IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín
HAY ALGO DENTRO.
Javier Martínez Macua
De todo lo que has visto, bien por la televisión o a través de Internet o te han podido contar, seguro que hay algo que despierta en ti cierta curiosidad por sentirlo en primera persona. Por vivirlo y ser tú el que quizás lo cuentes la próxima vez. » Me lo habían contado y me dijeron que era algo increíble». » Una vez lo vi por internet y sentí una emoción contenida….» » Como es posible, si en ningún sitio la gente…..»
Hay algo que enmascara a esta ciudad durante las fiestas de San Fermín. ¿O en realidad, lo que hace, es quitar la máscara y durante las doscientas cuatro horas que duran las fiestas, muestra a las personas con propósitos de compartir y disfrutar?. Es raro y más teniendo en cuenta, entre personas que no hablan el mismo idioma. Pero es así. Hay algo dentro
CALIDAD NAVARRA
Paloma Hidalgo Díez
Papá, ya sé cómo convencer a mamá para que podamos correr juntos en San Fermín como lo hacías tú con el abuelo, hasta que la abuela se lo llevó con ella al asilo. Supongo que al principio se opondrá, ya la conoces. Que si es una locura, que si hay demasiada gente, que si es muy peligroso para tu integridad, que si, Dios no lo quiera, llueve, entonces todavía más…Pero yo insistiré, que he salido a ti en la testarudez también: que si no tiene nada de qué preocuparse porque tú me has enseñado a correr como está mandado, que si es una tradición familiar que te prometí que mantendríamos, que si la abuela te dejó a ti correr con el abuelo…Y al final le llevaré una muestra de la cinta adhesiva que he comprado en Comercial Txoko para pegarme la bolsa que contiene tus cenizas al pecho, y entonces, calidad comprobada, ya sabrá que no tiene nada de qué preocuparse, que no me despegaré de ti ni un segundo.
LA SONRISA DE SAN FERMÍN
José María Castaño Hervás
Cuando a Braulio le preguntaron que le hizo correr la entrada de los toros durante más de 30 años en Pamplona dijo ufano: «Fue aquella sonrisa»… Una sonrisa dibujada que la casualidad cruzó en su camino cuando hacía las veces de espectador en la Cuesta de Santo Domingo. Aunque ahora solo la podía recordar en ese blanco y negro que uniforma el paso del tiempo, entonces se confundía con el ropaje blanco y rojo de la muchedumbre que recién había cantado las súplicas a San Fermín, para él santo patrón de las carreras imposibles. Ella sonreía cuando Braulio no tuvo por más que seguirla y así lo hizo por el Consistorio, Mercaderes, Estafeta y Telefónica. Y en medio aquellos toros meanos de pánico y sombras. Pese a los años y los encierros nunca encontró aquella sonrisa, la de aquella desconocida, la que siempre nombró como la «sonrisa de San Fermín». Y la buscó con año tras otro hasta el punto de creerla una ilusión. Pero siguió corriendo los toros como si la pudiera alcanzar al menos con la mirada. Carreras primero de esperanza, luego de desilusión y alguna herida de asta toro nunca más profunda que aquella del olvido.