Archivo por días: 15 de noviembre de 2017


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CAFÉ Y PASTAS EN EL BALCÓN

Daniel Bustos Nogués

Un año más madrugará, se pondrá su falda y blusa blancas, su fajín rojo y su pañuelico al cuello y verá los sanfermines desde su balcón en la calle Estafeta.

Hará un café bien cargadito, se preparará un platito de las mejores pastas de la confitería en la que lleva comprando toda la vida, y sentadita en el balcón, bien estirada, tomará a sorbos su cafelito, rememorando con nostalgia cuando en la semana de San Fermín, la alegría y el alborozo reinaban en casa. Hace ya mucho tiempo que falta su marido, su Iñaki. 40 años de casados llevaban cuando se lo llevó la maldita enfermedad, dejándola sola con sus recuerdos.

Al principio de casada, veía correr a su hombre a lo largo de Estafeta. Angustiada, seguía el encierro desde el balcón, retorciéndose las manos de angustia, hasta que se enteraba de que había llegado sano y salvo a la plaza. Luego vinieron años serenos, de compartir balcón, café y pastas.

Ahora, tocaba recordar, olvidarse de los malos momentos e imaginar que cuando ella se reuniera con él en el cielo, volverían los dos a vivir los sanfermines, con unas pastas y un café. 

1:50AM

Juan Manuel Di Marco

Atónito contemplo los balcones llenos, descreído de estar aquí. Minutos atrás, a más de 10.000 kilómetros, brindaba por enésima vez implorando encierros limpios y ahora precaliento en plena Estafeta. Todo pasa en cámara lenta, así debe sentirse la felicidad total. Tal vez sea el alcohol, recapacito. Dudo y analizo salir, sé que no debo correr así.
Boom! el cohete me paraliza varios segundos. Me encomiendo al Santo. Avanzo despacio, la masa me arrastra y me hace correr. No veo nada, estoy flotando. Algo me saca de eje, tropiezo y no logro afirmar, sacudo los brazos acercándome intempestivamente al suelo, cierro los ojos y golpeo. Me abrazo fuerte la cabeza y me quedo inmóvil, el ruido es ensordecedor, corredores me saltan, otros me patean. Algo pesado aplasta mi cuello y lastima al instante. Duele insoportablemente, como si quemara desde adentro. Un hilo de sangre empieza a manchar la tela blanca. Intento gritar pero no me sale la voz, tampoco veo nada, todo se oscurece.
Siento que me sacuden, mi brazo se agita, abro los ojos y escucho a mi novia decir que estoy gritando dormido. Reconozco mi habitación, los dolores desaparecen, el reloj marca 1:50am en Argentina. Me levanto a disfrutar otro encierro por TV. 

BRINDIS POR LA VIDA

Rosa María García Barja

El pañuelo rojo, tamiz de sueños, guarda la huella indeleble, el instante sublime, justo antes de que el tiempo se detenga frente a la hornacina.
El amanecer va hiriendo de luz el borde de la calle, como vuelo sin alas que acaricia la suerte, se alza la voz de los muchachos en un canto desde las vísceras, para ahuyentar el negro augurio.
Marco sepia para las palabras que enmudecen cuando el testigo traza una cruz entre el sol y la sombra de la valentía.
Laten al unísono el hombre y la fiera, se miden, se entregan, se funden el sudor, el roce, el miedo…
Humilla la manada y te encumbra al arco iris que atraviesa un cielo pintado con tiza.
Cosido a las entrañas el grito, el cauce de la sangre no encuentra razón. Todo pasa tan de prisa…
La plaza es un abrazo redondo dónde se reconocen el indulto y la gloria. Puerta grande, tu sonrisa, cuando en la soledad de tu alcoba brindas por la vida un año más.