pues nada nuevo señor: la fiesta más popular, la que más locura despierta, la que tiene fama mundial. Se está celebrando en España con su chupinazo genial. Él alcanzó este cielo para poderte avisar.
Baja, baja a la tierra y no vuelvas para acá. Hasta que se acabe la fiesta tú te vas allí quedar. Mantente alerta, ¡ya sabes!, que no ocurra nada de mal. Que se divierta mi gente, que se lo pase genial…a ti te encomiendo Fermín esta tarea especial. A Pamplona para siempre tú ahora has de cuidar. ¡Qué viva!
ADIÓS, AGUR, BYE BYE
Ignacio Alli
Los corredores y los toros pasan fugaces por debajo del piso de la calle Estafeta.
La niña de cuatro años les observa mientras se aferra a los barrotes del balcón con sus deditos.
—¡Adiós! ¡Agur! ¡Bye bye! —les grita—. Mamá, ¡no se han despedido!
—Están jugando al pilla-pilla, Anne. No pueden responder.
Los Gigantes de Pamplona se contonean al son de gaitas, txistus y tambores en la calle Mayor.
—¡Adiós! —les dice cuando pasan por delante—. Mamá, ¿por qué no se paran a responderme?
—¡Pero Anne! ¿No ves que están jugando al “carabin-caraban que miro ya”? ¡Todos quieren ser los primeros en llegar!
San Fermín recorre la calle Zapatería con la música de La Pamplonesa.
—¡Agur! —se desgañita para que le oiga—. Mamá, no me ha contestado. Ni tampoco los músicos —dice llorando.
—Anne, cariño, juegan a “silencio en la sala”. Y ya sabes que el primero que hable, “burro será”.
Los fuegos artificiales iluminan las murallas de la ciudadela de Pamplona.
—¡Bye bye! —grita triste hacia el cielo cuando enmudecen—. Nadie quiere a los niños…
Su madre la tapa cariñosamente con la colcha, una vez dormida.
—Adiós, agur, bye bye, Anne—le susurra mientras acaricia sus deditos ya relajados y parpadea pesadamente, también agotada.